Plaza de Espanya de Barcelona. El dueño de una discoteca del paseo Marítim, su jefe de seguridad y un portero de casi dos metros llegan puntuales a la cita. Pasa, lento, un coche de alta gama inspeccionando el lugar. Luego, otro vehículo hace la misma maniobra. Una vez comprobado que no se trata de una trampa, uno de los automóviles se para y bajan unos
tipos que cachean al empresario de la noche y a sus guardaespaldas. Ni armas ni micros. Todo en orden.
Solo entonces baja de uno de los coches Ricardo Mateo, líder indiscutible de los Casuals. Le acompañan una decena de miembros de la banda surgida de los Boixos Nois. Tras una breve conversación, acuerdan que a cambio de que los porteros de la discoteca no reconozcan ante la policía a los casuals que les apuñalaron, los integrantes del grupo dejarán de frecuentar el local.
Cerrado el pacto, Mateu sube al coche y se va. A los pocos días, el casual acusado de la agresión sale de prisión al no presentarse ningún testigo. Pese al pacto, la misma noche de la salida de prisión los Casuals van al local «a celebrarlo» y no dudan en humillar a los porteros.
UNA FURGONETA PARA EL SUMARIO / Episodios como este, propios de una novela negra, constan en las más de 12.000 páginas repartidas en 27 tomos -a los abogados se los han tenido que enviar en una furgoneta- que componen las diligencias judiciales sobre los Casuals. Las pesquisas, llevadas a cabo por los Mossos d'Esquadra, acreditan cómo este grupo, germinado entre los sectores más violentos de los Boixos Nois, se estaba convirtiendo en una auténtica mafia que tenía aterrorizada a la noche barcelonesa.
«Cumplen todos los requisitos de una mafia y, además, estaban en plena expansión», explican fuentes cercanas a una investigación que permitió a los Mossos efectuar una redada simultánea en siete localidades (Barcelona, L'Hospitalet, Gavà, Esparreguera, Castelldefels, Sant Feluiu y Sant Boi) el pasado 4 de febrero con la que se espera haber dejado herida de muerte a una organización que se inició con el atraco a narcotraficantes y que, desde ahí, cada vez diversificaba más sus actividades con negocios como la extorsión, el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero y las palizas o los asesinatos por encargo.
Los Casuals eran mucho más que una banda de ultras que trapicheaba con droga. El núcleo duro de esta organización lo formaban una docena de individuos de unos 40 años que hace casi una década que se dedican, con un alto grado de profesionalidad, a un negocio de alto riesgo: el atraco a narcos, a quienes robaban la droga o el dinero de su venta. Luego, revendían la droga a mitad del precio de mercado a otros narcos. Tanto dinero obtenían que se lanzaron de lleno al blanqueo.
TRES TIPOS DE MIEMBROS / Según la investigación judicial, la organización tenía una estructura jerarquizada. Estaba integrada por dos subgrupos a los que unía su pasión por el Barça: los casuals, una docena de tipos violentos de unos 40 años de edad y con un amplio historial delictivo, y los minicasuals, jóvenes de 19 a 25 años obnuvilados por el aura de los mayores. Además, había un tercer nivel formado por simpatizantes que colaboraban en algunas acciones.
El grupo había desarrollado una estética propia. Todos los miembros vestían con ropa de la marca La Martina. Incluso, a imagen de la mafia rusa, uno de sus rasgos eran los tatuajes, generalmente del Barça (eso sí, siempre escrito en versión inglesa: Football Club). Algunos llevan tatuada la leyenda A. M. A. B. Estas iniciales significan All Mossos Are Bastards (Todos los Mossos son unos Bastardos) y emulan la fórmula All Cops Are Bastards (Todos los Policías son Bastardos) implantada entre la delincuencia en EEUU. Obsesos de los gimnasios, aprovechaban clases de artes marciales para reunirse.
Habían creado una marca que se alquilaba para extorsionar o dar una paliza o una cuchillada como escarmiento. De hecho, supuestamente llegaron a cobrar 30.000 euros por apuñalar con un cuchillo a un subastero en unos juzgados. Tal fue su éxito que varios incautos intentaron hacerse pasar por casuals para entrar en discotecas y beber gratis. Solo se dieron cuenta de su error cuando los verdaderos casuals los pillaron. A un tipo de Barcelona que se hizo pasar por uno de ellos le exigieron 30.000 euros, mientras que a otro de Castelldefels le dieron una paliza.
La organización amplió sus actividades al sector del ocio nocturno: la extorsión de clubs y discotecas. Los minicasuals eran protagonistas. Su modo de operar era simple. Aparecían por un local y montaban una pelea o apuñalaban a alguien. Al día siguiente, los dueños recibían la visita de los casuals. El mensaje era simple: «Si no quieres que volvamos, paga». Si los porteros denunciaban a un casual por agresión, también había visita. Se hablaba con los dueños y se les recomendaba que el portero cambiara el testimonio: «Que diga que fueron unos moros».
CONTROL DE LOS PORTEROS / Otras veces el pacto consistía en que, a cambio de no liarla, los Casusals podían entrar gratis en la discoteca, donde tenían barra libre. En ocasiones lo que querían era que el establecimiento contratara a sus chicos como porteros. Quien vigila la puerta lo controla todo. Quién entra y quién trafica.
