El momento más caliente del encuentro liguero que este domingo enfrentó al Atlético de Madrid con el Real Madrid se vivió una hora antes de que se celebrara el partido. La Policía Nacional tuvo que emplearse a fondo para separar a las dos aficiones que amenazaban con convertir los alrededores del estadio Vicente Calderón en un campo de batalla.
El resultado del lance propició una imagen insólita. Más de 200 miembros del ala más radical del real Madrid, los llamados ultrasur, acabaron retenidos y sentados en medio de uno de los puentes que atraviesan el Manzanares, mientras los agentes los iban identificando uno a uno. Los jóvenes, sólo pudieron entrar en el campo minutos antes de que terminara la primera parte.
Los incidentes comenzaron a las 17.30 horas, cuando los integrantes más radicales de la afición madridista pretendían acceder por el puente de San Isidro al Vicente Calderón. Poco antes de cruzar la pasarela, los aficionados del equipo local vieron a sus rivales y no dudaron en cortarle el paso.
Lo que siguió fue un intercambio de insultos y de progresivas aproximaciones. Los testigos afirmaron que a escasos metros de que chocaran los dos grupos se interpusieron varios policías que iban montados a caballo. Los agentes irrumpieron al galope en medio de las dos masas y, porra en mano, lograron prevenir el presumible enfrentamiento que se avecinaba.
Sin embargo, los ánimos seguían muy encendidos y acudieron a la brecha miembros de la Unidad de Intervención Policial, que no dudaron en emplearse a fondo haciendo uso de todo su material antidisturbios. Los comerciantes de la zona que presenciaron el incidente indicaron que la afición atlética concentrada en el paseo de Los Melancólicos fue dispersada sin excesiva resistencia. No obstante, los ultras del Real Madrid mostraron una mayor agresividad y optaron por arrojar varios objetos, entre los que se encontraban un par de bengalas.
Enfrentamiento abierto
El resultado del lance propició una imagen insólita. Más de 200 miembros del ala más radical del real Madrid, los llamados ultrasur, acabaron retenidos y sentados en medio de uno de los puentes que atraviesan el Manzanares, mientras los agentes los iban identificando uno a uno. Los jóvenes, sólo pudieron entrar en el campo minutos antes de que terminara la primera parte.
Los incidentes comenzaron a las 17.30 horas, cuando los integrantes más radicales de la afición madridista pretendían acceder por el puente de San Isidro al Vicente Calderón. Poco antes de cruzar la pasarela, los aficionados del equipo local vieron a sus rivales y no dudaron en cortarle el paso.
Lo que siguió fue un intercambio de insultos y de progresivas aproximaciones. Los testigos afirmaron que a escasos metros de que chocaran los dos grupos se interpusieron varios policías que iban montados a caballo. Los agentes irrumpieron al galope en medio de las dos masas y, porra en mano, lograron prevenir el presumible enfrentamiento que se avecinaba.
Sin embargo, los ánimos seguían muy encendidos y acudieron a la brecha miembros de la Unidad de Intervención Policial, que no dudaron en emplearse a fondo haciendo uso de todo su material antidisturbios. Los comerciantes de la zona que presenciaron el incidente indicaron que la afición atlética concentrada en el paseo de Los Melancólicos fue dispersada sin excesiva resistencia. No obstante, los ultras del Real Madrid mostraron una mayor agresividad y optaron por arrojar varios objetos, entre los que se encontraban un par de bengalas.
Enfrentamiento abierto
Ante esta actitud, las bolas de goma empezaron a surcar los aires en dirección a los alborotadores, que respondieron a su vez tirando más proyectiles. Finalmente, la Policía antidisturbios efectúo varias cargas que redujeron a los aficionados más recalcitrantes.
Los agentes colocaron en una fila a los integrantes de la algarada en el mismo lugar de los hechos. Una gran columna formada por dos centenares de personas permanecía sentada y en absoluto silencio en la misma acera del puente de San Isidro, mientras decenas de agentes les vigilaban escopeta en mano.
