El domingo 30 de noviembre, Lucía, una chica delgada, salió con su hijo de cuatro años del piso de la calle de la Franja en el que viven, encima de una peluquería, rodeados de bares, taperías y marisquerías que exponen fuera, como los viejos mercados, el producto fresco, desde centollas hasta langosta. Nada más salir del portal se cruzó con la camarera del bar de enfrente. Era día de partido y "Jimmy va en Madrid, con el equipo", anunció, donde el Depor jugaba contra el Atlético. Eran alrededor de las 11 de la mañana y Francisco Javier Romero Taboada, Jimmy, estaba clínicamente muerto.
Los dos subieron a la Plaza del Humor, uno de los rincones más curiosos de A Coruña. Hay cuatro esculturas de bronce que reproducen bustos en caricatura de Julio Camba, Risco y Fernández Flórez, figuras echadas en los bancos con los brazos extendidos como la de Cunqueiro, y en el suelo, dibujados, desde Charlot hasta Castelao. El niño, vestido con una camiseta del Deportivo como su madre, se puso a jugar a la pelota. Pasaron unos minutos y ella recibió una llamada. Se sentó, volvió a levantarse y salió llorando de la plaza con el niño de la mano para volver a meterse en su portal.
La plaza está rodeada de bares. Hay un denominador común: todos están entregados de forma fervorosa al Depor. Al sentimiento de orgullo de la ciudad por el club se le sumó, los años de gloria, un sentido único, inflamado, que no ha vuelto a bajar pese a las penurias del año en Segunda. El Súper Depor no ha muerto en A Coruña, y mucha gente disculpa a los blues por su apasionamiento con el equipo. "Aquí se vive esto de una forma tremenda. Por eso que haya muerto un aficionado acompañando al equipo causa conmoción. Sabemos a qué iba y no lo justificamos, pero como el Depor está por encima de muchas cosas, y cuesta apartarlo de los debates, te encuentras en las conversaciones con muchos matices", dice Diego, un aparejador de la Ciudad Vieja.
Sus vecinos dicen que el niño le había dado una segunda vida a Jimmy, una especie de redención tras décadas dando tumbos, sin empleo estable y enganchado a las drogas. Eran los tiempos de ir de un piso a otro, sobre todo en la zona de Agra do Orzán, un barrio hoy multiétnico, y de ser detenido por robos o malos tratos. Salió gracias al trabajo de la asocación de lucha contra la droga Aclad. No volvió a recuperar peso (era chupado, delgadísimo), pero si viajaba con el equipo estaba en todas las peleas, la última en el paseo marítimo de A Coruña contra los Yomus de Valencia, en donde a un ultra le rajaron una oreja. De los viejos tiempos sólo se quedó un vicio: el Deportivo, y con él los viajes y las peleas contra grupos rivales. Estuvo en la fundación de Riazor Blues, año 1987, y de la facción Los Suaves, que está considerada la más violenta.
A lo largo del tiempo muchos fueron cayendo a causa del cansancio o de la mala vida, pero Jimmy sobrevivió. En los últimos tiempos ya era, para los Blues, El Abuelo.
Su último viaje a Madrid con el Deportivo fue el 30 de septiembre de 2012. Los Blues también consiguieron llegar a Madrid sin escolta de la policía, y a la calle Marceliano Santa María, donde estaba el bar Drakkar de los Ultras Sur, llegaron noticias de que los Blues estaban sueltos por la capital. Los coruñeses se acercaron lo suficiente, hasta la calle General Perón, ya en los alrededores del estadio, cuando fueron interceptados por la Policía. Jimmy no volvería a Madrid con su equipo hasta hace una semana, pero el domingo no hubo tiempo siquiera para que la Policía impidiese la pelea. Casi ni para bajar del autobús.
