Como ya es habitual, los hinchas del Frente Atlético y los Ultrasur volvieron a hacer de las suyas. Dos horas y media antes del inicio del choque comenzaron los incidentes en los aledaños del Vicente Calderón. Hubo lanzamiento de bengalas, piedras y otros objetos, lo que provocó la intervención de las fuerzas del orden público. Los altercados se saldaron con varios detenidos y algunos heridos.Enrique Cerezo, presidente del Atlético, y Ramón Calderón, máximo dirigente del Madrid, dulcificaron sus mensajes con vistas a que el derbi transcurriera con total normalidad. Una convicción que mostraron en la comida de ayer previa al encuentro y que se desarrolló en el restaurante del Teatro Real. Ambos mandatarios se encontraron con un postre especial. Una tarta de merengue con los escudos de ambos clubs y las caras de los dos presidentes.Pitos a Esperanza"El Madrid es un gran equipo. Tiene grandes jugadores, va primero y nos saca 10 puntos", decía Cerezo en el almuerzo. La respuesta de Calderón estuvo a la altura del elogio recibido: "Los colchoneros este año están muy bien. Van terceros, marcan muchos goles y la gente se divierte".Nada de eso pudo cortar la violencia previa al encuentro. Algo que tampoco se logró el año pasado cuando varios coches de algunos medios de comunicación sufrieron roturas de lunas y otros desperfectos. Ayer tampoco se salvaron algunas autoridades, como Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, a la que, antes de iniciarse el choque, increparon al tildarla de madridista.Al menos, el autocar del Real Madrid se libró esta vez de las iras de los ultras rojiblancos. El vehículo de los madridistas y el de los rojiblancos llegaron juntos al estadio Vicente Calderón.
Hinchas retenidos
Otro de los temores de la policía era que los 1.300 seguidores del Madrid --de ellos unos 300 del grupo Ultras Sur--, que accedieron al campo escoltados por las fuerzas del orden, se mezclaran con los radicales del Atlético. Eso no llegó a suceder porque la policía tuvo que cargar contra los ultrasur para repeler las agresiones de los hinchas con bates de béisbol. Hubo varios detenidos y, finalmente, los ultras quedaron vigilados por la policía sobre el Puente de San Isidro, a 150 metros del estadio.Todo eso lo conoció Calderón en el palco. El presidente blanco, tal como ocurrió en el Camp Nou, se quedó solo en la zona noble celebrando el triunfo. Puños en alto aplaudió a los jugadores, que habían vuelto a ganar en un campo comprometido. Era una manera de olvidar el mazazo de la Copa del Rey ante el Mallorca, un tropiezo que impide al presidente blanco cumplir su sueño del triplete.
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