viernes, 8 de noviembre de 2013

Las cuatro guerras del Partizan

El primer derbi de Belgrado del presente ejercicio volvió a poner de manifiesto una realidad tan alarmante como ya habitual en el clásico más caliente de Europa del Este: el protagonismo estelar de los seguidores radicales de Estrella Roja y Partizan. Armados hasta las cejas de todo tipo de artilugios pirotécnicos que cuelan como Pedro por su casa en el estadio, estuvieron al borde de forzar la suspensión de un choque que en esta ocasión fue además el campo de batalla entre los ultras visitantes, sumidos desde hace meses en una lucha fratricida que ya se ha cobrado varias vidas.
La hinchada del Estrella Roja agasaja a su equipo con un impresionante despliegue pirotécnico antes de que arranque el derbi ante el Partizan. FOTOS: DAVID RUIZ
Se juega como se vive, suele decir Eduardo Galeano. Yo añadiría a tan acertada aseveración que también se apoya de igual modo a tu escuadra del alma. Por eso asistir in situ a un Estrella Roja-Partizan, como el del pasado fin de semana en el Pequeño Marakana de Belgrado, ayuda a comprender mejor la convulsa historia reciente en los Balcanes a través del belicoso comportamiento de sus respectivas aficiones.
Es su seña de identidad y no tienen la más mínima intención de reprimirla. Porque los Delije (La élite) y los Grobari (los enterradores) llevan la violencia adherida en los genes y la exhiben con arrogante desfachatez tanto dentro como fuera del estadio.
Su perfecta organización de corte castrense (no pocos son antiguos paramilitares curtidos en mil batallas durante la Guerra de Bosnia) hizo posible que tuvieran en jaque durante más de cuatro horas a los 5.000 efectivos policiales desplegados por todos y cada uno de los puntos cardinales de la capital serbia.
El humo y el fuego volvieron a ser, como cada vez que el calendario hace coincidir en el mismo recinto deportivo a los dos gigantes de la Jelen Super Liga, las estrellas principales de un clásico, el 145 de la saga, que pasará a la historia por el nuevo frente abierto en el seno de la propia hinchada del Partizan.
Como si no fuera suficiente ‘trabajo’ litigar a bengala o bombazo limpio con los ultras rojiblancos, las fuerzas de seguridad que rodeaban su ‘posición’ en la tribuna sur y los bomberos, encargados de sofocar en primera línea sus reiteradas tentativas de reducir a cenizas el estadio más grande de la extinta Yugoslavia, los Grobari las tuvieron tiesas también con una de sus facciones, los llamados Zabranjeni (los prohibidos), decidida desde hace un tiempo a hacer la guerra por su cuenta, ignorando la escala de mando (a cuya cabeza está el grupo llamado Alcatraz) de esta especie de ejército de mercenarios al servicio del mejor postor con capacidad para detener y obligar a la propia UEFA a suspender un encuentro de clasificación de la Euro, cosa que sucedió hace tres años en Génova con un Italia-Serbia.
Guerra de bengalas entre hinchas del Partizan.
El resultado de su escisión ha sido el estallido de una guerra civil interna que ya se ha cobrado varias vidas. La última, a principios de la semana pasada cuando Vlado Zivkovic (30 años), uno de los radicales alineados con el nuevo grupo, fue asesinado de una cuchillada en el barrio de Karaburna.
Precisamente, el momento en el que el millar de miembros de los Zabranjeni desplegó una pancarta recordando lo sucedido dio pábulo a la primera escaramuza seria del derbi con el intercambio de bengalas entre seguidores del Partizan, separados por un tramo de 50 metros de grada y dos cordones de antidisturbios, que asistieron impertérritos al fratricidio pirotécnico previo al pitido inicial.
Si por algo se caracteriza un choque que pasa por ser el más caliente de Europa del Este, es justamente por ese inagotable despliegue de bombas, petardos, bengalas y cohetes que en nada tiene que envidiar al día grande de Las Fallas valencianas. Mientras que en Inglaterra las hinchadas revientan los decibelios del estadio entonando ‘a capella’ de manera solemne la canción-himno de su equipo, en Belgrado lo iluminan literalmente con un formidable zafarrancho multicolor de fuegos de artificio cuya procedencia es, sin duda, el gran misterio de esta batalla cíclica entre Delijes y Grobaris.
Nunca comprenderé cómo son capaces de colar kilos y kilos de ‘munición’ después de verse sometidos a dos cacheos exhaustivos en los aledaños del estadio. Resulta que a un servidor le miraron hasta en el monedero para ver si llevaba TNT camuflado en forma de Bonobus, mientras varios miles de individuos accedían a sus puestos de ‘combate’ armados hasta los dientes. O eso, o los habían escondido el día antes en el propio recinto, lo cual resulta bastante plausible, visto el alto grado de enquistamiento de los ultras en sendas instituciones deportivas.
AL BORDE DE LA SUSPENSIÓN
 Bien es cierto que el efecto lumínico que provocan por unos instantes en sus graderíos es impresionante. Empero, el festival pirotécnico suele ser el preludio de los enfrentamientos a gran escala entre todas las fuerzas desplegadas en el interior del estadio. Como si de una partida de ajedrez se tratara, uno de los contendientes mueve ficha en espera de la reacción de sus rivales. Esta vez, fue el grueso de las ‘fuerzas’ del Partizan quien llevó la voz cantante iniciando en el minuto 48 de partido una ofensiva en toda regla que arrancó con el lanzamiento de al menos 100 bengalas, siguió con un bombazo que se escuchó en todo Belgrado y finalizó con la quema compulsiva de banderas que acabó provocando varios incendios a la vez en su propia tribuna.
El esfuerzo titánico de los bomberos por controlar el desaguisado en forma de llamas resulta insuficiente y el juez de la contienda decide parar el juego puesto que la atmósfera comienza a ser irrespirable por mor de las inmensas columnas de humo que invaden el césped. El mensaje del árbitro es claro: si no se apagan los diferentes focos de fuego, suspende el clásico. En la tribuna de prensa, a rebosar de un sinfín de personajes que tenían de profesional de la información lo que yo de barítono, se sospechaba que el ataque desencadenado por la parroquia forastera perseguía romper el ritmo de un Estrella Roja dominador que pasaba por sus mejores minutos de fútbol.
El juego se reanudó 10 minutos más tarde sin que una de las fogatas, la más grande, estuviese aún dominada. ¿La causa? Una bandera enorme que los Grobari desplegaron a modo de protección de las llamaradas, dificultando que el agua de los camiones cisterna alcanzara el corazón del fuego.
Fogatas múltiples en la tribuna de los Grobari.
Aplacadas las llamas tras 20 minutos de lucha con el líquido elemento, los incondicionales del Estrella Roja dedican una ovación cerrada al equipo de bomberos, que repliegan líneas para tomarse un pequeño respiro, que será ya definitivo puesto que a esas alturas sendas hinchadas se han pulido ya el quintal métrico de material que colaron esa tarde en el Marakana balcánico.
El triunfo final por la mínima de los locales sirve para suturar la herida provocada por el flojo inicio de campaña y devolver un rayo de esperanza a sus tropas luego de seis años consecutivos viendo cómo el máximo enemigo conquistaba la liga.
La celebración, tanto en el césped como en la grada, tiene sabor a título. Y mientras los Delije despiden a los duros ‘guerreros’ ataviados de negro a la voz de “Grobari, que os den por el…”, estos obligan a sus futbolistas a repasar junto a su grada durante media horita, a modo de castigo, el CD completo de su repertorio. Y es que en el derbi de Belgrado, la ley se

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