Otra vez la violencia. Y otra vez la pregunta: ¿qué ocurre con los hinchas ingleses? ¿Por qué siempre en líos? ¿Son víctimas de la violencia policial, o de otros fanáticos, o son hooligans incorregibles, que gozan peleando?
Tras los desórdenes en Roma y Sevilla, seguimos sin entender lo ocurrido. Si escuchamos a los hinchas, los policías los agredieron con mínima provocación, y los apalearon en el suelo, como a perros. Las escenas de la televisión son incompletas y pueden interpretarse en formas diferentes.
Lo cierto es que el Roma-Manchester United, de Liga de Campeones, y el Sevilla-Tottenhan Hotspur, de Copa UEFA, se convirtieron en nuevos escándalos, que oscurecen lo realmente importante, que es el deporte. ¿O deberemos entender que la violencia es lo realmente importante, mientras que el deporte es aleatorio? Los italianos no necesitan lecciones de violencia de nadie. Sus ultras son de los más repugnantes que se pueda imaginar. Pero llama la atención que los actos de violencia sean habituales cuando llegan los ingleses, a Italia y otros países, mientras que sólo son esporádicos cuando se trata de fanáticos de otras nacionalidades. No se trata únicamente de la bebida, o por lo menos este factor no es tan decisivo como muchos piensan. A la hora de beber, los escoceses y los irlandeses, para no hablar de otras nacionalidades del norte de Europa, no tienen nada que envidiar a los ingleses. En su defensa, los ingleses argumentan que la mala fama anterior se ha convertido en un lastre del que no pueden desprenderse. Dicen que cuando un equipo inglés llega a una ciudad del continente, los matones locales se relamen y afilan los cuchillos, sabiendo que su agresión valdrá doble. También están convencidos de que los policías se cobran viejas cuentas, sabiendo que la opinión pública no condenará sus excesos. A fin de cuentas, todos quieren darle de palos a los ingleses, le dijeron los periodistas de esa nacionalidad a Achille Serra, el jefe de la policía de Roma. El comisario había llegado preparado, y mostró una recopilación de escenas de televisión, en las que hinchas ingleses arrancaban asientos y los arrojaban contra la policía y los aficionados italianos. Los ingleses replicaron que el “documental” había sido editado de mala fe, que faltaban otras escenas y que los episodios mostrados no estaban en orden cronológico. Mi experiencia en televisión es superficial, pero me alcanza para saber que uno puede demostrar cualquier cosa si sabe usar una máquina para editar. Otros, italianos, españoles e ingleses, coinciden en que las provocaciones existieron, pero que los aficionados ingleses no están acostumbrados al nivel de reacción de los policías europeos en episodios de esta naturaleza. ¿No están acostumbrados, después de tantos apaleos a lo largo de los años? Lo cierto es que un número considerable de ingleses (también italianos, alemanes, argentinos y otros) van a la cancha con la esperanza de una buena pelea. Y cuando a uno de ellos le abren la cabeza de un palo, el lobo se convierte en oveja y busca un fotógrafo para denunciar la brutalidad policial.
¿Y qué dice la UEFA a todo esto? William Gaillard, el director de comunicaciones, dijo que el problema es general, que no se debe circunscribir a un par de nacionalidades, y que es más grave que la situación en los años ’80, supuestamente la edad de oro del hooliganism. “Hemos visto este tipo de episodios en España, Italia, Francia, Holanda y Alemania. En los ’80 la violencia era espontánea, encendida por el alcohol, mientras que ahora vemos violencia organizada”, dijo. Gaillard tiene razón en que esta violencia está organizada, pero se equivoca en decir que la de los años ’80 era espontánea. Recordamos muy bien esos años y sabemos que la chispa de la violencia era invariablemente encendida por grupos de hooligans que sabían muy bien lo que estaban haciendo. Exactamente igual que ahora, con una diferencia notable: los hooligans europeos se han organizado tan bien como los ingleses, mientras que los policías siguen aplicando brutales técnicas de represión política, en vez de control moderno de muchedumbres. La policía italiana, por ejemplo, avanza con el estilo rodillo de los antiguos romanos, y apalea a toda una tribuna, aunque la provocación haya estado reducida a un reducido grupo de exaltados. La policía británica utiliza técnicas llamadas “de cuña”: los caudillos de la violencia son identificados y el operativo tiene como objetivo neutralizarlos a ellos, en vez de apalear y dispersar a toda una tribuna, los hooligans se han profesionalizado, ya es hora que la policía también lo haga.http://www.bbc.co.uk
Tras los desórdenes en Roma y Sevilla, seguimos sin entender lo ocurrido. Si escuchamos a los hinchas, los policías los agredieron con mínima provocación, y los apalearon en el suelo, como a perros. Las escenas de la televisión son incompletas y pueden interpretarse en formas diferentes.
