domingo, 5 de febrero de 2017

Bukaneros, algo más que una hinchada «antisistema»

No toda la afición de Rayo pertenece a Bukaneros pero sí es esta peña la que más ruido hace y la que «manda» en la grada. De marcado carácter «antifascista», los bukaneros se crearon en 1992 por un pequeño grupo de aficionados que quería dejar claro en los partidos quiénes eran los hinchas de Vallecas, un barrio marcado por el movimiento antifascista y antirracista. Pero 25 años después de su creación, estos aficionados han llevado fuera del estadio sus proclamas y han protagonizado sonados altercados en las calles. Su estética, su ideología, la música que escuchan, los valores que defienden y las manifestaciones a las que acuden, les han hecho inconfundibles y más conocidos fuera que dentro del campo. Muchos de sus miembros están fichados por la Brigada Provincial de Información como radicales de extrema izquierda y sus detenciones policiales son luego defendidas y justificadas en la grada con banderas de apoyo al miembro arrestado o encarcelado. Así funciona la familia «antifascista» madrileña y esa lealtad ciega al compañero víctima de lo que ellos consideran represión policial, es una de sus señas de identidad. «Es muy habitual hacer identificaciones en cualquier concentración impulsada por la Coordinadora Antifascista y sacar unos cuantos carnés de bukaneros», explican fuentes policiales. Según éstas, Bukaneros lleva protagonizando incidentes prácticamente desde su origen pero las más destacadas ha sido en la última década. Por ejemplo, la quema de un vehículo de Policía Municipal de Madrid en 2011 en la previa de un partido Rayo Vallecano-Betis y el ataque posterior al autocar del equipo bético. También fue sonada la detención de 13 miembros de esta hinchada radical y el registro de su sede con motivo del supuesto sabotaje eléctrico previo a la celebración de otro partido, el Rayo-Real Madrid, en 2012.
Pero el altercado más famoso para este colectivo fue a raíz detención de uno de sus miembros en el marco de la huelga general del 14 de noviembre de 2012. Alfonso Fernández, más conocido como «Alfon», fue arrestado por portar un artefacto explosivo. Por ello cumple una condena de prisión de cuatro años (ratificada por el Supremo en 2015) y eso le ha convertido en héroe y motivo orgullo bukanero, ya que ellos interpretan que está encarcelado por ejercer la «lucha obrera».
En el posterior registro de la sede del grupo, en la calle Dolores Folguera (se reunían en un garaje) los agentes se incautaron de escudos fabricados con tapas de contenedor, bengalas, bates de béisbol, martillos o palos afilados a modo de lanza. Unos utensilios que no parecen necesarios para animar en la grada. Una grada llena de pancartas de corte político, de apoyo a distintos militantes del antifascismo o causas siempre de este estilo.
50 detenidos
En varias operaciones policiales relacionadas con agresiones del colectivo «antifa» a jóvenes que eran identificados como de ideología contraria o bien seguidores de otros equipos de la capital se han producido detenciones de individuos de esta peña radical. El año pasado, en el marco de la operación Flor de Loto de la Policía Nacional se produjeron 15 detenciones tras atacar en la calle Téllez de la capital a tres individuos que identificaron como «pijos». Todos los detenidos pertenecían a Bukaneros. Así, las detenciones a estos hinchas por alteraciones del orden público o agresiones no son un hecho aislado. En los últimos años, según fuentes policiales, son en torno al medio centenar.
La patente de corso de los bukaneros
Han sido largas décadas de ocultación: la prensa española, con plena conciencia, ha venido silenciando sistemáticamente las agresiones de la extrema izquierda. Crímenes, secuestros, palizas, asesinatos…la naturaleza ideológica de todos estos hechos era hurtada a los focos públicos una y otra vez, sin el menor empacho.
