Su comportamiento ejemplar hizo innecesarias las habituales prohibiciones de enseñar los colores visitantes
Los camareros de los pubs del centro de Manchester sacaban vídeos a la vez que servían las pintas. Nunca habían visto nada igual. Familias enteras, con abuelos y niños pequeños, desplazadas en masa por tierra, mar y aire para ver un partido de octavos de final de una competición europea un jueves por la tarde. Casi 8.000 seguidores del Athletic tomaron el paisaje post industrial manchesteriano. A lo largo de la semana despegaron de Bilbao o de Vitoria 28 vuelos charter con destino a la ciudad inglesa. Otros volaron a Londres. Y muchos otros cogieron el coche o los autobuses organizados por las peñas -algunos sin una entrada todavía en el bolsillo- y atravesaron Francia para conquistar Inglaterra desde el Canal.
Con los jugadores concentrados en el hotel Radisson antes del partido, los rojiblancos se dedicaron a expoliar las barricas de los bares en el cruce de las calles Market y Corporation. Las habituales interjecciones cortas y los hipérbatos del habla bilbaína -"Aúpa", "¿Qué hay?", "¿Pinta tomas?"- se adueñaron del centro de la ciudad y del tranvía que lleva al Old Trafford, el legendario estadio de un equipo con el que hacía 55 años que no se cruzaba el Athletic.
Los camareros de los pubs del centro de Manchester sacaban vídeos a la vez que servían las pintas. Nunca habían visto nada igual. Familias enteras, con abuelos y niños pequeños, desplazadas en masa por tierra, mar y aire para ver un partido de octavos de final de una competición europea un jueves por la tarde. Casi 8.000 seguidores del Athletic tomaron el paisaje post industrial manchesteriano. A lo largo de la semana despegaron de Bilbao o de Vitoria 28 vuelos charter con destino a la ciudad inglesa. Otros volaron a Londres. Y muchos otros cogieron el coche o los autobuses organizados por las peñas -algunos sin una entrada todavía en el bolsillo- y atravesaron Francia para conquistar Inglaterra desde el Canal.
Con los jugadores concentrados en el hotel Radisson antes del partido, los rojiblancos se dedicaron a expoliar las barricas de los bares en el cruce de las calles Market y Corporation. Las habituales interjecciones cortas y los hipérbatos del habla bilbaína -"Aúpa", "¿Qué hay?", "¿Pinta tomas?"- se adueñaron del centro de la ciudad y del tranvía que lleva al Old Trafford, el legendario estadio de un equipo con el que hacía 55 años que no se cruzaba el Athletic.
La afición del club bilbaíno aprovechó la jornada para reforzar la narrativa emocional que vincula a generaciones de vizcaínos con su equipo. En un inglés farragoso -"inglés de Bilbao de toda la vida, ya sabes"- explicaban a los asombrados locales todas las claves de aquel encuentro de enero de 1957, "el partido de la nieve" en el que el Athletic ganó 5-3 al visitante en un San Mamés cubierto por la nevada. Era otra Europa, otro Bilbao, otra España. Pero este jueves, si existe un equivalente temporal a la diferencia entre temperatura y sensación térmica, la sensación histórica llevaba del 57 al 2012 en un par de tragos. De hecho, uno de los protagonistas más buscados en las calles de Manchester era Ignacio Uribe, el único de los siete supervivientes rojiblancos de aquella gesta bajo la nieve que se desplazó al Old Trafford.
Dentro del campo, pero también fuera, la afición bilbaína exhibió con orgullo sus himnos y colores, con una pasión tan pacífica como admirable que relajó desde el principio a la severa policía local e hizo innecesaria la habitual recomendación de discreción. Las fuerzas de seguridad se habían preparado para un escenario que nunca se produjo, en un país donde fútbol y violencia han ido tantas veces de la mano. "Les hemos dicho que el perfil de nuestros seguidores son familias o grupos de gente joven que solo quieren animar sin generar problemas", explicaba a El Correo uno de los cuatro agentes de la Ertzantza enviados como enlace al partido.