En el mundo ultra los más viejos echan la vista atrás y recuerdan una de las más grandes palizas que hubo en Madrid en los 80, también con autobús de por medio. Fue importante porque marcó una deriva en las bandas ultras de la capital. Ocurrió en febrero de 1987, en un amistoso de España contra Inglaterra en el Bernabéu en el que la selección perdió 2-4 con tres goles de Gary Lineker. Antes del encuentro se produjo una alianza extraordinaria entre Ultras Sur, Frente Atlético y Brigadas Blanquiazules del Espanyol, que fueron los primeros cabezas rapadas del fútbol español; en esa alianza quedó sellada la deriva skinhead de todos, especialmente de Ultras Sur. Se fueron a por los autobuses de los hooligans esgrimiendo los cuchillos y las navajas, y los testigos recuerdan aún ahora "los cojones de los ingleses", aporreando los cristales como locos para bajar a enfrentarse sólo con los puños contra gente armada. Tres británicos fueron apuñalados.
Jimmy fue el primero de los Blues en entrar en la pelea contra el Frente. Participantes de la pelea dicen que además fue el primero en caer en una posición comprometida. Se abrió, como se dice, de tal forma que cuando se quiso dar cuenta estaba rodeado de FA. Los Blues tardaron en darse cuenta de que les faltaba El Abuelo. Ese margen del río estaba lleno de humo de las bengalas, era imposible ver nada, había carreras y gritos por todas partes. Quien más y quien menos buscaba sillas de cafeterías, palos y cualquier rama de árbol que empuñar. A Jimmy lo tiraron al río inconsciente, ya muerto.
Riazor Blues dijo esta semana que no había cita previa. En privado insisten que en ese caso no hubieran ido a los alrededores del Calderón, donde se suponía que estaba la Policía. Que hubieran ido a Móstoles, a un monte, a cualquier otro lado en el que se no se celebrase un partido de Primera División. Los Blues alquilaron el autobús a la misma compañía de los últimos tres años, que opera en toda la comunidad pero tiene su sede en Lugo. Lo hacen porque, dicen, es la más barata.
Jimmy no tenía un perfil político. Tiraba a la izquierda, pero no militaba ni su causa en los Blues era política. Su madre tiene una tienda de ropa en el centro de A Coruña y es muy conocida en la ciudad. Uno de sus clientes es Augusto César Lendoiro, que tiene trato con ella. Ésa fue la razón por la que el ex presidente deportivista acudió al entierro de Feáns, una presencia que levantó tal polvareda que fue destituido fulminantemente por la LFP de su cargo de embajador. El grupo ultra Riazor Blues le agradeció su asistencia. Lendoiro fue fotografiado charlando con ellos y dándoles el pésame. Muchos de los Blues eran, hasta esta semana, furiosos antilendoiristas. "Cuando lo vimos", dice uno, "nos calló la boca". Tanto la madre como la hermana de Jimmy son capataz y camarera, respectivamente, de uno de los pasos de Semana Santa de A Coruña. Entre los numerosos trabajos por los que pasaba Jimmy en los últimos tiempos, uno de ellos era en la tienda de su madre. Su padre está enfermo, ingresado en un hospital coruñés.
Se vela el cadáver
El miércoles en el tanatorio de A Grela se vela el cadáver de Jimmy. "Yo lo conocía", dice una mujer en la puerta con aspecto deteriorado. "¿Tú me conoces a mí? No. Pues mejor para ti. Conocerme a mí no es bueno". Dentro, en la planta de arriba, la familia y sus amigos despiden al fallecido. Cuando bajan las escaleras para dirigirse a la capilla, donde tendrá lugar la misa, una chica rompe a llorar, la hija mayor de Jimmy, de 19 años. Con ellos están decenas de Blues. El silencio se rompe con el ruido seco de los abrazos. Una pancarta fuera recuerda que los suyos nunca olvidarán a Jimmy. Un grupo de gaiteros se puso al fondo y, delante, sonaron los violines. Dos amigos hablaron para recordarlo y le agradecieron haberles enseñado a amar unos colores. Fue enterrado cubierto por la bandera de su grupo en Riazor Blues, Los Suaves.
Por primera vez en la historia de dos grupos enfrentados a muerte, los radicales Celtarras llamaron a los Blues para dar el pésame y ofrecer cualquier tipo de ayuda, como dinero para el niño huérfano. Al entierro de Féans acudieron miembros de bandas de rivalidad enconada, de extrema derecha y extrema izquierda, que durmieron juntos en la misma casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario