La muerte de Francisco Javier Romero Taboada (‘Jimmy’) a manos de miembros del Frente Atlético el pasado domingo en Madrid Río es sólo la parte que sobresale. Por debajo quedan muchas cuestiones que resolver para evitar que dos grupos política y deportivamente rivales acaben a palos en los aledaños de un estadio de fútbol.
En un iceberg infinitamente menor, el del fútbol extremeño, los incidentes registrados en los últimos meses por aficionados de los equipos regionales dejan más bien al descubierto las vergüenzas de los violentos. A pesar de contar apenas con tres representantes en Segunda División B, el fútbol extremeño también tiene sus ultras. Aunque a años luz de lo que ocurre en otras zonas de Europa y españolas.
Son nostálgicos de un pasado mejor, de un tiempo en el que las ciudades extremeñas todavía aparecían en primer o segundo plano en el mapa del fútbol. Los ultras de la región, al igual que los de buena parte de España, se han adaptado a un nuevo tiempo.
Poco queda de aquella época. A algunos, el nombre. A otros, como al extinto Infierno Pacense, la denominación de los ultras del Club Deportivo Badajoz, no les queda ni eso. En el complejo proceso de transformación sufrido por el fútbol extremeño, los ultras se han visto obligados a renovarse para no quedarse por el camino. En los momentos de la desaparición de los tres clubes punteros de la comunidad Extremadura, Mérida y Badajoz el grueso de la afición fue perdiendo de vista a los equipos. En algunos de los partidos del Badajoz antes de su liquidación en 2012, el club no podía casi ni pagar a los árbitros. No había suficiente con el dinero recaudado con las entradas vendidas en taquilla.
La tendencia, sin embargo, se ha invertido en los últimos años. Con las refundaciones y los ascensos, las aficiones han vuelto a responder. Como consecuencia de ello, surgen nuevas peñas. Fruto de ese nuevo tiempo, nacen o se recuperan los grupos ultras en la región.
De diferente entidad, entre los que superan con dificultad la decena de miembros y los que pasan del centenar pueden contarse hasta ocho peñas de estas características en Extremadura: Legiones Sur (Mérida), Frente Azul (Díter Zafra), Ultras Badajoz (Badajoz), Frente Rojinegro (Montijo), Armada Rojiblanca (Don Benito), Frente Rojiblanco (Azuaga), División Verdiblanca (Villanovense) y Ultras Cacereño (Cacereño). Comparten cualidades comunes a la práctica totalidad de este tipo de grupos, aunque algunos huyen de definirse abiertamente como ultras.
Apostados normalmente en los fondos de los estadios, son fácilmente reconocibles por sus banderas y sus cánticos. Son el sector de la grada que más anima a su equipo, una medalla que todos, sin excepción, lucen con orgullo. «Si no fuera por nosotros, el estadio parecería un cementerio», afirman.
Todos cuentan con perfiles en las redes sociales. Desde allí se hacen notar tanto como en los estadios, publicando fotos dentro y fuera del campo. Aparecen siempre con el rostro pixelado. Algunos por temor a represalias, otros por miedo a ser identificados. En las gradas ultra hay desde menores de edad hasta personas que superan la cuarentena. Suelen llevar distintivos del grupo al que pertenecen en la ropa o en sus banderas y bufandas. Comparten el odio hacia el fútbol moderno, cosa que les hace amar especialmente la tradición que todavía impregna los campos extremeños. Algunos han llevado a cabo iniciativas solidarias, como recogidas de alimentos
Violencia y política
No son ni por asomo tan violentos como en otras partes de España o Europa. Tampoco están tan politizados -de hecho, algunos de ellos se definen como apolíticos. Sin embargo, la violencia y la política aparecen soterradamente en algunos de los incidentes que han protagonizado en el último año.
