viernes, 5 de octubre de 2012

"En esta lucha hay dos salidas: o mato o muero"

Don Quijote, de haber sabido que los gigantes eran molinos, no hubiera ido a la carga con Rocinante. Usted lo supo de entrada y no evitó la confrontación con los ultras.
Soy admirador del Quijote, pero no voy contra molinos de viento, sino contra cosas que se pueden cambiar. Estoy avanzando con medidas efectivas. También tenemos problemas económicos: nos dejaron una deuda de más de 300 millones de pesos (49 millones de euros) y un promedio que nos deja en la puerta del descenso y que tenemos que solucionar.
Su lucha contra los violentos llegó a todo el mundo.
Se convirtió casi en un reality: el jefe de la barrabrava me venía a buscar a la puerta de la sede y ahí nos encontrábamos y las cámaras nos filmaban...
¿En qué momento tomó la decisión de librarles batalla?
Cuando me di cuenta de que la gente que genera violencia no buscaba beneficios para alentar al equipo, como ellos dicen. Banderas, facilidades para viajar o comprar entradas, no buscaban eso: esa es la fachada. Los barras buscan vivir, y cómodamente, del club. Manejar un espacio de poder para vivir bien, recaudar dinero, viajar al exterior, ir a ver los Mundiales. Cuando comprendí eso, pude decirles "señores, acá se terminó". No les doy dinero.
Los ultras en su país tienen comportamientos y organización mafiosa. ¿Se sintió solo al enfrentarse a ellos?
No sólo me felicitan hinchas de Independiente sino de otros clubes. Eso el Gobierno lo comprendió y me acompaña. Julio Grondona, presidente de la AFA y vicepresidente de la FIFA, fue el que más me apoyó. Me tocó una barrabrava muy difícil y politizada, que era la mano de obra violenta de la Comisión Directiva anterior y que castiga físicamente a sus hinchas cuando estaban disconformes con la Comisión Directiva anterior: les pegaban para que se callaran.
Inglaterra sí acabó con los 'hooligans'...
En Inglaterra los metieron presos y se terminó. Acá ser barra es un trabajo y tienen relaciones políticas. Los barrabravas te dicen que su arma no es un cuchillo ni un revólver: es un agenda telefónica, sus contactos. Saben con quién hablar cuando caen presos.
¿Usted fue violentado?
Entraron a mi despacho más de 20 barras, cerraron la puerta y pusieron la traba para que no entrara nadie. Mis secretarias se quedaron llorando del otro lado de la puerta, pensando que me iba a pasar lo peor. Tuvimos una discusión muy fuerte con ellos. Me ponen banderas en los estadios, me insultan, me amenazan. Yo quiero que le quede claro: no tengo retorno en esta situación. Gano o pierdo. Entre comillas, "mato o muero". Si me llega a pasar algo, no será en vano.

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