Negocios, lucha por el poder, complicidades, impunidad. La violencia en el fútbol ya se cobró siete muertos en lo que va del año -un promedio de uno por mes- y suma 278 la lista total de sus víctimas fatales, según los datos manejados por la ONG Salvemos al Fútbol, sin que nadie logre ponerle freno. El último episodio, protagonizado por dos facciones de la hinchada de Boca el domingo 21 del corriente en inmediaciones del Nuevo Gasómetro -que dejó el saldo de dos muertos- escaló un nuevo peldaño de la desmesura: más de 150 tiros disparados, un despliegue logístico que incluyó desde lanzas “tumberas” a pistolas y armas largas y la sospechas de la existencia de una zona liberada. Todo en el marco de una interna de “La Doce” que está lejos de resolverse y augura más coletazos de violencia.
La lucha de dos sectores enfrentados de la hinchada xeneize es una expresión de un fenómeno que creció en los últimos años: la disputa interna en las hinchadas del fútbol argentino por el manejo de un creciente abanico de negocios que los hinchas más violentos manejan aprovechando un denso entramado de complicidades y una sensación creciente de impunidad. Esta modalidad de la violencia se expande a expensas de otras, como el enfrentamiento entre hinchadas rivales.
Desde las ONGs que trabajan en el estudio y denuncia de la violencia en el fútbol no dudan: afirman que el crecimiento de la violencia de los barras está atado a una hipermercantilización del fútbol, así como a una cadena de protecciones y complicidades que hacen posible la expansión de las actividades de las hinchadas bravas. En esa red incluyen a políticos, dirigentes futbolísticos, sindicalistas y policías.
Para muchos, la del domingo fue una batalla largamente anunciada. Los dos muertos que dejó el episodio -Marcelo Carnivale y Ángel Martín Díaz, ambos hinchas de Boca- se suman a otras cinco víctimas de la violencia en el fútbol registradas este año. En esa lista aparece Nicolás Pacheco (32), que apareció muerto el 25 de enero en la sede de Racing en Villa del Parque; Adrián Velázquez (40) muerto en el marco de una pelea interna de la barra de Tigre el 24 de febrero; Diego Bogado, que apareció muerto en la herrería de la cancha de Vélez el 10 de abril; Julio Viscai, hincha de Gimnasia que murió de un balazo el 2 de marzo y Pablo Gerez (42), hincha de Lanús muerto por el disparo de un policía en el Estadio Único el último 10 de junio.
Estos episodios trágicos se unen a otros igualmente violentos que, sin resultar fatales, tuvieron protagonistas a hinchas de fútbol o sucedieron en el marco de enfrentamientos entre hinchadas o en las inmediaciones de los estadios.
Es en este marco que se produjo el último domingo la batalla campal protagonizada por la hinchada de Boca, que sorprendió a los estudiosos del tema por sus dimensiones, aunque no por sus mecánica, ya que las luchas internas en las barras por el manejo de los negocios y el poder son cada vez más comunes.
Desde la Organización No Gubernamental “Fútbol en Paz en la Argentina”, su coordinador, Juan Manuel Lugones, atribuye el nuevo hecho de violencia al crecimiento del abanico de negocios manejados por los más violentos del fútbol en los últimos tiempos.
“Se estima que la barra de Boca maneja alrededor de 300.000 pesos mensuales en concepto de reventa de entradas, manejo de los “trapitos” en los días de partido, participación con un porcentaje en la venta de jugadores, manejo de carnets truchos y envío de jugadores a las peñas. Y en esto no se diferencia de otras barras del fútbol argentino en las que se multiplica la participación en diferentes negocios dentro y fuera de la cancha y la lucha por el dinero y el poder que cambia la modalidad de la violencia en el fútbol”.
Para Lugones, de la mano de estos cambios creció el número de muertos en el fútbol, con 60 víctimas fatales en 10 años, el 20% de los muertos registrados en toda la historia del fútbol argentino.
“Un sistema hipócrita”
En “Fútbol en Paz en la Argentina” no lo dudan; “los barras actúan protegidos por un sistema hipócrita que toma medidas que no pasan del simple maquillaje. El problema no se resuelve porque los barras son funcionales a políticos, policías y dirigentes y por eso nadie quiere hacer lo que todo el mundo sabe que hay que hacer, que es sacarlos de las canchas”.
En la ONG Salvemos al Fútbol indican que mientras en los últimos años creció la violencia entre facciones de una misma hinchada por el manejo de los negocios y el poder hasta explicar uno de cada cinco episodios fatales en el fútbol local, toda la lógica de los operativos diseñados por los organismos de seguridad sigue basándose en la hipótesis de un conflicto entre hinchas rivales.
Lugones califica como “maquillaje” a medidas como el derecho de admisión o el reconocimiento biométrico.
“El derecho de admisión se maneja en base a datos aportados por los dirigentes que a menudo llegan a las dirigencias de sus clubes con el apoyo de los violentos. Ese control se debería hacer en base a datos policiales. Y la discutida medida de impedir el acceso de los visitantes no resuelve nada, porque el problema hoy es entre las internas de la propia barra”.
Con todo, hay quienes discrepan con esta idea y creen que, restringir el acceso del visitante permite concentrar la actividad policial en prevenir el choque entre facciones locales.