22 de junio, Langreo (Asturias). Tras el empate a cero en el Romano, el Mérida busca fuera de casa una victoria que le permita ascender a Segunda División B. Entre los cientos de desplazados para presenciar el encuentro hay miembros de Legiones Sur. Antes del partido estalla la batalla campal. Los ultras del Mérida se enfrentan en plena calle a los Dixebra Popular del Langreo. Vuelan piedras, botellas y sillas. Las imágenes de los altercados se emiten en los informativos y webs de todo el país
7 de septiembre, Badajoz. Aficionados locales y del Díter Zafra se enfrentan en la avenida José María Alcaraz y Alenda de la capital pacense. Gracias a la llamada de un vecino, la policía interviene para poner fin a los incidentes. Se identifica a diez personas. Se intervienen un cuchillo jamonero, tres palos de grandes dimensiones, un spray de defensa personal y diversas pegatinas con simbología nazi. Los aficionados del Díter, buena parte de ellos pertenecientes a los ultras del Frente Azul, entran al partido en el descanso escoltados por la Policía Nacional. No está demostrada la presencia de ultras en aquel incidente. La Policía se refirió a ello como una pelea entre aficionados.
Con preocupación se mira la próxima fecha marcada en rojo en el calendario del fútbol extremeño, el domingo 4 de enero. Después de varios años, Mérida y Badajoz volverán a disputar un derbi. Para ese día se preparará un dispositivo especial para evitar incidentes entre ambas aficiones. «Estamos preparando el partido porque va a ser declarado de alto riesgo. Tomaremos medidas para que la rivalidad quede en el campo. Queremos que sea una fiesta del fútbol», afirma Pablo Blázquez, presidente del Badajoz.
Esa rivalidad en el campo viene de largo. No sólo entre Mérida y Badajoz, sino también entre ambos clubes y el Díter Zafra. Mérida y Badajoz viven una confrontación histórica llena de derbis vibrantes salpicados en alguna ocasión con altercados entre aficiones. Sus ultras, las Legiones Sur del Mérida y el entonces llamado Infierno Pacense, se profesaban un odio absoluto a pesar de compartir una ideología cercana a la extrema derecha. Actualmente, los grupos ultras de los dos clubes se definen como apolíticos.
Por su parte, el Frente Azul, del Díter Zafra, es menos numeroso. El presidente del club, José Dolores García, ni siquiera los considera como ultras. En contraposición a los grupos de Mérida y Badajoz, históricamente Frente Azul ha presentado una tendencia política de ultraizquierda. De ahí la rivalidad con los otros dos sectores.
Otros grupos en la región
Con campos más pequeños, en localidades con menos habitantes o con equipos incluso por debajo de Tercera División, en Regional Preferente. Otros clubes con menos masa social que Mérida o Badajoz también tienen sus grupos ultras. Son los menos numerosos, algunos apenas se componen de una decena de personas. Sin embargo, comparten una misma estética y una misma forma de entender el fútbol. «Ser ultra es un sentimiento, una forma de vida», coinciden los protagonistas consultados.
Esa forma de vida acerca a los más jóvenes, algunos, incluso, menores de edad. Atraídos por esa filosofía, dentro de estos colectivos se crean secciones juveniles. En los menos numerosos, la savia nueva ha sido la encargada de reactivar o fundar colectivos ultra, a veces mediante la fórmula de una grada de animación.
Rechazo de la violencia
Ante los últimos acontecimientos, los presidentes de toda España se ven en la obligación de vigilar estrechamente a los ultras. En Extremadura, pese a que la cuestión tiene una dimensión infinitamente menor, la tesitura para las directivas es la misma. «Yo condeno totalmente cualquier tipo de violencia. Si la hay, se tomarán medidas», afirma José Dolores García, presidente del Díter. Con él coincide Pablo Blázquez, presidente del Badajoz.
Nos preocupa que pueda pasar algo. Estamos atentos para que no ocurra nada y así se lo hemos transmitido a ellos», asegura Blázquez. HOY se puso en contacto con Daniel Martín, presidente del Mérida, pero no quiso hacer declaraciones al respecto. Menos politizados, menos violentos, menos numerosos. Los grupos ultra en Extremadura son menos, en todos los sentidos, que en el resto de España o de Europa. Son menos, pero están ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario