martes, 17 de marzo de 2009

Tambores de guerra en la 'barra brava' de Boca

El fútbol no es ningún juego en el barrio bonaerense de la Boca, donde la vida y la muerte gira para los más violentos en torno a la pelota. La lucha por el control de la 'tribu' xeneize de 'La 12' dibuja en el horizonte un panorama preocupante en los alrededores del viejo puerto de Buenos Aires, situado en la desembocadura del Riachuelo en el Río de la Plata. El mismo lugar donde desembarcaron miles de inmigrantes italianos a finales del siglo XIX se ha convertido en el escenario perfecto de una historia más propia de la mafia.
El 'Padrino' porteño se llama Rafa Di Zeo y no viste de traje. La segunda piel de este argentino (de padre italiano y madre española) es la 'remera' azul y amarilla de Boca Juniors, club que 'gobernó' a sus anchas desde mediados de los 90 (cuando ocupó el trono bostero tras el encarcelamiento de José Barrita 'El Abuelo' por el asesinato de dos hinchas de River) hasta su entrada en prisión hace dos años. Cuentan en Argentina que Di Zeo tenía en Boca más poder que el presidente, más influencia que el entrenador y una ascendencia especial sobre los jugadores.
Aseguran que algunos, como Martín Palermo o Rodrigo Palacio, fueron a visitarle en alguna ocasión al penal de Ezeiza, donde cumplía condena por un pelea con hinchas de Chacarita en 1999. Desde hoy, tendrá permisos para salir a la calle y, si lo desea, podría regresar a La Bombonera para ver los partidos de su equipo mientras termina de cumplir el resto de la condena.
Primera erupción del volcán xeneize
La libertad transitoria de Di Zeo coincide casi en el tiempo con el incidente ocurrido el pasado domingo en Parque Lezama. En las horas previas al Boca-Argentinos Juniors, dos facciones enfrentadas de 'La 12' protagonizaron una pelea que se saldó con dos heridos: una anciana de 85 años, que pasaba por allí y recibió un disparo en una pierna, y un varón de 55 años, ingresado de gravedad tras sufrir un traumatismo craneoencefálico. La Policía argentina le identificó como hermano de Richard Laluz, más conocido como el 'uruguayo William' y líder de una de las facciones enfrentadas a Mauro Martín, quien manda en 'La 12' desde el encarcelamiento de Di Zeo.
Corre el rumor en los diarios de Buenos Aires de una posible alianza entre 'el uruguayo' y Di Zeo para desbancar a Martín, que era amigo y entrenador de boxeo del reo liberado y ahora está considerado como un traidor por los sectores afines al 'antiguo régimen'. El verdadero motivo de estas luchas cainitas por el poder en la grada de Boca es el dinero. El diario argentino 'La Nación' ha revelado que la barra brava recibe un paquete de 2.000 entradas por partido y una subvención de 20.000 pesos (unos 4.200 euros) mensuales para viajes. Además, controla los aparcamientos próximos a La Bombonera, cobra por exhibir pancartas, organiza la reventa de entradas y gestiona el llamado 'Adrenalina Tour', un pase carísimo inventado para turistas que quieran vivir un partido junto a ellos.
Di Zeo, el cacique de Boca
La sombra de un personaje como Di Zeo sigue siendo alargada. Acumuló un importante patrimonio, se codeó con las personas más influyentes de la ciudad (su mujer era secretaria del gobernador de la provincia de Buenos Aires) y mantuvo buenas relaciones con la Policía y los jugadores (Maradona incluído). Cuenta la leyenda que cuando fueron a detenerle escapó descolgándose desde un noveno piso tras atar varias sábanas. Tras la rocambolesca fuga, se entregó y acabó en prisión junto a otros miembros de 'La 12' como su hermano Fernando, tres años menor. Allí, un recluso intentó asesinarle sin éxito asestándole dos puñaladas.
Fuera de la cárcel, la integridad de Di Zeo también está amenazada. El lunes, tras el incidente de Parque Lezama, aparecieron pintadas intimidatorias contra él en los aledaños de la Bombonera. La lucha interna que vive 'La 12' se asemeja a lo sucedido entre 'Los borrachos del tablón', la barra principal de River Plate. La guerra por el poder en la hinchada de su eterno enemigo se saldó hace dos años con la muerte a balazos de Martín Gonzalo Acro. De nuevo, la pelota corre el riesgo de mancharse de sangre.

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