Consecuencia de esa obscena coyunda transicionita entre la prensa y la casta que hoy nos abochorna, las agresiones se silenciaban y los crímenes se disfrazaban de un modo completamente deliberado: y así llegamos a la conclusión de que ETA era, en realidad, una banda ¡fascista! (timorata imputación mantenida hasta que se le pudo aplicar la siempre más deseable variante nazi) frente a la evidencia de su propia definición marxista-leninista. 
Y es que es ya costumbre que, para los mayoritariamente apesebrados medios que padecemos, cuando la izquierda se vuelve mala entonces deja de ser izquierda, y pasa a ser denominada “fascista”. Lo cual apuntala la idea de la bondad metafísica de la izquierda; tanto, que cualquier forma de mal es incompatible con ella.   
De modo que las agresiones del movimiento okupa, cotidianamente brutales durante lustros, se absolvían revestidas de marginalidad suburbial, mientras que los choques en la universidad se solventaban mediante el expediente de los “enfrentamientos entre estudiantes y “ultraderechistas”. Naturalmente, los fascistas no podían ser más que eso: fascistas. Su condición, por supuesto, les excluía de ser contados entre el número de los estudiantes.  
¿Fascistas? y antifascistas
La denominación misma de unos y otros, fascistas y antifascistas, es engañosa en grado máximo: en primer lugar porque, mientras que los unos se autotitulan “antifascistas” y como tal son denominados, los otros no se denominan a sí mismo “fascistas” sino que este es, más bien, un epíteto administrado por sus enemigos, y sin embargo recogido por esa prensa pretendidamente neutral.
Por lo demás, resulta evidente que, en una sociedad amaestrada para denostar el “fascismo” en su misma enunciación, la adscripción “antifascista” parece elevarse hasta los cielos. Ante un “fascismo” satanizado, lo que se le oponga habrá de ser, por fuerza, algo próximo a la perfección. Bien, tampoco vamos a obligar a nuestros periodistas a meditar sobre esto. 
Así que no puede resultar extraño que, convenientemente agitada por el pesebre mediático, se haya instalado la idea de que la única violencia perseguible de oficio sea la fascista, mientras la ultraizquierdista resulta, a ratos, cordialmente censurable. Algo ya sabíamos de esto por cuanto, siendo que el crimen en forma de tiro en la nuca y coche bomba recibía siempre sus inspiraciones e instrucciones de las mismas madrigueras, el discurso se afanaba en aquello de censurar la violencia “venga de donde venga”. 
Lo cierto es que la violencia “fascista” es, hoy por hoy, residual, mientras la de la extrema izquierda se está generalizando peligrosamente, entre otras razones debido a que los medios han hecho suyo un relato falseado que nos han hecho ingerir sorbo a sorbo. 
Y así es como hemos llegado a esto.
La patente de corso de los Bukaneros
La noticia saltó hace escasos días. Roman Zozulya, jugador ucraniano del Betis iba a ser cedido por el equipo sevillano al Rayo Vallecano, pero los hinchas radicales de este club se opusieron a que se integrase en su plantilla. ¿La razón? Roman había posado como patriota ucraniano y, al parecer, profesaba una ideología de extrema derecha.  
El grupo conocido como Bukaneros -en el que se dan cita peligrosos activistas de extrema izquierda junto a conocidos delincuentes, sin que muchas veces pueda establecerse la frontera entre unos y otros- ha exhibido la capacidad de influencia de que goza en el club vallecano. Debido a su presión, Roman ha sido vetado –por el procedimiento de la amenaza- en el campo de Vallecas. 
El debate que se ha generado, tratando de confirmar o de negar la pertenencia del jugador a una determinada ideología, ha falseado la cuestión desde el primer momento, como si establecer la ideología del deportista justificara no ya el matonismo de los Bukaneros, sino simplemente la discriminación de una persona en función de su ideología.     
Este grupo ultraviolento ha hecho honor a su reputación aplaudiendo la agresión que sufrió una chica en Murcia hace escasas fechas a manos de correligionarios suyos, y en la que una joven recibió una verdadera paliza por parte de una decena de miembros de un grupo de extrema izquierda. 