Dentro del campo, pero también fuera, la afición bilbaína exhibió con orgullo sus himnos y colores, con una pasión tan pacífica como admirable que relajó desde el principio a la severa policía local e hizo innecesaria la habitual recomendación de discreción. Las fuerzas de seguridad se habían preparado para un escenario que nunca se produjo, en un país donde fútbol y violencia han ido tantas veces de la mano. "Les hemos dicho que el perfil de nuestros seguidores son familias o grupos de gente joven que solo quieren animar sin generar problemas", explicaba a El Correo uno de los cuatro agentes de la Ertzantza enviados como enlace al partido.
Noche para el recuerdo
El alarmismo de algunas crónicas previas y la prohibición de pasar mucho tiempo en las inmediaciones del campo fueron derrotadas por una hinchada irreprochable. "¿Es verdad que solo jugáis con jugadores vascos?", preguntaban los locales, enamorados del mito. No todos matizaban que la admirada política de fichajes del club centenario incluye a los criados futbolísticamente en Lezama, la cantera del Athletic, y a jugadores de regiones vecinas. Era un día para pasar a la Historia. Y el orgullo de pertenencia se tornó en pasión deportiva durante los 93 minutos del partido, en los que 8.000 rojiblancos concentrados en dos gradas -y varios cientos dispersos por el resto de tribunas- hicieron sombra (sonora) a sus anfitriones en un estadio que ayer llenó 60.000 de sus 75.000 localidades.
"La afición del Bilbao (sic) ha sido fantástica y han creado una atmósfera eléctrica", dijo Alex Ferguson después del partido. Muchos hinchas rojiblancos volvieron al aeropuerto tras el encuentro, sometidos con resignación a los infernales horarios de los charter. Muchos otros, ya de forma diluida en el ambiente, se entregaron a la larga noche de esta ciudad universitaria. Y en la prensa local crónicas sobre "la agonía de un United descolorido ante el Athletic" en el gratuito Manchester Evening News. "Más que saborear el recuerdo de la victoria en Old Trafford, el Athletic debería reprocharse por no haber aplastado a su rival", según The Guardian. En los trenes de vuelta a Londres, loas a la discreta y eficaz gestión de masas de los "bobbies" locales, como nota a pie de página del grito con el que la afición rojiblanca se despidió ayer del campo de sus sueños: "¡United!, ¡United!".
El alarmismo de algunas crónicas previas y la prohibición de pasar mucho tiempo en las inmediaciones del campo fueron derrotadas por una hinchada irreprochable. "¿Es verdad que solo jugáis con jugadores vascos?", preguntaban los locales, enamorados del mito. No todos matizaban que la admirada política de fichajes del club centenario incluye a los criados futbolísticamente en Lezama, la cantera del Athletic, y a jugadores de regiones vecinas. Era un día para pasar a la Historia. Y el orgullo de pertenencia se tornó en pasión deportiva durante los 93 minutos del partido, en los que 8.000 rojiblancos concentrados en dos gradas -y varios cientos dispersos por el resto de tribunas- hicieron sombra (sonora) a sus anfitriones en un estadio que ayer llenó 60.000 de sus 75.000 localidades.
"La afición del Bilbao (sic) ha sido fantástica y han creado una atmósfera eléctrica", dijo Alex Ferguson después del partido. Muchos hinchas rojiblancos volvieron al aeropuerto tras el encuentro, sometidos con resignación a los infernales horarios de los charter. Muchos otros, ya de forma diluida en el ambiente, se entregaron a la larga noche de esta ciudad universitaria. Y en la prensa local crónicas sobre "la agonía de un United descolorido ante el Athletic" en el gratuito Manchester Evening News. "Más que saborear el recuerdo de la victoria en Old Trafford, el Athletic debería reprocharse por no haber aplastado a su rival", según The Guardian. En los trenes de vuelta a Londres, loas a la discreta y eficaz gestión de masas de los "bobbies" locales, como nota a pie de página del grito con el que la afición rojiblanca se despidió ayer del campo de sus sueños: "¡United!, ¡United!".
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