El Dépor empezó el martes a ganar el partido del domingo. Lo que podría haber sido un pésimo día en la oficina, un nuevo zarpazo a la quebrantada moral de la tropa blanquiazul, pues cayeron lesionados Juca en Abegondo y Guardado en México, se convirtió en una jornada de catarsis. Porque la afición, simbolizada en los Riazor Blues, fue a hacer el boca a boca al colista de Primera. El 12 de octubre, festivo, el Dépor redescubrió a su afición.
Es costumbre en otros clubes que cuando caen chuzos de punta clasificatorios sus aficionados visiten en masa el entrenamiento para insultar y/o amenazar a sus jugadores. Ejemplos hay recientes y cercanos. Justo lo contrario aconteció ayer a las orillas del embalse de Cecebre, ese del que beben A Coruña y su área. Llegó un sorbo de agua fresca: más de 150 aficionados tomaron la grada de Abegondo en torno a las 11.15 horas mientras, un campo más allá, se entrenaban los de Lotina desde media hora antes.
Unión y compromiso
Cantaron, bailaron, animaron, agitaron banderas y desplegaron una pancarta con la leyenda Unión e compromiso. El impacto sobre la plantilla y el cuerpo técnico de la inesperada visita (no estaba anunciada, aunque se había comentado en foros de Internet) resultó tremendo. El entrenamiento se interrumpió y se dio una inversión de papeles: fueron los jugadores y los entrenadores los que aplaudieron a sus aficionados, los que se acercaron hasta la grada para agradecer la inyección de confianza.
Después, los profesionales volvieron al tajo. Y la afición, también. No cesaron los cánticos desde la grada, que ambientaron el resto de la sesión. «Todos a una, ganamos a Osasuna», sonó amplificado por 150 gargantas blanquizales. Y también se pudieron escuchar «Yo te quiero dar...», «ahora más que nunca/Dépor campeón» y demás clásicos del cancionero del fondo presidido por la torre de maratón. Hasta ardieron bengalas y se abrieron botes de humo. El club, por precaución, convocó de urgencia a su jefe de seguridad, pero nada tuvo que hacer, pues no hubo descontrol alguno.
Al final del entrenamiento, los jugadores desfilaron bajo las banderas, sonrientes, agradeciendo de nuevo el apoyo. Luego les dieron las gracias también en sus declaraciones a los medios de comunicación. Comparecieron en rueda de prensa, y no estaba previsto, el capitán Manuel Pablo y Lotina. El técnico leyó un comunicado mientras desde el exterior se colaban los gritos de los hinchas.
«Paga los pinchos, Lotina paga los pinchos», le pedían los aficionados. Y el técnico acabó pagando una ronda en el bar. Los Riazor Blues prefirieron no decir nada: «Hablamos en la grada, no para los medios».
Además de en la grada, hablaron en el entrenamiento. Y en su día lo hicieron en el hotel de concentración del equipo, un 27 de enero del 2008, horas antes del Deportivo-Valladolid que resultó un punto de inflexión para un equipo que estaba a cinco puntos de la salvación y que después casi acaba en la UEFA. Aquello ocurrió en la jornada 21. El domingo se jugará la séptima, solo la séptima. Hay tiempo de sobra para resucitar. La afición ya lo ha hecho.
Es costumbre en otros clubes que cuando caen chuzos de punta clasificatorios sus aficionados visiten en masa el entrenamiento para insultar y/o amenazar a sus jugadores. Ejemplos hay recientes y cercanos. Justo lo contrario aconteció ayer a las orillas del embalse de Cecebre, ese del que beben A Coruña y su área. Llegó un sorbo de agua fresca: más de 150 aficionados tomaron la grada de Abegondo en torno a las 11.15 horas mientras, un campo más allá, se entrenaban los de Lotina desde media hora antes.
Unión y compromiso
Cantaron, bailaron, animaron, agitaron banderas y desplegaron una pancarta con la leyenda Unión e compromiso. El impacto sobre la plantilla y el cuerpo técnico de la inesperada visita (no estaba anunciada, aunque se había comentado en foros de Internet) resultó tremendo. El entrenamiento se interrumpió y se dio una inversión de papeles: fueron los jugadores y los entrenadores los que aplaudieron a sus aficionados, los que se acercaron hasta la grada para agradecer la inyección de confianza.
Después, los profesionales volvieron al tajo. Y la afición, también. No cesaron los cánticos desde la grada, que ambientaron el resto de la sesión. «Todos a una, ganamos a Osasuna», sonó amplificado por 150 gargantas blanquizales. Y también se pudieron escuchar «Yo te quiero dar...», «ahora más que nunca/Dépor campeón» y demás clásicos del cancionero del fondo presidido por la torre de maratón. Hasta ardieron bengalas y se abrieron botes de humo. El club, por precaución, convocó de urgencia a su jefe de seguridad, pero nada tuvo que hacer, pues no hubo descontrol alguno.
Al final del entrenamiento, los jugadores desfilaron bajo las banderas, sonrientes, agradeciendo de nuevo el apoyo. Luego les dieron las gracias también en sus declaraciones a los medios de comunicación. Comparecieron en rueda de prensa, y no estaba previsto, el capitán Manuel Pablo y Lotina. El técnico leyó un comunicado mientras desde el exterior se colaban los gritos de los hinchas.
«Paga los pinchos, Lotina paga los pinchos», le pedían los aficionados. Y el técnico acabó pagando una ronda en el bar. Los Riazor Blues prefirieron no decir nada: «Hablamos en la grada, no para los medios».
Además de en la grada, hablaron en el entrenamiento. Y en su día lo hicieron en el hotel de concentración del equipo, un 27 de enero del 2008, horas antes del Deportivo-Valladolid que resultó un punto de inflexión para un equipo que estaba a cinco puntos de la salvación y que después casi acaba en la UEFA. Aquello ocurrió en la jornada 21. El domingo se jugará la séptima, solo la séptima. Hay tiempo de sobra para resucitar. La afición ya lo ha hecho.
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