La peña ultra del Deportivo, los Riazor Blues, debate desde el lunes su definitiva disolución. Una corriente importante del grupo así lo consideraba, después de los graves sucesos acaecidos en Madrid Río el domingo, en la previa del partido ante el Atlético de Madrid. Sin embargo, tras el entierro de Jimmy, el núcleo duro del colectivo no parece por la labor de la disolución. Varios de estos miembros con peso en la organización han avisado a sus compañeros de que no están dispuestos a permitir que este sea el punto y final a su existencia, al tiempo que pronuncian discursos desafiantes a Tino Fernández.
Según algunas fuentes consultadas por La Voz, el lunes, una parte importante de la peña ultra tenía la idea clara de que lo mejor era disolverse, aunque añadían que antes de tomar una decisión era conveniente que todos volviesen de Madrid «algunos de los miembros más destacados regresaron el martes con los restos mortales de Jimmy y otros se encontraban detenidos».
El miércoles se procedió al sepelio del ultra asesinado y a partir de ese momento comenzó el debate interno. El núcleo duro no quiere la disolución. Avisan de que deben seguir adelante e incluso amenazan al club con que no están dispuestos «a ponérselo fácil» en el caso de que decidan tomar medidas contra ellos.
El presidente del Deportivo Tino Fernández aseguraba ayer en La Voz que «los Riazor Blues no tendrán presencia en el fondo. Estoy convencido de que esto es un punto y final». De hecho, el máximo rector deportivista les mandó un mensaje, contra el que ahora se revuelven: «su camino no conduce a ningún lugar. Lo que procede ahora es que se disuelvan».
Los Riazor Blues ya tuvieron en el 2003 un primer amago de disolución. Fue tras la muerte de Manuel Ríos en Santiago, tras un partido contra el Compostela, en Copa. Tras aquello, la peña emitió un comunicado en el que explicaban que la agrupación había nacido en 1987 con el fin de dar color a la grada, animar y arropar al equipo en Riazor y fuera, y que no estaban dispuestos que bajo el manto de sus banderas se refugiaran violentos o delincuentes. Poco después el grupo regresaba con el compromiso de mantener el orden. Once años después, la historia se repite.
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