En su expansión nocturna, que comenzó en Barcelona y su entorno y acabó alcanzando locales de las Baleares, sobre todo de Ibiza, explotaron al máximo su capacidad de generar terror. Como coinciden varios trabajadores de discotecas: «Nadie se atrevía con ellos. Eran los amos. En la noche barcelonesa, los Casuals eran poder en estado puro. Si entraban a una disco, tenían el reservado para ellos, champán gratis y rayas de cocaína encima de la mesa».
http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/20100919/casuals-una-mafia-catalana/486250.shtml
tipos que cachean al empresario de la noche y a sus guardaespaldas. Ni armas ni micros. Todo en orden.
Solo entonces baja de uno de los coches Ricardo Mateo, líder indiscutible de los Casuals. Le acompañan una decena de miembros de la banda surgida de los Boixos Nois. Tras una breve conversación, acuerdan que a cambio de que los porteros de la discoteca no reconozcan ante la policía a los casuals que les apuñalaron, los integrantes del grupo dejarán de frecuentar el local.
Cerrado el pacto, Mateu sube al coche y se va. A los pocos días, el casual acusado de la agresión sale de prisión al no presentarse ningún testigo. Pese al pacto, la misma noche de la salida de prisión los Casuals van al local «a celebrarlo» y no dudan en humillar a los porteros.
UNA FURGONETA PARA EL SUMARIO / Episodios como este, propios de una novela negra, constan en las más de 12.000 páginas repartidas en 27 tomos -a los abogados se los han tenido que enviar en una furgoneta- que componen las diligencias judiciales sobre los Casuals. Las pesquisas, llevadas a cabo por los Mossos d'Esquadra, acreditan cómo este grupo, germinado entre los sectores más violentos de los Boixos Nois, se estaba convirtiendo en una auténtica mafia que tenía aterrorizada a la noche barcelonesa.
«Cumplen todos los requisitos de una mafia y, además, estaban en plena expansión», explican fuentes cercanas a una investigación que permitió a los Mossos efectuar una redada simultánea en siete localidades (Barcelona, L'Hospitalet, Gavà, Esparreguera, Castelldefels, Sant Feluiu y Sant Boi) el pasado 4 de febrero con la que se espera haber dejado herida de muerte a una organización que se inició con el atraco a narcotraficantes y que, desde ahí, cada vez diversificaba más sus actividades con negocios como la extorsión, el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero y las palizas o los asesinatos por encargo.
Los Casuals eran mucho más que una banda de ultras que trapicheaba con droga. El núcleo duro de esta organización lo formaban una docena de individuos de unos 40 años que hace casi una década que se dedican, con un alto grado de profesionalidad, a un negocio de alto riesgo: el atraco a narcos, a quienes robaban la droga o el dinero de su venta. Luego, revendían la droga a mitad del precio de mercado a otros narcos. Tanto dinero obtenían que se lanzaron de lleno al blanqueo.
TRES TIPOS DE MIEMBROS / Según la investigación judicial, la organización tenía una estructura jerarquizada. Estaba integrada por dos subgrupos a los que unía su pasión por el Barça: los casuals, una docena de tipos violentos de unos 40 años de edad y con un amplio historial delictivo, y los minicasuals, jóvenes de 19 a 25 años obnuvilados por el aura de los mayores. Además, había un tercer nivel formado por simpatizantes que colaboraban en algunas acciones.
El grupo había desarrollado una estética propia. Todos los miembros vestían con ropa de la marca La Martina. Incluso, a imagen de la mafia rusa, uno de sus rasgos eran los tatuajes, generalmente del Barça (eso sí, siempre escrito en versión inglesa: Football Club). Algunos llevan tatuada la leyenda A. M. A. B. Estas iniciales significan All Mossos Are Bastards (Todos los Mossos son unos Bastardos) y emulan la fórmula All Cops Are Bastards (Todos los Policías son Bastardos) implantada entre la delincuencia en EEUU. Obsesos de los gimnasios, aprovechaban clases de artes marciales para reunirse.
Habían creado una marca que se alquilaba para extorsionar o dar una paliza o una cuchillada como escarmiento. De hecho, supuestamente llegaron a cobrar 30.000 euros por apuñalar con un cuchillo a un subastero en unos juzgados. Tal fue su éxito que varios incautos intentaron hacerse pasar por casuals para entrar en discotecas y beber gratis. Solo se dieron cuenta de su error cuando los verdaderos casuals los pillaron. A un tipo de Barcelona que se hizo pasar por uno de ellos le exigieron 30.000 euros, mientras que a otro de Castelldefels le dieron una paliza.
La organización amplió sus actividades al sector del ocio nocturno: la extorsión de clubs y discotecas. Los minicasuals eran protagonistas. Su modo de operar era simple. Aparecían por un local y montaban una pelea o apuñalaban a alguien. Al día siguiente, los dueños recibían la visita de los casuals. El mensaje era simple: «Si no quieres que volvamos, paga». Si los porteros denunciaban a un casual por agresión, también había visita. Se hablaba con los dueños y se les recomendaba que el portero cambiara el testimonio: «Que diga que fueron unos moros».
CONTROL DE LOS PORTEROS / Otras veces el pacto consistía en que, a cambio de no liarla, los Casusals podían entrar gratis en la discoteca, donde tenían barra libre. En ocasiones lo que querían era que el establecimiento contratara a sus chicos como porteros. Quien vigila la puerta lo controla todo. Quién entra y quién trafica.
En su expansión nocturna, que comenzó en Barcelona y su entorno y acabó alcanzando locales de las Baleares, sobre todo de Ibiza, explotaron al máximo su capacidad de generar terror. Como coinciden varios trabajadores de discotecas: «Nadie se atrevía con ellos. Eran los amos. En la noche barcelonesa, los Casuals eran poder en estado puro. Si entraban a una disco, tenían el reservado para ellos, champán gratis y rayas de cocaína encima de la mesa».
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