miércoles, 27 de mayo de 2015

Nervión, capital de Europa. Vuelan banderas…

La gran ausencia de la final tras caer lesionado en San Petersburgo en la vuelta de los cuartos de final de la Liga Europa, será hoy uno más en la infantería de hinchas del equipo. El argentino, bravo defensor y uno de los hombres fuertes del vestuario, entenderá qué se siente (muy a su pesar puesto que aún no puede lamentarse no poder jugar la final) viendo al Sevilla desde la grada e insuflando todos los ánimos posibles para que sus compañeros se vuelvan a traer la copa europea. «Lo que tienen los hinchas del Sevilla es algo especial. Nos lo da todo. Hay veces que estamos algo caídos y ellos empiezan a cantar y nos terminan levantando. Ha sucedido en multitud de ocasiones. De hecho, creo que en todos los partidos pasa. El encuentro y su ritmo en multitud de ocasiones van al ritmo que marca nuestra afición», declaró el argentino cuando se le preguntó por la marea roja y blanca en la que él, de alguna forma, se dejará envolver.
Desde la temporada pasada no paran de vivirse momentos mágicos. En el terreno de juego y en la grada. Aquel partido ante el Valladolid, que termino 4-1 y que supuso el levantamiento de las tropas sevillistas para tratar de remontar la eliminatoria de octavos ante el Betis, se convirtió en la viva imagen de la perfecta e inquebrantable comunión entre los jugadores y los aficionados. Aquel día, hace ya catorce meses, se consiguió algo más que empezar a remontar ante el cuadro verdiblanco. Aquel día, aquella noche, en aquel momento, los sevillistas (jugadores e hinchas) supieron que juntos, unidos y yendo hacia el mismo lugar, podían ser eternos. Europa entera lo sabe. El Sevilla acabaría ganando la Liga Europa en Turín tras firmar actuaciones épicas con la siempre mirada atenta de miles y miles de seguidores. Ya fuera en Nervión o fuera.
En esta temporada tampoco la química ha faltado. En Europa, exceptuando el partido de la fase de grupos ante el Feyenoord, en la que las autoridades holandesas prohibieron la entrada a los más de cien aficionados sevillistas que se presentaron en Rotterdam, la mirada jugador-aficionado en los distintos campos europeos no ha faltado. Los seguidores del equipo de Emery fueron retenidos por la Policía hasta que acabara el partido y, curiosamente, el Sevilla terminó… perdiendo el partido (2-0). El conjunto nervionense terminaría remontando el vuelo en el último encuentro en Europa, ante el Rijeka (1-0) en el Sánchez-Pizjuán, y obtendría el pase a la siguiente ronda, los dieciseisavos, como segundo de grupo.
A partir de ahí empezaría la fiesta. Otra vez. Porque el enfrentamiento ante el Borussia Mönchengladbach supondría el espaldarazo necesario para volver a pensar y soñar que esta Copa de Europa también podría ser sevillista. Los que mejor lo entendieron fueron los aficionados, que volvieron a acompañar al Sevilla lejos de nuestras fronteras para ayudar y tratar de hacer valer el corto resultado obtenido en la ida (1-0). El jueves 26 de febrero se presentaron más de 500 hinchas en las gradas del Borussia Park. El partido acabaría 2-3 con un genial Vitolo, autor de dos de los tres goles sevillistas, y los jugadores aclamando a su afición debajo de la zona acotada para la zona visitante. El sevillismo volvía a dar un golpe encima de la mesa y se posicionaba de nuevo, juntos, jugadores y afición, en primera línea. Los octavos de la UEFA Europa League llevaría al Sevilla a Villarreal. El partido de ida se jugaría en El Madrigal y con ello más de 2.000 sevillistas harían el camino, la mayor parte en autobús y vehículos particulares, hasta tierras castellonenses. El resultado sería realmente excepcional para el conjunto de Emery, y, de nuevo, los futbolistas terminarían honrando a sus hinchas, situados en lo que se conoce como la «jaula» del Madrigal. Un mes más tarde, en los cuartos de final, el Sevilla tendría que tomar rumbo a tierras rusas. Fue un jueves de Feria. Como el día de Antonio Puerta. Pero a casi 5.000 kilómetros del corazón de Nervión. La ida acabaría con un corto 2-1 y en la vuelta se sufrió hasta el minuto 86, justo el momento en el que Gameiro colocó a un Sevilla herido en las semifinales de la Liga Europa. La fiesta se hizo entonces delirio. Máximo arrebato con la disputa de una nueva semifinal europea. El bombo deparó que la eliminatoria se jugara ante la Fiorentina y que los aficionados sevillistas volvieran a hacer la maleta, a pesar, incluso, de que el marcador en la ida en el Sánchez-Pizjuán fue más que rotundo: 3-0. A la semana siguiente, el 14 de mayo, casi mil viajaron hasta la capital de la Toscana y protagonizaron una de las imágenes de la temporada. Nada más acabar el encuentro, con una nueva victoria de los sevillistas, en esta ocasión por 0-2, los jugadores se marcharon hasta la grada en la que se encontraban los aficionados y allí cantaron y cantaron y volvieron a cantar durante varios minutos al unísono: «Sevilla, Sevilla, Sevilla, Sevilla…».

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