No es la primera vez que Tobías ve a Lionel Messi desde la popular del Monumental, sin un televisor de por medio. Ya lo disfrutó en las Eliminatorias. Pero hoy es un día especial, diferente a todas las otras veces que él fue a la cancha. Todavía con su traje a cuestas (“me escapé del laburo”, confiesa”), esta vez no se maravilla por las gambetas del diez del Barcelona. “Mirá, seguilo a Iniesta, fijate lo fácil que juega a la pelota ... ojalá lo ponga un ratito con Xavi”, le comenta en la popular Centenario a su amigo Fernando, que fue con su hermano Ignacio y también pagó su entrada exclusivamente para ver a los campeones del mundo en vivo y en directo. Al igual que ellos tres, la gran mayoría de los hinchas que estuvieron ayer en el Monumental fueron con una consigna muy simple: disfrutar del juego de España. Al cabo, todos ellos sabían que quizás era una oportunidad única en la vida.
Como si se tratara de un teatro, el Monumental entero vio la función sentado, tanto popular como platea. Sin embargo, lo que algunos presagiaban que iba a ser un concierto español, terminó en un tango bien argentino. Y eso que ni bien Oscar Ruiz pitó el inicio del partido, la pelota fue a parar a los españoles, que comenzaron con su tiki-tiki tan característico made in Barcelona . Fue ahí cuando desde los cuatro costados bajó una silbatina iniciada en la popular que tapó inclusive el paso de los aviones que sobrevolaban el Monumental. Pero la gente no se quedó ahí. Apenas el control del balón pasó a los pies de Cambiasso, Banega y compañía, la gente cambió los silbidos por ese “ ooolé” que comúnmente se escucha cuando un partido ya está liquidado y se trata de una goleada. Esta vez no: 5 minutos del primer tiempo, 0-0 en el marcador y los miles de hinchas ya disfrutaban de la Selección, mucho antes de los goles de Messi, Higuaín, Tevez y Agüero.
La perlita de la tarde fue en el entretiempo. Con el Monumental colmado, el hombre de pelo blanco y barba abultada sacó del bolsillo de su campera una bandera cuidadosamente doblada. La desplegó y le entregó una cámara de fotos a un hincha con la 10 de Messi pegada al cuerpo, pidiéndole una imagen para el recuerdo. Así, envuelto en la bandera española, el hombre pudo llevarse su foto desde la popular Centenario del Monumental, alrededor de miles de argentinos que lo miraban con respeto. “Gracias”, le dijo con su acento tan característico al argentino, que volvió al lado de su pequeña hija. Sin violencia. Sin abucheos. Si no fuera por el alambrado de fondo, hubiera sido como en el mismísimo Santiago Bernabéu.
Como si se tratara de un teatro, el Monumental entero vio la función sentado, tanto popular como platea. Sin embargo, lo que algunos presagiaban que iba a ser un concierto español, terminó en un tango bien argentino. Y eso que ni bien Oscar Ruiz pitó el inicio del partido, la pelota fue a parar a los españoles, que comenzaron con su tiki-tiki tan característico made in Barcelona . Fue ahí cuando desde los cuatro costados bajó una silbatina iniciada en la popular que tapó inclusive el paso de los aviones que sobrevolaban el Monumental. Pero la gente no se quedó ahí. Apenas el control del balón pasó a los pies de Cambiasso, Banega y compañía, la gente cambió los silbidos por ese “ ooolé” que comúnmente se escucha cuando un partido ya está liquidado y se trata de una goleada. Esta vez no: 5 minutos del primer tiempo, 0-0 en el marcador y los miles de hinchas ya disfrutaban de la Selección, mucho antes de los goles de Messi, Higuaín, Tevez y Agüero.
La perlita de la tarde fue en el entretiempo. Con el Monumental colmado, el hombre de pelo blanco y barba abultada sacó del bolsillo de su campera una bandera cuidadosamente doblada. La desplegó y le entregó una cámara de fotos a un hincha con la 10 de Messi pegada al cuerpo, pidiéndole una imagen para el recuerdo. Así, envuelto en la bandera española, el hombre pudo llevarse su foto desde la popular Centenario del Monumental, alrededor de miles de argentinos que lo miraban con respeto. “Gracias”, le dijo con su acento tan característico al argentino, que volvió al lado de su pequeña hija. Sin violencia. Sin abucheos. Si no fuera por el alambrado de fondo, hubiera sido como en el mismísimo Santiago Bernabéu.
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