lunes, 5 de octubre de 2009

Medio millar de malaguistas animó desde ´la otra curva´

Seis policías montados a caballo esperaban la llegada de los más de 400 aficionados malaguistas que viajaron en excursiones organizadas desde la zona por la que debían entrar en el estadio de Chapín. Eran las 16.00 horas. Tan sólo un cuarto de hora más tarde aparecieron los ocho autocares llegados desde la Costa del Sol.
Gritos de ´Málaga, Málaga´ nada más bajarse de los autobuses. Malaka Hinchas, la Peña Universitaria y el Frente Bokerón demostraron que el equipo albiceleste –ayer, de naranja– no estaba solo. Ni mucho menos. Porque el amor a los colores se demuestra en cada ciudad, en cada estadio, en cada encuentro de Liga o Copa del Rey.
La cercanía de Jerez de la Frontera propició que numerosas personas se animaran a viajar, bien a través de los colectivos que organizaron los desplazamientos o en vehículos particulares. En este caso se estima que más de un centenar de seguidores: padres e hijos o familias enteras.
La esquina situada entre Preferencia y Gol, lo que en La Rosaleda sería la curva de Malaka, era un hervidero de aficionados malaguistas que no paraban de animar al equipo, en contraste con los ánimos recibidos de sólo unos treinta seguidores xerecistas cuando llegó el autocar del equipo gaditano al estadio. ´Cuco´ Ziganda fue el primero en bajar.
Resulta vergonzoso que la mayoría de los seguidores del Málaga pudieran entrar en el estadio cuando se llevaban veinte minutos ya de partido. Lamentable.
La fiesta estuvo dentro del coliseo del Xerez. El medio millar de malaguistas tuvo que emplear a fondo las gargantas para no verse eclipsado por el ´Kolectivo Sur´, el ´Komando Montoya´, ´Los de siempre´, la Peña ´Los desperdigaos´, el ´Komando Rondo´, ´Sherry Norte´, las ´Juventudes Jerecistas´, la Peña ´Los Ilustrados´ o la Peña ´Fernando el Cartero´.
Y lo consiguieron en muchas fases del choque con sus cánticos y gritos de apoyo al conjunto malagueño. Banderas, camisetas y, sobre todo, palmas en alto para dar el máximo empuje al equipo dirigido por Juan Ramón Muñiz.
Durante el descanso las fuerzas antidisturbios se acercaron a la grada donde estaban los malaguistas, muchos de los cuales se llevaron algún que otro mamporro sin haber hecho aparentemente nada.
La misma que se mascaba en cada jugada, sobre todo en el segundo tiempo, conforme avanzaban las manecillas del reloj y se acercaba el final del envite. Nervios a borbotones. Ninguno de los dos equipos está para echar cohetes. Aún así, los ánimos no decayeron. Ni siquiera cuando el Málaga fue por debajo en el marcador. Con el empate final se desató la alegría. Supo a poco.

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