martes, 16 de mayo de 2017

Phillip Winkler, autor de la exitosa novela «Hooligan», avisa sobre el peligro de los radicales en el Mundial del próximo año

A lo largo de la historia del fútbol ha habido picos y valles, aunque por desgracia ha predominado bastante más lo primero que lo segundo. Hubo un corto tiempo en el que las fieras humanas que se excusan en el fútbol para dar rienda suelta a su extrema violencia parecían amansadas, pero era una falsa alarma. Desde hace un par de años, el movimiento ultra y los hooligans andan a sus anchas por España y Europa, en parte gracias a la connivencia de ciertos clubes y organismo oficiales, que usan agua tibia para echarlos del fútbol.
La muerte de Jimmy, la barbarie de Marsella durante la Eurocopa del pasado año, la extrema violencia de los radicales del Legia en su visita a Madrid, la batalla entre ultras del Atlético y la Policía en el derbi de Champions del pasado miércoles... Tristemente, son muchos y muy sonoros los capítulos de violencia que están rodeando al fútbol en esta segunda parte de la década: «Los hooligans nunca se van a extinguir. Con el paso del tiempo sus rutinas se transforman y cambian de hábitos, pero siempre estarán ahí», explica Phillip Winkler, autor de «Hooligan» (Editorial Alianza de Novelas), novela premiada con el mejor debut literario de Alemania en 2016 y finalista del Premio Alemán del Libro.
«Cuerpo a cuerpo, sin armas»
Este joven escritor de 31 años se crío en los suburbios de Hannover, nicho de uno de los grupos de hooligans de mayor peligrosidad de su país. Su brillante libro es una historia de ficción que relata la rebelde vida de Heiko Kolbe y quienes considera sus hermanos de sangre, hinchas fanáticos del «Hannover 96». En él, Winkler proyecta vivencias propias: «Yo nunca he sido hooligan, pero me he criado en un barrio en donde sí que había, y tengo amigos que también lo son. He comprobado de primera mano cómo se organiza y cómo es una pelea entre hooligans. Cuerpo a cuerpo, sin armas y sin llegar a la muerte. Las hay hasta de 120 contra 120, aunque lo normal son 10 contra 10 o 15 contra 15».
Phillip Winkler considera que el fútbol es el entorno perfecto para que gente alcohólica y con problemas sociales saquen toda su frustración en forma de violencia, aunque él cree que en España hay un problema conceptual: «En Europa, un grupo ultra se considera a aficionados reunidos en tornos a peñas que se dedican a cantar y apoyar a su equipo. En cambio, los hooligans son personas que provienen del mundo militar, excombatientes, gente que frecuenta gimnasios y clubes de lucha, y que normalmente no hacen del fútbol un estilo de vida. Lo usan como trampolín para organizar peleas en lugares secretos, como bosques o polígonos, donde no haya ni policía ni gente inocente».
El escritor germano recalca que los hooligans tiene un patrón de comportamiento situado por encima de la violencia. Ellos no consideran que estén haciendo nada malo. De hecho, Winkler subraya que la gran mayoría de hooligans con los que él ha crecido se pueden pelean horas antes de la disputa de un partido y luego ir al fútbol con amigos o familiares, y allí comportarse con total normalidad: «Es una situación que se pudo ver en la Eurocopa, sobre todo en Marsella. Allí, los hooligans rusos tenían como objetivo vencer a los ingleses. Ese es el mayor orgullo que pueden tener. Son violentos organizados profesionalmente, que se preparan como ascetas, mientras que los ingleses tienen peor fama de lo que en realidad son. Ahora ya no tienen la fortaleza de otros años. Los hooligans rusos fueron a Marsella con el objetivo de colocarse la medalla de los radicales más peligros de Europa. Y sin duda que lo son».
El Mundial del año próximo preocupa, y mucho, a todos los sectores del fútbol. Los rusos ya avisaron en Francia de lo que son capaces de hacer, y en su país juegan con una gran ventaja: «En el Mundial de Rusia habrá más violencia de lo habitual. Los hooligans rusos están en su casa, juegan en campo propio. Habrá que tener mucho cuidado, No creo que se les permita una caza al aficionado o al turista, pero la alerta está ahí. Podría haber en paralelo un Mundial de fútbol y un Mundial de hooligans», sentencia Winkler.

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