Cuando en de diciembre de 2014, Francisco Javier Romero Taboada fue asesinado a consecuencia de los golpes recibidos en una pelea entre aficionados radicales del Atlético y del Deportivo de la Coruña, la dirección del club rojiblanco era inicialmente reacia a expulsar a la peña ultraderechista del Calderón. Tanto el presidente del club, Enrique Cerezo, como el consejero-delegado del Atlético, Miguel Ángel Gil-Marín, eran conscientes de los problemas que les podría acarrear esta decisión.
De hecho, su decisión -adoptada al no poder soportar la presión mediática tras el asesinato del hincha del Deportivo de la Coruña-, fue contestada de inmediato por el grupo ultra, que amenazó Cerezo y a Gil Marín a través del siguiente mensaje: “Esto no va a quedar así. No saben con quién se están metiendo”.
“No pueden sacar un comunicado de manera unilateral y decir que no podemos entrar en el campo. Tienen que sentarse con nosotros y hablar. Estamos bastante indignados y molestos por este desprecio que se nos hace. Nos sentimos discriminados y marginados. Allí no estaba todo el Frente, sino unos pocos. Ahora se ha iniciado la caza de brujas porque el club intenta lavar su imagen. Nuestro comportamiento dentro del campo ha sido perfecto. Somos buena gente”, llegó a advertir un radical al espacios de deportes de ‘Noticias Cuatro’.
Miedo
Conscientes de la problemática que se les avecinaba, desde la dirección del club solicitaron públicamente el apoyo y la ayuda ” de los organismos deportivos, de las instituciones públicas, de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, de los medios de comunicación y de todos sus aficionados para poder identificar a todas aquellas personas cuyo comportamiento atente contra la esencia del deporte y los valores inherentes a él”.
Según reconocieron diversas fuentes, en el club les preocupaba las represalias que sus dirigentes podrían sufrir tras adoptar la decisión de expulsar a los ultras. Así se lo comentó el propio Enrique Cerezo al presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, en una comida que mantuvieron ambos mandatarios. En concreto, Cerezo expresó su temor a que, como le ocurrió al dirigente del club blanco, los ultras tomasen represalias contra su familia, su esposa y sus dos hijos.
Las consecuencias de ser valientes
Y es que en el caso del presidente del Real Madrid, su decisión de desterrar y prohibir la vuelta de Ultras Sur le supuso una campaña de acoso por parte de los radicales, que incluso llegaron a realizar pintadas junto a la tumba de su esposa -fallecida en mayo de 2012-.
Lo mismo le ocurrió a Joan Laporta, quien tras expulsar a los Boixos Nois del Camp Nou recibió amenazas de muerte en su domicilio, tuvo que poner escolta a sus hijos para que pudieran acudir con normalidad al colegio e incluso se salvó por poco de recibir una paliza (plan que afortunadamente desbarató la policía autonómica catalana).
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