No hay semana en la que al Deportivo no le sacuda algún sobresalto, tan necesitado como está de relajar un ambiente excesivamente cargado desde hace ya demasiadas semanas. La visita del Barcelona a Riazor era la primera ocasión para calcular las consecuencias de lo ocurrido quince días atrás en el partido contra el Athletic. En aquella ocasión, un sector mayoritario de la grada se posicionó a favor de que se prestase más atención a lo que ocurría en el terreno de juego frente a los que mantenían la vista permanente dirigida hacia el palco. La reacción de los aficionados mostró un deseo casi unánime de pasar página y recobrar la normalidad en el estadio.
La última sacudida, sin embargo, llegó el jueves en forma de las propuestas de sanción del Comité Antiviolencia hacia el club y el presidente de la Federación de Peñas, Miguel Otero, por la distribución de las entradas que poseían los radicales desplazados a Madrid para el partido contra el Atlético de finales de noviembre en cuyos prolegómenos falleció el hincha coruñés Francisco Javier Romero Taboada, Jimmy.
Esa decisión volvió a poner sobre el tablero los acontecimientos en la ribera del Manzanares y la cascada de consecuencias que provocaron, impidiendo una vez más al deportivismo desembarazarse de lo ocurrido de una vez por todas. Enseguida se despertó una ola de rechazo hacia las medidas planteadas por el organismo, especialmente en lo referente al dirigente de los peñistas.
Para recibir al Barcelona se anunció la colocación de una pancarta en la grada de Preferencia que lució durante todo el encuentro después de que el club diera su visto bueno. Hubo un amago de retirarla por parte de las fuerzas de seguridad, especialmente atentas a todo lo que luce en los estadios de fútbol después de las medidas impuestas por la Liga de Fútbol Profesional (LFP) y el Consejo Superior de Deportes (CSD), pero terminarían siendo sus propios promotores los que la descolgaron en el segundo tiempo, según el club. Sen siareiros non hai fútbol. Todos con Miguel Otero, rezaba la pancarta. También se promovió una iniciativa complementaria como muestra de apoyo al presidente de la federación, pero apenas tuvo seguimiento. Un grupo de peñas propuso que en el minuto 12 del encuentro se cantase "Todos con Miguel" como una forma de manifestar el rechazo hacia la decisión de Antiviolencia. Alcanzado ese momento, Riazor permaneció atento a lo que sucedía en el césped después del primer gol azulgrana.
Eso era todo cuanto estaba previsto ayer en Riazor después de semanas en las que los partidos en casa del equipo se convertían en la prueba del distanciamiento existente entre un sector de la afición y el consejo de administración y la fractura social latente en el deportivismo. Persistía la duda, sin embargo, de cómo reaccionarían los Riazor Blues en el partido tras lo ocurrido contra el Athletic hace quince días.
El sábado anunciaron su intención de volver a animar al equipo como era habitual en ellos tras las protestas y muestras de rechazo hacia el palco del último mes y medio. Durante la clausura de la grada de Maratón Inferior por parte de la directiva se repartieron por el campo, tras la reapertura decidieron no acudir como forma de protesta contra la directiva y en el último partido en casa terminaron por marcharse después de recibir la reprimenda del estadio por sus cánticos hacia el presidente, Tino Fernández, y tras una serie de identificaciones de la Policía Nacional a algunos de sus miembros.
Ayer no hubo cánticos dirigidos hacia el palco durante el partido, no dieron la espalda al equipo ni tampoco se marcharon del campo. Sí hubo un recuerdo a su compañero fallecido a la media hora de la primera mitad. "Jimmy vive", se escuchó en esos minutos desde la grada de Maratón Inferior. Tal y como habían anunciado, los Riazor Blues animaron a los jugadores. Lo hicieron sin el colorido que solían mostrar antes de las medidas impuestas en el campeonato y también sin las composiciones gruesas que empleaban contra los futbolistas rivales y el árbitro.
Quizá por eso el Barcelona disfrutó de un ambiente menos hostil del que acostumbraba a tener cuando visitaba Riazor. A las puertas del estadio esperaban a los azulgrana decenas de aficionados, tantos como a su llegada al mediodía al hotel en el que se concentraron antes del partido tras aterrizar en Alvedro. Iniesta pudo comprobar que mantiene intacto el cariño de los campos visitantes por aquel gol en Johannesburgo y Neymar que sus filigranas y revolcones por el césped no tienen demasiado predicamento lejos del Camp Nou. Rafinha también sintió la ira de Riazor por su pasado celeste, igual que el árbitro por determinadas acciones, pero lo que volvió a quedar claro es que la grada no comulga con las ideas del entrenador, Víctor Fernández, aunque encontró a un referente en la figura de Sidnei, que se agranda con el paso de los partidos. Ayer le reservaron un cántico en exclusiva para él.
Los algo más de 25.000 aficionados presentes ayer en el estadio le dedicaron una sonora silbatina por el cambio de Cavaleiro en el descanso sin saber que el portugués tenía molestias. Después reprocharon a Medunjanin, precisamente la novedad ayer en el once, su actuación y solo la entrada de Lucas Pérez al campo amortiguó las protestas. Esa fue posiblemente la mejor noticia ayer para el Deportivo además de la relajación del ambiente que rodea al club: el regreso de Lucas.
Fueron casi tres meses los que el jugador coruñés estuvo fuera del equipo tras una lesión en la rodilla que se terminó complicando más de la cuenta. Su actuación fue testimonial, pero su recuperación resulta vital para afrontar la segunda vuelta del campeonato y así se lo hizo saber Riazor ayer.
A medida que fueron cayendo los goles del conjunto azulgrana, sin embargo, la atmósfera en el estadio se fue enfriando -el campo no rozó ni siquiera el lleno-, en parte también por las complicadas condiciones meteorológicas de ayer en la ciudad. Tan duras fueron que los bomberos tuvieron que retirar antes del comienzo del encuentro una de las lonas colocadas en la grada de Tribuna que se había desprendido por el fuerte viento que a esas horas soplaba en el estadio blanquiazul.
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