viernes, 13 de diciembre de 2013

La lucha de los clubs de fútbol por acabar con sus grupos ultras

Si hay un proceso representativo de guerra abierta entre un club y sus seguidores más radicales, no es otro que el iniciado por Joan Laporta en 2003 para echar a los Boixos Nois del estadio Camp Nou. Bajo el lema de tolerancia cero contra los violentos, el expresidente blaugrana desató las hostilidades contra el grupo nada más alcanzar la presidencia.
El primer paso fue cerrar el cuarto que tenían dentro del estadio para guardar pancartas, banderas, bombos y demás parafernalia con las que gestionar sus actividades. Este primer incidente iba a provocar el inicio de un duro enfrentamiento que terminaría con la ilegalización de los Boixos como peña culé.
En Marzo de 2004 los acontecimientos se precipitan a la salida de un partido de balonmano frente al Ademar de León, donde varios miembros del grupo ultra tratan de agredir al por entonces presidente. A raíz de aquello, Laporta decide retirar el carnet de socio a cerca de 400 «boixos» entre los que se encuentra su presidente, Manuel Homar.
Amenazas en la casa de Laporta
La tensión se dispara el día que la fachada del domicilio personal de Laporta amanece con pintadas entre las que se puede leer: «Te voy a matar», «Nuestra casa es el Camp Nou y la tuya es la tumba», «Este es tu refugio» o «Laporta hijo de puta no nos echarás».
Sin embargo, este hecho no amedrenta a un Laporta que pasa a convertir el acceso a la puerta 88 del Camp Nou en una frontera casi inexpugnable para los Boixos. De un tiempo a esta parte, la citada presión del club, unido a las sucesivas operaciones policiales contra varias de sus secciones más violentas, han terminado por reducir drásticamente a uno de los grupos más duros del país.

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