lunes, 16 de marzo de 2009

Equipo y afición, juntos y en armonía

"Me gustaría tener un periódico para poder titular por la afición y que se sienta orgullosa y partícipe de la victoria". Esas fueron las primeras palabras del técnico Juan Carlos Mandiá en la rueda de prensa posterior al partido. El gallego no se había cansado de repetir una y otra vez durante la semana la importancia de que las gradas del Rico Pérez presentaran un gran aspecto y que el equipo se sintiera arropado durante los noventa minutos. Y la afición recogió el guante y protagonizó la mejor entrada de la temporada. Oficialmente había unos 13.000 espectadores. Pero la realidad fue muy distinta y el aforo superó con seguridad los 15.000 aficionados para animar a un equipo que vuelve a ser segundo en la clasificación.
La trayectoria del Hércules invita al optimismo, el día soleado acompañaba y los seguidores tenían ganas de fiesta. Tienen ganas de ilusionarse con volver a Primera División y eso se notó desde primera hora de la mañana. Quizás por superstición, el club y las peñas recuperaron aquellas marchas que en la temporada 95/96 iban desde Luceros al Rico Pérez para generar ambiente y optimismo. Ayer la mancha blanquiazul volvió a recorrer las calles antes del encuentro frente al Murcia y la respuesta no pudo ser mejor.
La afición desbordó las previsiones del propio club y en número superior a 1.500 unieron sus voces y sus corazones en busca del aliento necesario para su equipo. Cuando saltaron los jugadores a calentar hubo una ovación importante, pero cuando por la megafonía empezaron a nombrar la alineación del Hércules fue cuando el ambiente empezó a caldearse. Saltaron los equipos tras el trío arbitral y la grada de Preferente se cubrió de cartulinas azules y blancas. La canción de Fran Navarro, el himno oficial y hasta el "You'll never walk alone", cantado por los aficionados del Liverpool, retronaron por los altavoces.
Tras el pitido inicial, la afición no cesó de apoyar a sus jugadores, aunque hubo momentos en los que el Murcia le metió en el miedo en el cuerpo. Le costaba reaccionar, pero cuando el equipo realmente lo necesitaba ahí estaba para dar un último grito de aliento. Con el final del partido explotó, como lo había hecho antes con los goles de Rubén Navarro, Abel Aguilar y Delibasic o cuando despidió a Tote cuando fue cambiado. Soltó toda la adrenalina acumulada durante noventa minutos intensos, en los que tan pronto estaba invadido por una alegría extrema como se comía las uñas por el buen hacer de un Murcia que también contó con un nutrido grupo de seguidores en el popular quesito.
A la salida del estadio, la alegría en los aledaños era patente, pero en la mente de muchos aficionados ya había un nuevo objetivo: el derbi del próximo domingo ante el Elche.

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