Aunque presumen de lo contrario, nada les ha importado que se trate de una agresión contra una mujer ni que la agresión se haya producido en unas condiciones de superioridad que harían enrojecer de vergüenza hasta al más abyecto de los canallas.
Abel “Caín” Resino
El de Roman no es el primero de los trágalas que imponen las bandas de ultraizquierda a los clubes en cuyas gradas predican sus doctrinas del odio.   
Todavía está fresca en la memoria la vergonzosa cesión de la directiva del Celta con motivo del fichaje de Abel Resino, cuando los hinchas radicales del club gallego obligaron a este a deshacerse de Salva Ballesta, que llegaba en calidad de segundo de Resino al club gallego. 
Ballesta, significado por su patriotismo, fue vetado en Vigo por los denominados Celtarras, un grupo que contiene en el nombre una alusión inequívoca que jamás ha motivado la intervención del club, de ningún organismo oficial deportivo o de otro tipo. Pues bien: estos tipos de extrema izquierda, y cuyas simpatías no son precisamente un misterio, impusieron su voluntad sobre la de la directiva que, atemorizada, cedió con inmediatez a las exigencias mafiosas del grupo radical. 
Tras hablar con el presidente gallego, Resino no dudó en deshacerse de su compañero con tal de fichar. Desde entonces, es fama en el mundo del fútbol que a Abel Resino se le conoce como Caín Resino. Se lo ha ganado a pulso.     
Las varas de medir del mundo del fútbol
Pero no fue solamente el Celta. Salva Ballesta fue también rechazado por el Cádiz cuando estaba a punto de fichar como entrenador por el equipo andaluz, hace ahora apenas un año. Al anunciarse la nueva adquisición cadista, las Brigadas Amarillas –sección de extrema izquierda del Cádiz- informaron a la directiva con significativa suficiencia: “Esperamos que sea un bulo. No estamos para polémicas. Vizcaíno no queremos fascistas en nuestro banquillo.”
Lo más curioso es que estas bandas portan banderas de la Unión Soviética y despliegan retratos con el rostro de un asesino, torturador y carcelero como fue el Che Guevara, y todo ello con absoluta impunidad. Así, mientras que por un lado se retiran banderas de España en las que figura el escudo que se conserva en el original de la Constitución, por el otro hoces y martillos, enseñas negras de la anarquía, banderas republicanas y estrellas rojas impresas sobre distintas banderas autonómicas así como mensajes de apoyo a bandas terroristas, han sido exhibidos con absoluta impunidad ante la abstención de la Liga de Fútbol Profesional y demás organismos del fútbol patrio. 
Numerosos clubes de fútbol, sin embargo, han sido multados por insultos racistas u otros de índole variada, mientras esos mismos organismos se obstinan en ignorar la escandalosa utilización política que los independentistas hacen para su causa de cada partido que el FC Barcelona disputa en su estadio, con el respaldo explícito de la junta directiva del club catalán. 
Para el archivo quedan las estruendosas omisiones de San Mamés y el Sadar cuando en los campos de España se guardaba un minuto de silencio por asesinatos a cargo de los terroristas etarras, en alguna ocasión incluso sobre policías de servicio en los campos de fútbol.
Imposible no dar la razón a Lesmes con lo de la justicia y los robagallinas, ya saben. 
No es una broma
La advertencia de los Bukaneros es tomada en serio por los clubes y la policía. 
De sus filas han salido personajes peligrosos, el último de los cuales –entre los más notorios- ha sido Alfonso Fernández Ortega, alias “Alfon”. Este sujeto fue detenido portando explosivos y tornillería para usar como metralla durante la huelga general del 14 de noviembre de 2012, y con anterioridad había participado en una atraco, y se le imputaron los delitos de robo con violencia, agresión sexual, falta de lesiones, injurias y amenazas, así como se le incautaron diversas drogas. Además de protagonizar agresiones de carácter ideológico-futbolístico contra seguidores del Betis, Atlético de Madrid, Unión Deportiva Las Palmas y Real Madrid, en muchos casos simples aficionados.
