sábado, 3 de noviembre de 2007

Fútbol: crónica de la pasión

El fútbol, más que un juego, es un espectáculo para mirar. Él y algunas de las cosas que lo rodean. El fútbol atrapa al espectador del mismo modo que deslumbran los cinco goles del Madrid al Valencia. Sobremanera a un madridista, porque se da la circunstancia de que el fútbol, además de un juego colectivo, es, al mismo tiempo, una locura bastante subjetiva, capaz de desencadenar las más fuertes pasiones. Primer ejemplo en la Premier League. Juande Ramos, flamante entrenador del Tottenham Hotspurs, ha declarado que su equipo ideal, el que mejor fútbol practica, a su juicio, es el Arsenal. Desconozco el efecto de estas palabras en Londres, teniendo en cuenta el ancestral odio entre los «spurs» y los «gunners» -los «gooners», como dicen en los alrededores de Highbury-. La rivalidad entre los aficionados vecinos de la ladera que desciende desde Hampstead hasta el Támesis es tan virulenta que no hay parangón en el continente. Probablemente, la del Ajax y el Feyenoord, en Holanda. O la del Sevilla y el Betis. También, aunque no es comparable, podría traducirse por la que enfrenta al Real y al Atlético. Ahora sólo queda imaginar a alguien que venga a entrenar a los colchoneros declarando de entrada y públicamente que los merengues son el mejor equipo del mundo. Este último hecho resulta manifiestamente incontestable, pero hay cosas que no se le pueden decir a un rojiblanco. El Arsenal, es cierto, está haciendo en estos momentos el mejor fútbol de su historia, teniendo en cuenta, además, que su estrategia consistió durante décadas en el patadón a seguir, la brega y los balones por alto desde el córner. De hecho, el grito de guerra de los «gooners» era hasta no hace mucho, y supongo que lo seguirá siendo: «One nil to The Arsenal» («Uno a cero para el Arsenal»; sus hinchas emplean el artículo). Pero ni siquiera ése es un argumento de peso para decir lo que dijo Juande Ramos, quiero creer que por desconocimiento del factor ambiental. Desconozco, ya digo, si las declaraciones recogidas en un medio nacional han tenido eco en Inglaterra. En cualquier caso, no me extraña que al entrenador manchego no lo hayan presentado por la megafonía de White Hart Lane, el otro día, en su debut contra el Blackpool. Sólo las victorias de los alicaídos «spurs» serán capaces de cicatrizar las heridas. El fútbol es pasión y una colección de frases más o menos acertadas. Hemos leído y escuchado en más de una ocasión eso de que el fútbol nos devuelve a la infancia y que darle un balón a un niño equivale a hacerlo feliz. El Peñarol de Montevideo, de los Rocha, Spencer y Joya, que, en la mitad de los años sesenta era, junto al Real Madrid, el mejor equipo del mundo, se negaba a compartir el balón con el contrario. Cuando sus jugadores salían al campo advertían a los rivales: «¿Trajeron otra pelota para jugar? Porque ésta es sólo nuestra». Enric González cuenta en sus amenísimas crónicas sobre el calcio lo que ocurre cuando las simpatías de un árbitro internacional levantan suspicacias. De nuevo, la subjetividad futbolística. Es el caso de Pierluigi Collina, tifoso de la Lazio, y de lo que ocurrió en la última jornada del campeonato 1999-2000. «Collina arbitró el partido Perugia-Juventus. La Juve tenía 71 puntos. La Lazio, segunda clasificada, con 69, jugaba en su campo contra la Reggina. En Perugia caía un diluvio, el césped estaba imposible y se preveía la suspensión. Pero Collina, tras una larga espera y contra la opinión de los juventinos, hizo rodar la pelota. El encuentro fue una parodia sobre barro y venció el Perugia por uno a cero. En Roma ganó la Lazio, que se llevó por sorpresa el scudetto. Cosas que pasan. También es cierto que la Lazio no fue capaz de ganar en los diez primeros partidos que le arbitró Collina». O lo que el propio Enric González cuenta sobre la temperatura de la grada. «El viernes pasado, antes del encuentro copero con el Siena, grupos de tifosi (de la Roma) instalaron en el Olímpico dos grandes pancartas dirigidas a los jugadores. "Sois indignos", decía una de ellas. "Hemos venido sólo para despreciaros", rezaba en la otra. Éste era el ambiente antes del partido de fútbol. No cuesta demasiado imaginar cómo fue después, con la victoria del Siena por 1-2». Bill Buford, editor de la revista literaria «Granta», se introdujo hace años en las tramas hooligan para poder escribir, después, uno de los libros más esclarecedores sobre la violencia en torno al fútbol británico, «Entre los vándalos». La mayor descripción del caos está, sin embargo, en el episodio narrado por el Ryszard Kapuscinski sobre la guerra que desató en 1969 la turbulenta eliminatoria entre El Salvador y Honduras. Balance: seis mil muertos, veinte mil heridos. Cincuenta mil personas perdieron sus casas y sus tierras. Muchas aldeas fueron arrasadas. El peor ejemplo de la pasión. El choque más lamentable de la historia.
Bibliografía
«El fútbol a sol y sombra». Eduardo Galeano. Siglo XXI de España Editores.
«Historias del calcio». Una crónica de Italia a través del fútbol. Enric González. RBA.
«La guerra del fútbol».Ryszard Kapuscinski. Crónicas Anagrama.
«Entre los vándalos». Bill Buford. Crónicas Anagrama.

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