jueves, 23 de marzo de 2017

Pan duro, fuego y orgullo de tus raíces: la receta de resistencia del norte de Grecia

Posiblemente, ningún equipo entiende tanto a los refugiados. Posiblemente, ningún equipo sea tan temido como el PAOK de Salónica
uatro palabras que resumen la identidad y el orgullo de clase de un club diferente, el PAOK de Salónica, cuyo hipnótico documental 90 años: nostalgia por el futuro podremos ver este fin de semana en el Offside Fest.
PAOK y pan duro porque así se les quedaba el pan a los aficionados que iban a ver al equipo griego a mitad de siglo pasado. A las once jugaba el segundo equipo, a la una el tercero y a las tres de la tarde el primero. Para entonces, y aunque lo acompañaban de aceitunas y queso, el pan ya estaba duro.
El PAOK es una idea, les gusta decir a los aficionados de un club fundado por refugiados de la actual Estambul que huyeron a Grecia tras la derrota helena en la guerra contra Turquía (1919-1922).
Para comenzar a entender esa idea, solo hay que explicar sus siglas: Panthessalonikios Athlitikos Omilos Konstantinoupoliton. O sea, Club Atlético de los Constantinopolitanos de toda Salónica. Y esto último es importante, porque el PAOK nació con la voluntad de no ser un agujero sectario, sino para ser de todos. Con el tiempo lo han conseguido: es el equipo más popular de la segunda ciudad más grande de Grecia -más de un millón de habitantes en su área metropolitana- por delante del más antiguo Iraklis y del Aris, asociado a las clases más pudientes.
El PAOK nació de la pena y del desarraigo. De ello hablan sus colores, el blanco de la vida pero el negro de la tristeza, de la nostalgia. Y su símbolo, el águila bizantina de dos cabezas, pero con una particularidad única: sus alas están cerradas.
Esas alas contrastan con su actitud. Si ha habido un equipo de la ruta del horror que se ha significado en favor de los refugiados, ese ha sido el PAOK. Su ayuda humanitaria concreta o las invitaciones a niños a sus entrenamientos eran solidaridad casi obligada de parte de un equipo fundado por refugiados. Su grupo ultra más numeroso, Gate 4, mantiene una postura claramente antifascista que se concreta en campañas a favor del "no" a los recortes de la Troika en Grecia, además de mantener amistades con grupos de Partizán o Besiktas. Sus espectáculos de pirotecnia son leyenda.
Un equipo orgulloso de ser el único que nunca ha bajado a segunda junto a los dos gigantes de Atenas, el Olympiakos y el Panathinaikos. Con una afición fiera, ayudada por la mística y la acústica del estadio Toumba, donde 30.000 personas parecen 300.000. No demasiado acostumbradas al éxito, si por éxito entendemos títulos. Solo dos ligas, la 75-76 con Koudas y Terzanidis, y la 84-85 con Vasilakos y Skartados. Una afición que, siguiendo en la estela de reponerse al fatalismo de la identidad del PAOK, trata de sobreponerse a la mala fama de ser considerada por la prensa perezosa como una de las más violentas del mundo, apoyadas en incidentes como los que ocurrieron en la vuelta de la UEFA del 92 contra el PSG, cuando problemas en las gradas hicieron que fuera imposible jugar el partido.
Una masa social que trata de esquivar la tragedia, al fatalismo. Aunque en el camino aparezcan problemas financieros, sequía ganadora y, de nuevo, la muerte. Como la que encontraron seis jóvenes fans de entre 15 y 22 años y el conductor del autobús de dos plantas que se salió de la calzada muy poco antes del cambio de siglo.
Pero en el PAOK conocen la receta mágica para resistir: pan duro, fuego y orgullo de tus raíces.

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