miércoles, 15 de abril de 2015

La caldera de Simeone no hirvió

Diego Simeone, bien conocedor de la importancia del ambiente y de su aportación al espíritu de su equipo, lo había preparado con intención. Bufandas en alto, rojiblancos en pie para acompañar la parafernalia de la Liga de Campeones y como disparo para el choque 50.000 gargantas cantando el himno del Atlético de Madrid. Sin embargo, el plan del entrenador rojiblanco se desdibujó de manera paralela a la del juego. 
Ante la falta de estímulos en el césped debido a las imprecisiones y falta de precisión, el carácter de los colchoneros se mimetizó con el de sus futbolistas y transcurrió menos caliente de lo que se aventuraba para una cita de cuartos de final de la máxima competición europea. De hecho, resultó sorprendente ya que los aficionados locales se habían preparado para una noche de recuerdo. 
Con rojiblancos en el rincón del Manzanares desde mucho antes de lo habitual la mecha sólo podía prender. Además, los aficionados del Real Madrid pusieron de su parte para propiciar la reacción. Entraron 2.500 blancos en Vicente Calderón y desde su lugar en la esquina del fondo norte lanzaron el cántico importado de ultramar: «Indios decime que sé siente / haber perdido la final / te juro que aunque pasen los años / nunca lo vamos a olvidar / Que perdiste la final / contra el mágico Real / esa mancha no se borrará jamás. / Rojiblanco eres llorón / además de segundón / que cobardes los hinchas del Calderón». La referencia a la dolorosa derrota atlética en la final de la última ‘Champions’ no recibió contestaciones con el 4-0 en el Calderón en el Liga o similares. «Madridista el que no bote” fue lo más que respondió la hinchada rojiblanca antes del pitido inicial mientras eran testigo del intercambio las pancartas con el mensaje “Respect” (Respeto) y los mensajes de la UEFA en los altavoces de la UEFA en pro del respeto en el deporte y en contra de la discriminación -mientras, los madridistas coreaban: «¡Puto indio el que no bote!»-.
Durante el comienzo del partido sólo las paradas de Oblak y la habitual animadversión persecutoria que provoca Cristiano Ronaldo en los estadios visitantes sacaron a los temerosos atléticos de su contención. 
Ante semejante situación fue Diego Simeone quien de nuevo tuvo que avivar el aspecto anímico. Animados los seguidores visitantes por el mando de su equipo, a los madridistas se les escuchaba más que al resto del Vicente Calderón. Entonces el hiperactivo ‘Cholo’ abandonó durante un momento las instrucciones a sus jugadores para arrancar con sus brazos unos momentos de cánticos rojiblancos. Hasta entonces sólo sus ayudantes en el banquillo se habían contagiado de su pasión para saltar al césped cuando Kroos enseñó los tacos a un atlético.
La segunda parte más batalladora del Atlético de Madrid sacó más pasión de los colchoneros, que hasta entonces se habían preocupado más por discutir las posibilidades de su equipo en el césped que de gritar desde la grada. 
Unida a la frustración de ver que la entrega de la iniciativa al rival, las protestas por las decisiones del árbitro se multiplicaron. «Así, así gana el Madrid», se unió en singular cántico sincronizado por ambas aficiones con evidente intención opuestas y después se recuperó el ‘Vikingos, siempre robando’. 
Sin goles y con una hora de choques, los aficionados colchoneros trataron de sacar a su equipo de la cueva con una vuelta al himno oficial del Atlético de Madrid y consignas iniciadas desde el fondo sur para espantar los nervios. Pero finalmente fue Simeone quien enfrió a sus aficionados al retirar a Antoine Griezmann a menos de quince minutos para el final. Sabedores de la importancia de la eliminatoria aplaudieron con respecto el cambio mientras sus bocas preguntaban por lo inesperado de la sustitución. 
Después de tanto esperar a fuego lento la caldera necesitaba un estímulo para hervir. Pero sin goles y sin una ocasión que lamentar, la última llamada la corazón fue la entrada de Fernando Torres al campo. Tampoco funcionó para el plan local, ya que sus aficionados se despidieron con incertidumbre para la vuelta y con el ánimo a medio gas para la noche.

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