domingo, 18 de octubre de 2009

De los Hooligans a las Barras Bravas


La página web en español de la BBC efectuó hace un tiempo este completo reportaje sobre el fenómeno de la violencia en los estadios, una maldita “exportación no tradicional” de Inglaterra que para desgracia de Sudamérica se ha instalado con fuerza en nuestros países.
“Hincha británico de comportamiento violento y agresivo”. Así define la Real Academia Española de la Lengua el término hooligan, una palabra inglesa que se volvió tristemente conocida en muchos otros idiomas a partir de los años sesenta del siglo anterior.
Al dialecto hispano también llegó esa mala moda, y por añadidura el concepto y su aplicación práctica se hicieron todavía más populares en toda América Latina bajo el término de Barras Bravas.
Al analizar el fútbol como herramienta para resolver conflictos sociales, el fenómeno de los hooligans pone de relieve la versatilidad de este deporte, empleado por algunos de sus seguidores como excusa para canalizar su espíritu agresivo.
En términos generales, la gente cree que el hooliganismo es un fenómeno relativamente reciente, de las últimas tres o cuatro décadas. Pero como explicó la antropóloga Liz Crowley, de la Universidad de Manchester, no se trata de algo nuevo.
“La verdad es que siempre ha existido un tipo de violencia relacionada con el deporte, y sobre todo relacionada con el fútbol”, apuntó la profesional.
En efecto, el balompié ha sido asociado a eventos violentos desde sus orígenes en la Inglaterra del siglo XIII, cuando los partidos involucraban a cientos de jugadores y a la larga se convertían en campos de batalla donde se enfrentaban las juventudes de los pueblos rivales.
El origen del término hooligan es incierto, pero se cree que apareció en un informe de la policía de Londres que data de 1898.
Otra de las teorías que explican el nacimiento de esta palabra argumenta que el nombre viene de un gamberro (o sea, alguien que escandaliza, molesta o comete destrozos en sitios público) irlandés que vivía en Londres, apellidado Hooligan.
Según Crowley, varias investigaciones muestran evidencias bien tempranas de violencia en el fútbol.
“Por ejemplo, un partido entre el Liverpool y el Manchester United de 1912 tuvo que ser suspendido después de media hora de juego debido a la violencia en las graderías”.
Aún siendo un fenómeno conocido, fue a partir de los años sesenta cuando el hooliganismo se convirtió en un problema. Y fue en particular durante la década de los ochenta cuando las dimensiones de tal problema se salieron de órbita, al punto de que por aquel entonces los hooligans se convirtieron en el símbolo del fútbol inglés.
“Hubo una época en la que estuvo de moda ser hooligan, o parecer hooligan”, dijo Crowley.
TRAGEDIAS EN EL ESTADIODebido a lo anterior fue Inglaterra el país que, sin dudas, lideró el movimiento, que provocó varias tragedias, como la que tuvo lugar en el estadio de Hillsborough, en Sheffield, Inglaterra, en 1989, donde murieron al menos 93 personas durante una semifinal de la Copa FA que enfrentaba al Liverpool y al Nottingham Forest.
Cuatro años antes, en el estadio belga de Heysel, en Bruselas, murieron 39 personas durante la final de la Copa de Campeones de Europa, que enfrentaba a la Juventus de Italia y al Liverpool.
Como ocurrió con tantas otras modas inglesas de índole más pacífica, el comportamiento de los hooligans fue también modelo de exportación para los hinchas del fútbol de muchos otros países, convirtiéndose en un ejemplo para otros seguidores.
“El fenómeno empezó un poco antes en Inglaterra que en otros países europeos, y por eso dicen que es la enfermedad de los ingleses que hemos exportado a Europa”, explicó Crowley.
En America Latina, el fenómeno de las barras bravas es relativamente reciente. Primero llegó a Argentina, y después se extendió por países como Colombia, Chile y Perú.
“El modelo estético y el referente más claro que se toma del barrismo aquí en Colombia fueron las barras argentinas. Ése fue el ejemplo a seguir, tanto por la estética como por los cánticos”, explicó hace un tiempo Pipe Garcés, miembro de la barra Barón Rojo Sur de Cali.