En cuanto la violencia remitió, los efectivos del Samur-Protección Civil empezaron a examinar a los heridos. En esta ocasión no hubo que lamentar lesiones de gravedad y tan sólo se atendió una larga serie de contusiones y, en el peor de los casos, alguna brecha ocasionada por la acción de las porras.
Las autoridades fueron pidiendo pacientemente la documentación a cada uno de los retenidos. Mientras, los aficionados del Atlético de Madrid que se dirigían al estadio por la acera opuesta les miraba con curiosidad, y alguno que otro se mofaba abiertamente de su situación al reconocerles como el odiado rival.
Por su parte, los agentes no permitían a los transeúntes acercarse a los jóvenes que aguardaban con paciencia que les dejaran marchar hacia el estadio.
Sin embargo, el partido comenzó finalmente y ellos seguían en el mismo lugar sin poder mover un dedo. No fue hasta el minuto 40 de la primera parte que los furgones policiales se pusieron en marcha para formar un pasillo por el que pudieran pasar los aficionados madridistas sin que corrieran el riesgo de ser atacados.
Cuando la comitiva inició la marcha, sus integrantes parecieron volver a la vida y comenzaron a entonar los típicos cánticos y consignas típicas de este tipo de eventos. "Indios no" y otros estribillos más ofensivos devolvieron cierta normalidad a la escena. Pero las caras patibularias, así como los vendajes que adornaban las cabezas de algunos aficionados, dejaban bien claro que las acciones de hacía un par de horas no había sido olvidada.
Prueba de ello fue la estrecha vigilancia a la que la policía sometió a sus protegidos, que llegó a sumar a más de 40 policías a pie y a caballo, distribuidos en dos cordones de seguridad -uno para controlar a los aficionados del Real Madrid y otro para evitar que algún atlético pudiera llegar a protagonizar algún intento de agresión-.
Finalmente, el último de los madridistas accedió al estadio y todos pudieron disfrutar de lo que quedaba de partido.
Los agentes colocaron en una fila a los integrantes de la algarada en el mismo lugar de los hechos. Una gran columna formada por dos centenares de personas permanecía sentada y en absoluto silencio en la misma acera del puente de San Isidro, mientras decenas de agentes les vigilaban escopeta en mano.
En cuanto la violencia remitió, los efectivos del Samur-Protección Civil empezaron a examinar a los heridos. En esta ocasión no hubo que lamentar lesiones de gravedad y tan sólo se atendió una larga serie de contusiones y, en el peor de los casos, alguna brecha ocasionada por la acción de las porras.
Las autoridades fueron pidiendo pacientemente la documentación a cada uno de los retenidos. Mientras, los aficionados del Atlético de Madrid que se dirigían al estadio por la acera opuesta les miraba con curiosidad, y alguno que otro se mofaba abiertamente de su situación al reconocerles como el odiado rival.
Por su parte, los agentes no permitían a los transeúntes acercarse a los jóvenes que aguardaban con paciencia que les dejaran marchar hacia el estadio.
Sin embargo, el partido comenzó finalmente y ellos seguían en el mismo lugar sin poder mover un dedo. No fue hasta el minuto 40 de la primera parte que los furgones policiales se pusieron en marcha para formar un pasillo por el que pudieran pasar los aficionados madridistas sin que corrieran el riesgo de ser atacados.
Cuando la comitiva inició la marcha, sus integrantes parecieron volver a la vida y comenzaron a entonar los típicos cánticos y consignas típicas de este tipo de eventos. "Indios no" y otros estribillos más ofensivos devolvieron cierta normalidad a la escena. Pero las caras patibularias, así como los vendajes que adornaban las cabezas de algunos aficionados, dejaban bien claro que las acciones de hacía un par de horas no había sido olvidada.
Prueba de ello fue la estrecha vigilancia a la que la policía sometió a sus protegidos, que llegó a sumar a más de 40 policías a pie y a caballo, distribuidos en dos cordones de seguridad -uno para controlar a los aficionados del Real Madrid y otro para evitar que algún atlético pudiera llegar a protagonizar algún intento de agresión-.
Finalmente, el último de los madridistas accedió al estadio y todos pudieron disfrutar de lo que quedaba de partido.
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