Todo este historial no ha arredrado a partidos con representación parlamentaria, como Izquierda Unida y Podemos, que han manifestado su solidaridad con “Alfon” en público.
La atmósfera que se ha creado es de una enorme intimidación. Por eso, el jugador ucraniano se lo está pensando:
“Ayer me reuní con La Liga y la AFE y me ofrecieron dos posibilidades: la primera, jugar en el Rayo y tendría toda la seguridad, para mí, para mi mujer, mi hijo. Pregunté por mi hijo, cómo podría ir al colegio con seguridad y me dijeron que no habría ningún problema. La segunda opción es volver al Betis pero sin jugar, solo para entrenar.”
Parece que el jugador ha sido informado sobre la violencia extrema de los Bukaneros y no tiene claro el aspecto de la seguridad. Piensa sobre todo en su hijo, porque teme que su corta edad no sea garantía frente a los radicales rayistas. Asegura que “tiene mucho que pensar” y que el lunes tomará la decisión. 
Roman ha intentado incluso reunirse con los Bukaneros “cara a cara”, pero estos han rehusado. “Me acusan de fascista por apoyar al ejército ucraniano contra los terroristas prorrusos, y no lo soy.” Y añade, algo optimista: “Estoy convencido de que si lo que ha ocurrido en Ucrania, hubiera sucedido en España, muchos españoles serían los primeros en ir a defender a su país, igual que yo a mi patria.”
El que Roman haya sido puesto en la tesitura de dar explicaciones implica cierta aceptación del papel de fiscales que los Bukaneros se otorgan a sí mismo.
Ninguna sociedad que se respete a sí misma puede permitir que tales cosas sigan sucediendo. Urge poner coto a la actuación de esta banda, y de otras como ella, y expulsarlas del mundo del fútbol -y de la vida civil y civilizada-, del que se están apropiando con la pasividad, cuando no de la complicidad, de casi todos.
Futbol y política ¿Separados?
La mañana ya se presentaba caliente, con la presencia del grupo ultra Bukaneros en las instalaciones deportivas del Rayo, en señal de protesta y frontal oposición a la incorporación del delantero, debido a su orientación política. Una pancarta colgada en la valla de los campos de entrenamiento rezaba: “Vallekas no es lugar para nazis”, mientras miembros de la directiva y el cuerpo técnico del club hacían acto de presencia para templar los ánimos con los seguidores radicales.
Zozulya llegó mediada la mañana a la ciudad deportiva a la que accedía entre amenazas e insultos de los radicales allí congregados y, no mucho después, abandonaba las instalaciones por la puerta trasera mientras la situación ganaba temperatura con la aparición de dotaciones de la policía que procedía a disolver a los miembros de Bukaneros concentrados en los alrededores.
No es el primer episodio polémico que protagoniza el jugador, ya desde su misma llegada a Sevilla para fichar por el Real Betis, debido a su marcado activismo político y su directa implicación asociaciones militaristas ucranianas. Tampoco es el primer incidente donde se mezcla política y fútbol en el que participan ciertos grupos, quienes, a pesar de su continua reincidencia y sus actuaciones al margen de la ley, parecen tener carta blanca para actuaciones vejatorias y violentas o para actitudes discriminatorias por razón ideológica.
No corresponde aquí juzgar que discriminaciones ideológicas son aceptables, o con qué tipo de personas sí que está justificada la violencia. Aquí lo que cabe preguntarse es hasta qué punto el aficionado a un deporte o un profesional contratado, tiene que elegir un bando, justificar o esconder sus idearios, pedir perdón o pensar a qué estadio puede ir o por cuál equipo no tendría que fichar.

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