Sin embargo, el fenómeno de las barras bravas en Colombia no se percibe en los partidos de la Selección Nacional, como lo pudimos percibir hace poco en la visita de Chile al estadio Atanasio Girardot de Medellín, por lo que sólo se concentra en los encuentros de la liga local.
¿QUIÉN ES BARRISTA?En su trabajo titulado “Diagnóstico antropológico de las Barras Bravas y de la violencia ligada al fútbol”, el profesor chileno Andrés Recasens Salvo, antropólogo Social de la Universidad de Chile, distinguió entre espectadores, hinchas y barristas.
“Los primeros son aquellos que van a los estadios para disfrutar de un partido que, de antemano, promete ser un buen espectáculo deportivo. Los segundos son aquellos que se declaran partidarios de uno de los equipos y tienen distintos grados de compromiso con él. Pero el barrista presenta particularismos culturales que lo hacen distinto a las otras dos categorías, pudiendo constituir un grupo cultural claramente identificable”, sostuvo Recasens Salvo en su texto.
El integrante típico de barras bravas, según el antropólogo, es un varón de entre 14 y 25 años, aproximadamente, que encuentra en la organización de hinchas un espacio donde afirmar su identidad.
“Para que la barra pueda afirmar su diferencia, es necesario que sea indivisa y que se haga sentir como monolítica, de tal manera que los miembros de la barra pueden enfrentar de manera eficaz el mundo de los enemigos. Entonces, el estadio se convierte en el espacio conquistado por algunos de los jóvenes que se sienten marginados, en una búsqueda por constituirse en pueblo aparte, ya que estiman que no se los deja estar dentro de la sociedad en plenitud”, agregó el profesor chileno en su obra.
EN DEFENSA DEL FÚTBOL“A pesar de la universalidad de los casos de violencia relacionados con el fútbol, el deporte en sí no debe ser considerado el chivo expiatorio de todos lo males. El fútbol padece las consecuencias de la acumulación de tensiones sociales, que estallan en las canchas de fútbol como estallan en muchos otros lugares”.
Así lo cree el famoso escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien es seguidor del balompié, ha escrito varios libros sobre esta actividad y para el cual “es injusto atribuir la violencia al fútbol”.
“Yo siempre digo que el pañuelo no tiene la culpa de las lágrimas. Al pañuelo van a para las lágrimas, pero no vienen del pañuelo. Y con la violencia pasa lo mismo: la violencia no viene del fútbol, va a aparecer al fútbol. Pero el fútbol no es en sí un deporte violento”, declaró Galeano.
“Se puede quizás decir que el fútbol es una metáfora de la guerra. Tiene mucho de guerra danzada, de ceremonia de la guerra, de ritual de la guerra. Pero justamente como todo ritual, como toda ceremonia, es un exorcismo de la realidad”, finalizó el literato charrúa.
EL TESTIMONIO DE UN 'BARRA BRAVA' COLOMBIANO‘Hammer’ es su apodo, y es miembro de la Barra del Barón Rojo, una de las más representativas del famoso club colombiano América de Cali. Y estas son las palabras con las que justifica las acciones cometidas por su fanatismo.
“Queremos ser actores positivos en la ciudad de Cali, por eso nosotros no fuimos a la violencia. Lo que pasa es que la violencia vive con nosotros. La sociedad en la que vivimos en Cali es una sociedad violenta.
En los barrios en los que uno vive le toca saber defenderse, y saber defenderse es saber manejar por lo menos un cuchillo. Entonces, lo que hacemos son cosas de sobrevivencia. Y aunque lo que digo suena muy crudo, la realidad es así.
En mi barrio, para poder ir de una cuadra a otra, tengo que mirar si ahí está grupo o no. Además, en mi casa a veces no hay ni qué comer, entonces todo es mucho más difícil y uno explota con facilidad.
Lo que estamos tratando de hacer es formar personas y prevenir, pero es difícil porque la gente no confía mucho en los procesos porque siempre se cometen errores.
La educación es algo que también se nota bastante. Y la desigualdad que se vive en este país, y la desilusión también, porque uno crece viendo que los papás de uno se matan para poder medio pagar un arriendo y tener qué darle de comer a uno”.

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