martes, 18 de marzo de 2014

El Tribunal no late, tiembla

Con 40 barras, promesas de guerra y mucha policía, largó el juicio del Uruguayo Richard contra Di Zeo, por intento de homicidio.
Treinta de un lado, 15 del otro. Era una bomba de tiempo: sólo faltaba que alguien encendiera la mecha. El presidente del Tribunal, Domingo Altieri, cortó por lo sano: señores, a la próxima mirada que se cruzan hago desalojar la sala. Pero a sabiendas de lo que se enfrentaba, también hizo otra cosa sin anunciarla y en minutos el sexto piso de Tribunales fue una sucursal de la Federal. En ese clima de guerra y con promesa de batalla inminente, comenzó el juicio contra Rafael Di Zeo como presunto autor intelectual del intento de homicidio de William Richard Laluz Fernández. Sí, entre dos capo barras de La Doce que lideraron juntos el paraavalanchas de La Bombonera y que terminaron enfrentados en una guerra que ayer llegó a un Palacio que se asemejó a la segunda bandeja que da a Casa Amarilla.
El hecho que se discute ocurrió en la madrugada del 12/3/11, en Cocodrilo. Allí mientras las chicas bailaban en el caño, La Doce iba de caño. El grupo de Di Zeo estaba festejando el cumpleaños de Diego Rodríguez, (uno de los que terminaron en prisión por la agresión a los hinchas de Chaca en el 99) y el Uruguayo Richard que había salido de la cárcel dos meses antes, llegó al lugar para intentar armar un pacto e ir juntos a recuperar la tribuna, por entonces en manos de Mauro Martín y Maximiliano Mazzaro. Pero su plan falló y cuando se iba recibió tres tiros por la espalda que lo dejaron postrado en silla de ruedas. Y Richard asegura que antes de la agresión escuchó a Rafa decirle a otro barra, Gabriel Polilla Melo (acusado de autor material del hecho), “Dale, tirale, tirale”.
En ese marco ayer debían declarar los tres implicados. El Uruguayo no lo pudo hacer: le bajó la presión en plena audiencia y postergó su acusación para el próximo martes. Minutos antes de que esto ocurriera se lo vio cruzarse con el propio Di Zeo. Algunos especularon con una estrategia para ver qué decía Rafa y declarar después o abrir un compás de espera esperando quizá una negociación. Pero claro, son simples hipótesis...
Al toque Di Zeo y Melo se negaron a hablar. Así se leyeron sus declaraciones previas, donde Rafa jura y perjura que aquella noche no estuvo en Cocodrilo, lo mismo que Melo. Un ratito después testificó la mujer del Uruguayo pero sus palabras fueron ambiguas. Dio a entender que su marido le había confesado por teléfono que un Di Zeo lo había mandado a matar, pero no fue concluyente. Y también declaró un policía que esa noche estaba disfrutando su día franco en el cabaret y que al parecer no vio ni oyó nada.
En ese marco, sí sucedió algo insólito. Fue cuando Di Zeo debió contestarle al Tribunal sobre su medio de vida. Y sin ponerse colorado, aseveró que tenía dos trabajos, en un estudio de abogacía y en una empresa de transporte (se sabe, con uno solo no se llega a fin de mes), y que arañaba un sueldo de 11.000 pesos, dinero importante para la mayoría de los trabajadores pero ínfimo para el nivel de vida que llevan los jefes de las barras, a tal punto que no llega al mínimo imponible para pagar ganancias. Melo, que está preso hace un año y medio, dijo que trabajaba en el sindicato de los petroquímicos, como para ratificar la alianza barra-sindical que se ve a diario.
¿En qué puede terminar todo? Difícil predecirlo. Ayer no hubo testimonios que pudieran complicar a los imputados, pero fue recién la primer jornada. Vendrán otras y será ante la inquietante mirada de medio centenar de barras.

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