jueves, 9 de agosto de 2012

Alemania

Los críticos de los ultras alegan que éstos no están dispuestos a respetar las reglas de comportamiento en los estadios ni las normas de convivencia cívica fuera de ellos. Por su parte, estos hinchas no se sienten tomados en serio por la élite que lleva las riendas del espectáculo deportivo y mucho menos por los agentes policiales, con quienes sostienen una relación hostil y de pocas palabras.
Aumentan los ataques contra los policías
Este es un problema serio porque esa enemistad convierte a las fuerzas de seguridad pública en blanco de agresiones. Sin embargo, es necesario aclarar que, aunque los hinchas más violentos suelen pertenecer a las filas de los ultras, no todos sus miembros son personas violentas. También es importante destacar que no todos los policías actúan de manera razonable de cara a los ultras. Esas y otras variables deben ser consideradas por las autoridades si se quiere poner coto a la violencia en lugar de intensificar los conflictos.
Quienes investigan el fenómeno de la violencia urbana observan que los agentes policiales son percibidos con cada vez mayor frecuencia como el enemigo. Y los garantes del orden están conscientes de ello: la policía registra actualmente el número más elevado de heridos en el marco de los desmanes cometidos por hinchas violentos, lesionados sobre todo por dispositivos pirotécnicos. Muchos piensan que basta con restringir el uso de pirotecnia para controlar la violencia generada por los ultras, pero los hechos demuestran que no es así.
La pirotecnia no es, por sí sola, un arma
Las imágenes de banderas ardiendo en las gradas y los tumultos registrados frente a los estadios o en las áreas de servicios al margen de las autopistas revelan que los casos de vandalismo consumados durante el más reciente campeonato de la Bundesliga no tienen nada que ver con los fuegos artificiales que se encienden al principio de los juegos o cuando un equipo anota un gol. Quienes han presenciado un partido en un estadio italiano suelen quedar positivamente sorprendidos por las luminosas coreografías creadas con mecanismos pirotécnicos.
Con pocas excepciones, en los estadios alemanes está prohibida la pirotecnia. La razón: el humo y el calor creado por esos dispositivos puede causar heridas serias, sobre todo cuando las gradas están repletas de gente. De ahí que los partidarios de los fuegos artificiales –entre ellos muchos miembros de los ultras– aboguen por que se permita encender mecanismos pirotécnicos de manera planificada y sólo en áreas determinadas, y rechacen el uso de los artefactos más peligrosos; ellos condenan también el lanzamiento de las luces de bengala hacia el campo de juego.
Es necesario oír y entender a los ultras
¿Cómo hacer frente al fenómeno de la violencia asociada a los ultras? ¿Interrumpir los juegos cuando se cometan actos de vandalismo? ¿Suspenderlos? ¿Dejar fuera del estadio a los hinchas de uno u otro equipo? ¿Reducir el número de boletos disponibles para determinadas asociaciones de fans? Los propios ultras desaconsejan la implementación de medidas como estas porque con ellas sólo se intensifica la cohesión del grupo y se estimula el efecto de solidaridad, enfatizando además que estas estrategias no ayudan a aislar a los hinchas violentos que se pretende identificar.
Este mes, cuando se vuelvan a reunir los políticos y los representantes de las asociaciones y federaciones futbolísticas para tratar el asunto de la violencia en el mundo del balompié, deberían abstenerse de endurecer las reglas y las sanciones sin reflexión previa, y dejar de generalizar
cuando hablan del comportamiento de los hinchas. Deberían, más bien, seguir el ejemplo que se intenta sentar en Hanover: en esa ciudad se procura reducir el número de policías apostados en las calles durante los días en que hay partidos, sustituyéndolos por “gerentes de conflictos” especialmente preparados para resolver enfrentamientos con hinchas violentos.
Además, la policía debería preguntarse si su propia actuación contribuye más a empeorar los conflictos que a solucionarlos. Pero, sobre todo, en la mesa de discusión deberían estar presentes los hinchas. Involucrarlos en la estrategia para controlar la violencia podría servir para identificar y castigar a aquellas personas que, con su actitud agresiva y su tendencia a los actos vandálicos, dañan a las asociaciones de balompié y a los ultras. Los hinchas están llamados a abrir la boca y señalar a quienes originan los tumultos.

Alemania tendrá en el futuro una comisión especial, formada por representantes de las autoridades deportivas y de las autoridades políticas y por representantes de los hinchas, destinada a hacer frente a los problemas de violencia en los estadios.
Así se decidió en una mesa redonda realizada en el Ministerio de Interior a la que asistieron el ministro Hans-Peter Friedrich, el presidente de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), Theo Zwanziger, el presidente de la Liga Alemana de Fútbol (DFL), Reinhardt Rauball, y Michael Gabriel, represente del Centro de Coordinación de proyectos para aficionados.
La creación de la comisión se produce poco después de una serie de incidentes ocurridos en la Copa de Alemania y en divisiones inferiores, muchos de ellos relacionados con el uso de pirotecnia en los estadios pese a la prohibición vigente.
Todos los participantes en la mesa redonda reiteraron la conveniencia de mantener esa prohibición y Rauball subrayó que una de las tareas que tiene la comisión es desarrollar herramientas para que se cumpla.
Rauball se manifestó además en contra de hacer más estricto el catálogo de sanciones para aficionados violentos, asegurando que una medida de esa naturaleza afectaría también a la mayoría pacífica y dificultaría el diálogo con los aficionados, que debe ser uno de los pilares de la lucha de la violencia.
Friedrich, por su parte, rechazó propuestas de prohibir el consumo de alcohol en los estadios por considerar una medida de esta naturaleza desproporcionada e ineficaz.
"Creo que es desproporcionado prohibirle a los aficionados pacíficos que se tomen una cerveza durante un partido. Además, la eficacia de la medida sería escasa porque la mayoría los aficionados problemáticos ya llegan bebidos a los estadios".
Tanto Friedrich como Zwanziger y Rauball subrayaron que los aficionados problemáticos son una minoría, que está por debajo del uno por ciento, y que eso es algo que hay que tener siempre en cuenta cuando se habla de problemas de violencia en los estadios

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