Lo cierto es que el Roma-Manchester United, de Liga de Campeones, y el Sevilla-Tottenhan Hotspur, de Copa UEFA, se convirtieron en nuevos escándalos, que oscurecen lo realmente importante, que es el deporte. ¿O deberemos entender que la violencia es lo realmente importante, mientras que el deporte es aleatorio? Los italianos no necesitan lecciones de violencia de nadie. Sus ultras son de los más repugnantes que se pueda imaginar. Pero llama la atención que los actos de violencia sean habituales cuando llegan los ingleses, a Italia y otros países, mientras que sólo son esporádicos cuando se trata de fanáticos de otras nacionalidades. No se trata únicamente de la bebida, o por lo menos este factor no es tan decisivo como muchos piensan. A la hora de beber, los escoceses y los irlandeses, para no hablar de otras nacionalidades del norte de Europa, no tienen nada que envidiar a los ingleses. En su defensa, los ingleses argumentan que la mala fama anterior se ha convertido en un lastre del que no pueden desprenderse. Dicen que cuando un equipo inglés llega a una ciudad del continente, los matones locales se relamen y afilan los cuchillos, sabiendo que su agresión valdrá doble. También están convencidos de que los policías se cobran viejas cuentas, sabiendo que la opinión pública no condenará sus excesos. A fin de cuentas, todos quieren darle de palos a los ingleses, le dijeron los periodistas de esa nacionalidad a Achille Serra, el jefe de la policía de Roma. El comisario había llegado preparado, y mostró una recopilación de escenas de televisión, en las que hinchas ingleses arrancaban asientos y los arrojaban contra la policía y los aficionados italianos. Los ingleses replicaron que el “documental” había sido editado de mala fe, que faltaban otras escenas y que los episodios mostrados no estaban en orden cronológico. Mi experiencia en televisión es superficial, pero me alcanza para saber que uno puede demostrar cualquier cosa si sabe usar una máquina para editar. Otros, italianos, españoles e ingleses, coinciden en que las provocaciones existieron, pero que los aficionados ingleses no están acostumbrados al nivel de reacción de los policías europeos en episodios de esta naturaleza. ¿No están acostumbrados, después de tantos apaleos a lo largo de los años? Lo cierto es que un número considerable de ingleses (también italianos, alemanes, argentinos y otros) van a la cancha con la esperanza de una buena pelea. Y cuando a uno de ellos le abren la cabeza de un palo, el lobo se convierte en oveja y busca un fotógrafo para denunciar la brutalidad policial.
¿Y qué dice la UEFA a todo esto? William Gaillard, el director de comunicaciones, dijo que el problema es general, que no se debe circunscribir a un par de nacionalidades, y que es más grave que la situación en los años ’80, supuestamente la edad de oro del hooliganism. “Hemos visto este tipo de episodios en España, Italia, Francia, Holanda y Alemania. En los ’80 la violencia era espontánea, encendida por el alcohol, mientras que ahora vemos violencia organizada”, dijo. Gaillard tiene razón en que esta violencia está organizada, pero se equivoca en decir que la de los años ’80 era espontánea. Recordamos muy bien esos años y sabemos que la chispa de la violencia era invariablemente encendida por grupos de hooligans que sabían muy bien lo que estaban haciendo. Exactamente igual que ahora, con una diferencia notable: los hooligans europeos se han organizado tan bien como los ingleses, mientras que los policías siguen aplicando brutales técnicas de represión política, en vez de control moderno de muchedumbres. La policía italiana, por ejemplo, avanza con el estilo rodillo de los antiguos romanos, y apalea a toda una tribuna, aunque la provocación haya estado reducida a un reducido grupo de exaltados. La policía británica utiliza técnicas llamadas “de cuña”: los caudillos de la violencia son identificados y el operativo tiene como objetivo neutralizarlos a ellos, en vez de apalear y dispersar a toda una tribuna, los hooligans se han profesionalizado, ya es hora que la policía también lo haga.http://www.bbc.co.uk
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