lunes, 10 de diciembre de 2012

El odio nació en los muelles

Cada vez que llega un sorteo de Copa de la Liga o de FA Cup en Inglaterra hay una cosa que teme especialmente la policía inglesa. Aunque los focos de los aficionados y la prensa suelen centrarse en los emparejamientos de los grandes equipos de la Premier, ellos suspiran por que no se crucen los caminos del West Ham y del Millwall, los protagonistas de la que para muchos es la rivalidad más enconada y violenta del fútbol inglés. Una enemistad que nació en los muelles del Este de Londres y que se agigantó tras una huelga general.
Hace tiempo que los caminos del West Ham -afianzado en la Premier- y del Millwall -inquilino habitual de las categorías menores- apenas se cruzan. En los últimos años solo un par de enfrentamientos en Copa de la Liga o en la Copa. Un alivio para las fuerzas de seguridad inglesas y para los responsables del mobiliario urbano londinense. Sin el glamour ni el interés deportivo de los grandes derbis de Inglaterra, el enfrentamiento entre el West Ham y el Millwall pasa por ser el más violento que puede verse en aquel país, sinónimo inevitable de incidentes de toda clase, como ocurrió en 2009 cuando el partido correspondiente a la Copa de la Liga acabó con un muerto y más de treinta heridos.
La enemistad de estos dos equipos afincados en los muelles del Este de Londres viene desde su mismo origen aunque hubo un momento en que su rivalidad se descontroló por completo. El Millwall fue el primero en nacer. Lo hizo en la que se conocía como la Isla de los Perros promovido por los trabajadores de la Morton, una conservera escocesa afincada en aquella zona. Tomaron los colores azul y blanco en homenaje al país de origen de la empresa y a su alrededor se fueron agrupando los estibadores del puerto que hicieron del Millwall una de sus señas de identidad.
Años después, los trabajadores de los astilleros optaron por crear también su equipo de fútbol. El Millwall se había asentado con firmeza entre los rudos encargados de la carga y descarga en el puerto y eso había despertado una cierta envidia en la gente del metal que ansiaban tener también un nexo de unión diferente al de las largas horas de trabajo que pasaban en los muelles. Así crearon el West Ham, equipo a quien de inmediato pasó a conocerse como los hammers (martillos) y optaron por vestir de grana porque uno de sus primeros seguidores, natural de Birmingham, propuso adoptar la misma equipación que el Aston Villa.
Los dos equipos estaban condenados a no entenderse con el agravante de que sus hinchadas estaban formadas por gente curtida, dura y que además casi nunca compartía los mismos intereses dentro del puerto de Londres. Los primeros incidentes datan de 1900, cuando arrancaron sus enfrentamientos. Surgieron de forma natural. Por la proximidad física y también porque trasladaron al terreno deportivo la pelea por ejercer cierto control en el puerto.
Sin embargo, todo se descontroló en 1960, momento en el que se traspasaron casi todas las líneas rojas. Ese año se había convocado una huelga general en Inglaterra. Los estibadores del Millwall la secundaron de forma decidida, algo que no hicieron los astilleros de la capital que reunían a los hinchas del West Ham. Aquello, en pleno auge del hooliganismo, se convirtió en el caldo de cultivo ideal para que la rivalidad se les fuese de las manos a los dos equipos. A partir de ese momento cada enfrentamiento se transformaba en una guerra callejera que provocaba docenas de heridos y algún que otro muerto. No se respetaban ni los partidos homenaje como sucedió con el de Harry Cripps, que había pasado por ambos equipos. Los aficionados del West Ham reventaron el encuentro al grito de "traidor" -Cripps había dejado el equipo de los astilleros para fichar por el vecino de enfrente- y se acabó la concordia prometida para aquella tarde. Odiándose profundamente han seguido viviendo estos dos equipos, protagonistas de un derbi que ahora apenas se produce por la caída clasificatoria que ha tenido el Millwall, devastado por una crisis económica. En 2009, después de muchos años sin verse las caras, volvieron a coincidir en la Copa y el resultado fue el de un aficionado muerto y unos incidentes que hacía muchos años que no se veían en Inglaterra. La prueba de que aquel odio portuario sigue demasiado vivo.

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