La línea que separa la tensión del insulto en el deporte es cada vez más fina. En ocasiones incluso parece que se vuelve invisible. Pero una cosa es que nos hayamos acostumbrado a la violencia verbal y otra que más de uno se sienta respaldado y con potestad para socavar la moral del adversario. Y no porque sea mejor o más rápido, porque gane un set o celebre con efusividad su triunfo, sino por ser mujer. Llegados a ese punto, no importan sus habilidades como deportistas, ni sus entrenamientos, ni sus éxitos. Importa que no es un hombre. Y sin más se abre la veda.
"A ninguna mujer le deseo que viva lo que tuve que aguantar el sábado". Así de contundente se muestra Laura Molina, capitana del Soderinsa Rinconada y protagonista involuntaria en el partido de ida de las semifinales por el título de la División de Honor de bádminton contra el Recreativo IES La Orden. "Un sector de la afición del Andrés Estrada, que en realidad no sigue este deporte ya que son los ultras del Recreativo de fútbol, estuvieron todo el tiempo insultándonos a mi compañera (Mariola Serrano) y a mí, pero yo me llevé la peor parte en el dobles mixto. A mi compañero no le dijeron nada que se saliera de lo habitual. Los insultos machistas me los llevé yo. Una cosa es que te abucheen o te silben para desconcentrarte y otra que tengamos que escuchar barbaridades. Eso ya es violencia de género. De puta y guarra para arriba, y eso fue lo más suave. Otras cosas es mejor no volver a reproducirlas", añade la jugadora.
"Y menos mal que estaba tan metida en el juego que me enteré de la mitad. Cuando terminó el partido los árbitros me dijeron que lo habían escuchado todo y que con mi permiso iban a elevar un acta de lo ocurrido y enviarlo a la Federación", explica Molina, quien, lejos de poder relajarse una vez finalizado un encuentro tan tenso como igualado, vio cómo la indignación hervía la sangre de su entrenador y padre, Antonio Molina: "Si para mí fue desagradable, no quiero ni pensar cómo lo vivió él. Un padre nunca debería pasar por eso".
"Es una pena que se permita la entrada en los pabellones de personas así, porque son las que echan por tierra el respeto que siempre ha existido en el bádminton. Ojalá no se vuelva a repetir. Ya le he pedido a mi afición que en la vuelta -el 14 de marzo- no actúen igual. No quiero que se pongan a la altura de esa gente ni que hagan pasar a las jugadoras rivales tan mal rato. En mi equipo queremos respeto y daremos respeto", avisa la capitana, quien ya ha recibido las disculpas de su homóloga en La Orden: "Haidée Ojeda es mi amiga, hemos competido juntas muchas veces en torneos nacionales e internacionales. El día después del partido me pidió perdón. Está de acuerdo conmigo en que algo así no se puede permitir y así se lo ha dicho al coordinador de su club".
Las disculpas, como siempre, se agradecen, aunque no alivien por completo el malestar ni hagan olvidar un episodio tan repugnante. Por eso, Antonio Molina va más allá: "Hemos emprendido acciones legales. La Federación ya está al corriente de lo que ha pasado, se ha abierto una investigación y sólo queda esperar. Los que mandan no pueden mirar hacia otro lado, porque lo que vivimos fue un auténtico encierro. Y en cierto modo pienso que menos mal que perdimos, porque de haber ganado lo mismo no salimos de allí".
"¿De qué sirve vender la igualdad de género, el respeto o la paridad laboral si a la hora de la verdad suceden cosas así?", se pregunta el entrenador del Rinconada, quien no tarda en responderse: "De nada, no sirve de absolutamente nada. Al final me quedo con que todo es mentira. Se habla de igualdad, de respeto, de acabar con la violencia de género y luego escuchas semejantes barbaridades. Como entrenador resultaba muy ofensivo, pero es que además una de las jugadoras es mi hija. ¿Cómo se aguanta eso?".
Ése fue el factor al que apeló el árbitro para resaltar el desagradable escenario en el que se había desarrollado el duelo. "Cuando terminó el partido le dijo a Paco Ojeda (entrenador del IES La Orden) que lo había escuchado todo y que eso no se podía tolerar, a lo que él contestó que no era para tanto. 'Imagínate que a la que se lo están diciendo es a tu hija, Paco', le recriminó. Y entonces se calló. Supongo que ante eso y poniéndose en mi situación ya se dio cuenta de lo que había pasado...", afirma Molina.
Padre e hija dejan claro que no fue toda la afición onubense, sino "un sector, el de los ultras", los responsables de tan ofensivos cánticos y que nada tienen que ver con la esencia de este deporte. "Entran en el polideportivo, hacen muchísimo ruido, utilizan bocinas eléctricas, que están prohibidas, y lanzan sus cánticos, los mismos que al día siguiente puedes escuchar en el Nuevo Colombino", apunta Antonio. "No tienen ni idea de lo que pasa en la pista, ni de cómo se juega. De nada. Y luego todos se van tan contentos. Sólo vienen a caldear partidos de este tipo. A eso, dentro de lo que cabe, estamos acostumbrados. Pero de ahí a los insultos machistas... Eso es nuevo", agrega Laura.
Si bien los responsables de esta actuación inadmisible son fácilmente identificables, el técnico considera que los culpables son otros y no duda en señalarlos: "La directiva de La Orden. Los ultras del fútbol no estarían en el polideportivo si desde el club no los llamasen. Y voy más allá. Creo que van a golpe de talonario, porque también viajan con el equipo y eso cuesta un dinero. ¿De dónde sale? Luego te enteras de que no tienen dinero. Están vendiendo humo, presionando a las autoridades para tener más presupuesto, pero dinero tienen". "Nos consta que hay jugadores que no están de acuerdo con la directiva a la hora de gestionar encuentros así, pero no podemos dar nombres", finaliza Antonio, "satisfecho, aunque no contento, por el 4-3 que consiguieron mis jugadores en un territorio tan hostil". "Creo que ganaremos la vuelta y estaremos en la final", vaticina.
Semana y media queda para la resolución de esta semifinal. Un billete a la gran final está en juego. También, y a tenor de lo ocurrido, la oportunidad de demostrar a quien corresponda que en el Fernando Martín el fin no justifica los medios. Porque el deporte debe ser siempre un modelo a seguir en lugar de ensuciarse y empequeñecerse dando cobijo a conductas deleznables.
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