La violencia de las barras brava es la manifestación más visible de una sub cultura que se ha ido conformando alrededor del fútbol, los gremios, la política. La historia personal de los acusados del crimen de Mariano Ferreyra vincula barras bravas de distintos clubes con gremios como la Unión Ferroviaria y muestra el uso de patotas con los fines más diversos. Es evidente que las barras bravas se han convertido en grupos de choque que se mueven con impunidad, que desarrollan actividades de todo tipo en el espacio público y que resultan funcionales a requerimientos de dirigentes de diferentes ámbitos, sea para enfrentar hinchadas de otros clubes, para eliminar disidencias internas en sindicatos o para incidir en actividades políticas. Cabe recordar que el Gobierno ha promovido la formación de una organización de barras explícitamente aliadas al kirchnerismo, algunos de cuyos miembros fueron llevados incluso al Mundial de Fútbol.
En este deporte, las barras bravas persisten por la complicidad de dirigentes de clubes y por la por lo menos pasiva actitud política y policial. Así se suceden los enfrentamientos y sólo en la última fecha disputada hubo dos heridos de bala en las inmediaciones de la cancha de Huracán y un choque violento entre la hinchada de ese club y la de San Lorenzo.
Por otro lado, la xenofobia es cada vez más marcada entre las barras bravas. La violencia es básicamente física, pero también simbólica, ya que se desacredita al diferente, que se convierte en un adversario a eliminar.
En las raíces de esta sub cultura está presente una trama de negocios y prebendas que engloba instituciones deportivas -y esto provoca un creciente clima de violencia en el ámbito del fútbol-, gremiales y políticas -y esto hace que se use la violencia para preservar o conquistar posiciones de poder. Esta realidad sólo se revertirá a partir de decisiones políticas y con una estrategia firme que le brinde mayor transparencia a esos ámbitos y que impida la conformación y uso de estos grupos de violencia al servicio de diferentes formas de poder.
En este deporte, las barras bravas persisten por la complicidad de dirigentes de clubes y por la por lo menos pasiva actitud política y policial. Así se suceden los enfrentamientos y sólo en la última fecha disputada hubo dos heridos de bala en las inmediaciones de la cancha de Huracán y un choque violento entre la hinchada de ese club y la de San Lorenzo.
Por otro lado, la xenofobia es cada vez más marcada entre las barras bravas. La violencia es básicamente física, pero también simbólica, ya que se desacredita al diferente, que se convierte en un adversario a eliminar.
En las raíces de esta sub cultura está presente una trama de negocios y prebendas que engloba instituciones deportivas -y esto provoca un creciente clima de violencia en el ámbito del fútbol-, gremiales y políticas -y esto hace que se use la violencia para preservar o conquistar posiciones de poder. Esta realidad sólo se revertirá a partir de decisiones políticas y con una estrategia firme que le brinde mayor transparencia a esos ámbitos y que impida la conformación y uso de estos grupos de violencia al servicio de diferentes formas de poder.
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