viernes, 14 de diciembre de 2012

La violencia mancha la imagen como anfitrión del Mundial de Brasil

En cuanto el árbitro da el pitido final le rodean la policía antidisturbios en el campo para evitar que jugadores, entrenadores e incluso periodistas se acerquen lo suficiente para hacerle preguntas o cuestionar su actuación.
Es una imagen recurrente en el fútbol brasileño y los antidisturbios siempre están presentes en los estadios, como la violencia que protagonizó el partido del miércoles por la noche, la final de la Copa Sudamericana en Sao Paulo, una de las ciudades que albergará el Mundial de 2014.
El modesto equipo argentino Tigre acusó a la policía y los responsables de seguridad de Sao Paulo de atacarles y apuntar con armas a sus jugadores en el vestuario en el descanso del partido donde iban perdiendo 2-0 ante el equipo local, y se negaron a jugar la segunda parte.
La primera mitad terminó en una trifulca en la que participaron numerosos jugadores y responsables de ambos equipos cuando abandonaban el campo y la policía también tuvo que lidiar con unos 60 aficionados de Sao Paulo que invadieron el campo para celebrar que el árbitro declaró ganador a su equipo.
"Por supuesto que no tenemos jurisdicción sobre este partido pero no es una buena imagen para Brasil y debe cambiar", dijo Ricardo Trade, consejero delegado del comité organizador del Mundial de Brasil.
"Ese tipo de imágenes de televisión no son buenas para nosotros, por supuesto que no las queremos", dijo durante una visita a los recintos del Mundial.
"También queremos cambiar otra imagen negativa, la de la policía militar en los estadios escoltando al árbitro y responsables fuera del campo. No es una imagen positiva".
"No tendremos esto en el Mundial. Asistentes normales escoltarán al árbitro y aunque habrá policía militar en el estadio no se verá... a menos que suceda algo con lo que tengamos que lidiar".
Una fuerte presencia policial en los estadios fue la respuesta del Gobierno a los hooligans en las gradas en la década de los 80 que sólo empeoró en los 90.
Las autoridades de Río de Janeiro, ante las peleas masivas en las gradas del gigante estadio de Maracaná durante los grandes derbies, creó una unidad policial en 1991 especialmente entrenada para los partidos de fútbol que llevaba armas de fuego y realizaba patrullas a caballo a las afueras de los campos que están siendo reformados para el Mundial.
Las autoridades han tenido algo de éxito a la hora de controlar a los hooligans y los enfrentamientos se producen a cierta distancia de los estadios en días de partidos pero la mera presencia policial conlleva peleas, gases lacrimógenos y detenciones en los partidos.
No obstante, no es sólo la policía la que mancha la imagen de Brasil, que albergará el Mundial por segunda vez.
Decenas de personas con vínculos a algunos de los equipos siguen los partidos desde el borde del campo y las invasiones son algo habitual para celebrar un gol o protestar la decisión arbitral: lo que lleva a que la policía también salga al campo.
También hay mucha presencia de medios de comunicación a pie de campo, y los periodistas de radio y televisión entran rápido al césped para una rápida entrevista en cualquier momento de un partido.
El mundial parece una oportunidad de cambio para Brasil.
"Esperamos que después del Mundial no veamos policía rodeando a responsables al finalizar un partido... Da una mala imagen", dijo Trade.
"Estamos trabajando en ello".

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