Lugones destaca, además, que sería imposible que una barra actuara con tanta impunidad sin connivencia policial. Y atribuye a la justicia un escaso compromiso con las causas en las que aparecen barras imputados.
Para ilustrar esta idea aporta un dato, manejado por la ONG Salvemos al Fútbol: menos del 10% de los hechos violentos con muertos hoy tienen condena en la Argentina.
La lucha de dos sectores enfrentados de la hinchada xeneize es una expresión de un fenómeno que creció en los últimos años: la disputa interna en las hinchadas del fútbol argentino por el manejo de un creciente abanico de negocios que los hinchas más violentos manejan aprovechando un denso entramado de complicidades y una sensación creciente de impunidad. Esta modalidad de la violencia se expande a expensas de otras, como el enfrentamiento entre hinchadas rivales.
Desde las ONGs que trabajan en el estudio y denuncia de la violencia en el fútbol no dudan: afirman que el crecimiento de la violencia de los barras está atado a una hipermercantilización del fútbol, así como a una cadena de protecciones y complicidades que hacen posible la expansión de las actividades de las hinchadas bravas. En esa red incluyen a políticos, dirigentes futbolísticos, sindicalistas y policías.
Para muchos, la del domingo fue una batalla largamente anunciada. Los dos muertos que dejó el episodio -Marcelo Carnivale y Ángel Martín Díaz, ambos hinchas de Boca- se suman a otras cinco víctimas de la violencia en el fútbol registradas este año. En esa lista aparece Nicolás Pacheco (32), que apareció muerto el 25 de enero en la sede de Racing en Villa del Parque; Adrián Velázquez (40) muerto en el marco de una pelea interna de la barra de Tigre el 24 de febrero; Diego Bogado, que apareció muerto en la herrería de la cancha de Vélez el 10 de abril; Julio Viscai, hincha de Gimnasia que murió de un balazo el 2 de marzo y Pablo Gerez (42), hincha de Lanús muerto por el disparo de un policía en el Estadio Único el último 10 de junio.
Estos episodios trágicos se unen a otros igualmente violentos que, sin resultar fatales, tuvieron protagonistas a hinchas de fútbol o sucedieron en el marco de enfrentamientos entre hinchadas o en las inmediaciones de los estadios.
Es en este marco que se produjo el último domingo la batalla campal protagonizada por la hinchada de Boca, que sorprendió a los estudiosos del tema por sus dimensiones, aunque no por sus mecánica, ya que las luchas internas en las barras por el manejo de los negocios y el poder son cada vez más comunes.
Desde la Organización No Gubernamental “Fútbol en Paz en la Argentina”, su coordinador, Juan Manuel Lugones, atribuye el nuevo hecho de violencia al crecimiento del abanico de negocios manejados por los más violentos del fútbol en los últimos tiempos.
“Se estima que la barra de Boca maneja alrededor de 300.000 pesos mensuales en concepto de reventa de entradas, manejo de los “trapitos” en los días de partido, participación con un porcentaje en la venta de jugadores, manejo de carnets truchos y envío de jugadores a las peñas. Y en esto no se diferencia de otras barras del fútbol argentino en las que se multiplica la participación en diferentes negocios dentro y fuera de la cancha y la lucha por el dinero y el poder que cambia la modalidad de la violencia en el fútbol”.
Para Lugones, de la mano de estos cambios creció el número de muertos en el fútbol, con 60 víctimas fatales en 10 años, el 20% de los muertos registrados en toda la historia del fútbol argentino.
“Un sistema hipócrita”
En “Fútbol en Paz en la Argentina” no lo dudan; “los barras actúan protegidos por un sistema hipócrita que toma medidas que no pasan del simple maquillaje. El problema no se resuelve porque los barras son funcionales a políticos, policías y dirigentes y por eso nadie quiere hacer lo que todo el mundo sabe que hay que hacer, que es sacarlos de las canchas”.
En la ONG Salvemos al Fútbol indican que mientras en los últimos años creció la violencia entre facciones de una misma hinchada por el manejo de los negocios y el poder hasta explicar uno de cada cinco episodios fatales en el fútbol local, toda la lógica de los operativos diseñados por los organismos de seguridad sigue basándose en la hipótesis de un conflicto entre hinchas rivales.
Lugones califica como “maquillaje” a medidas como el derecho de admisión o el reconocimiento biométrico.
“El derecho de admisión se maneja en base a datos aportados por los dirigentes que a menudo llegan a las dirigencias de sus clubes con el apoyo de los violentos. Ese control se debería hacer en base a datos policiales. Y la discutida medida de impedir el acceso de los visitantes no resuelve nada, porque el problema hoy es entre las internas de la propia barra”.
Con todo, hay quienes discrepan con esta idea y creen que, restringir el acceso del visitante permite concentrar la actividad policial en prevenir el choque entre facciones locales.
Lugones destaca, además, que sería imposible que una barra actuara con tanta impunidad sin connivencia policial. Y atribuye a la justicia un escaso compromiso con las causas en las que aparecen barras imputados.
Para ilustrar esta idea aporta un dato, manejado por la ONG Salvemos al Fútbol: menos del 10% de los hechos violentos con muertos hoy tienen condena en la Argentina.
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