Los cinco balazos por la espalda que recibió anoche el barrabrava rojinegro disidente Matías Pera en una esquina del barrio Tablada, en el sudeste rosarino, y que lo dejaron internado, milagrosamente fuera de peligro, en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez es otra escalada en la interna de la hinchada de Newell`s Old Boys.
Este episodio es uno más del enfrentamiento que libra el grupo de Pera contra la facción oficialista de Diego Panadero Ochoa por el control de la hinchada de Newells y los negocios conexos al planeta fútbol.
El antecedente más grave e inmediato fue el crimen del hincha rojinegro Walter Cáceres, de apenas 14 años, ocurrido en febrero último, cuando un grupo supuestamente vinculado con la banda de Los Monos baleó a un colectivo amarillo en el que la barra brava de Newells volvía de ver un partido en el que su equipo perdió contra Huracán en Buenos Aires.
Esas balas, según fuentes policiales, no fueron dirigidas hacia el pibe Cáceres sino justamente al Panadero Ochoa, el jefe de la barra brava rojinegra que viajaba en ese colectivo al que un par de motociclistas obligaron a detenerse en el ingreso a Rosario por la autopista a Buenos Aires, luego de arrojar clavos Miguelito a su paso.
El otro hecho gravísimo vinculado con la interna rojinegra ocurrió a las 5.30 del viernes 19 de marzo, cuando Roberto Pimpi Camino, el ex jefe de la barra brava rojinegra, fue asesinado de cinco disparos en la puerta del bar Ezeiza, situado en la esquina de Zeballos y Servando Bayo, del barrio Echesortu, en el oeste rosarino.
Este crimen, según los investigadores, estuvo alejado de la guerra entre el Panadero Ochoa y los rebeldes liderados por Matías Pera y Maximiliano Rodríguez.
La guerra por el control de la barra brava rojinegra estalló públicamente el 4 de setiembre, cuando Matías Pera y Maximiliano Rodríguez golpearon y sacaron literalmente del para-avalanchas de la tribuna popular local del estadio Coloso Bielsa al Panadero Ochoa, a quien -además- le robaron la ropa y lo dejaron en calzoncillos en la puerta de la cancha.
El Panadero Ochoa fue acompañado por una veintena de seguidores y escoltado por la policía hasta la esquina de Ovidio Lagos y 27 de Febrero, pero desistió de formular denuncia alguna: Fue un problema personal, advirtió.
Ambos grupos amenazaron con pelearse en la víspera del partido de ida contra Estudiantes por la Copa Sudamericana, cuando un camión con hinchas de la barra del Panadero se cruzó en la rotonda del boulevard Oroño y Cochabamba, a sólo tres cuadras de la cancha, con un par de autos del grupo opositor, desde donde partieron algunos disparos al aire.
Esa tarde noche la barra disidente se ubicó en la tribuna del Palomar, desde donde unos 50 hinchas insultaron a sus adversarios durante todo el partido que Newells le ganó a Estudiantes sobre la hora con un penal del Gato Mauro Formica: Pana, te vamos a matar, no te va a salvar ni la Federal, era uno de sus gritos de guerra.
Y el antecedente violento más cercano al atentado de anoche fue el disparo en la pierna derecha que recibió el custodio Sebastián González, de 27 años y vinculado al grupo de la barra brava opositora, el 14 de noviembre en la puerta del bar Athípyco, de Balcarce 215, en el barrio Pichincha del macrocentro rosarino.
Fueron el Panadero (Diego Ochoa) y el Pollo (Luis Bassi), declaró luego Matías Pera, quien aseguró que Ochoa disparó y su lugarteniente Bassi conducía la moto tipo Enduro o Cross esa noche.
Luego el Panadero se presentó ante la Justicia y aportó un video de las cuatro cámaras instaladas en su casa de Pueyrredón al 3700, en el barrio Alvear, con el que intentó probar que permaneció en su domicilio entre las 22 del 13 de noviembre y las 9.45 del día siguiente, ante lo que el juez de Instrucción número 15, Jorge Baclini, tomó una decisión salomónica: lo excarceló pero le prohibió acercarse al bar Athípyco.
A su turno, el juez de Instrucción Juan Carlos Vienna prohibió el ingreso al estadio rojinegro de unos 120 barrabravas "leprosos", una medida que prorrogó la semana pasada, pero que parece limitada ante la escalada de violencia que adquiere la guerra por el control de la barra brava de Newells.
Este episodio es uno más del enfrentamiento que libra el grupo de Pera contra la facción oficialista de Diego Panadero Ochoa por el control de la hinchada de Newells y los negocios conexos al planeta fútbol.
El antecedente más grave e inmediato fue el crimen del hincha rojinegro Walter Cáceres, de apenas 14 años, ocurrido en febrero último, cuando un grupo supuestamente vinculado con la banda de Los Monos baleó a un colectivo amarillo en el que la barra brava de Newells volvía de ver un partido en el que su equipo perdió contra Huracán en Buenos Aires.
Esas balas, según fuentes policiales, no fueron dirigidas hacia el pibe Cáceres sino justamente al Panadero Ochoa, el jefe de la barra brava rojinegra que viajaba en ese colectivo al que un par de motociclistas obligaron a detenerse en el ingreso a Rosario por la autopista a Buenos Aires, luego de arrojar clavos Miguelito a su paso.
El otro hecho gravísimo vinculado con la interna rojinegra ocurrió a las 5.30 del viernes 19 de marzo, cuando Roberto Pimpi Camino, el ex jefe de la barra brava rojinegra, fue asesinado de cinco disparos en la puerta del bar Ezeiza, situado en la esquina de Zeballos y Servando Bayo, del barrio Echesortu, en el oeste rosarino.
Este crimen, según los investigadores, estuvo alejado de la guerra entre el Panadero Ochoa y los rebeldes liderados por Matías Pera y Maximiliano Rodríguez.
La guerra por el control de la barra brava rojinegra estalló públicamente el 4 de setiembre, cuando Matías Pera y Maximiliano Rodríguez golpearon y sacaron literalmente del para-avalanchas de la tribuna popular local del estadio Coloso Bielsa al Panadero Ochoa, a quien -además- le robaron la ropa y lo dejaron en calzoncillos en la puerta de la cancha.
El Panadero Ochoa fue acompañado por una veintena de seguidores y escoltado por la policía hasta la esquina de Ovidio Lagos y 27 de Febrero, pero desistió de formular denuncia alguna: Fue un problema personal, advirtió.
Ambos grupos amenazaron con pelearse en la víspera del partido de ida contra Estudiantes por la Copa Sudamericana, cuando un camión con hinchas de la barra del Panadero se cruzó en la rotonda del boulevard Oroño y Cochabamba, a sólo tres cuadras de la cancha, con un par de autos del grupo opositor, desde donde partieron algunos disparos al aire.
Esa tarde noche la barra disidente se ubicó en la tribuna del Palomar, desde donde unos 50 hinchas insultaron a sus adversarios durante todo el partido que Newells le ganó a Estudiantes sobre la hora con un penal del Gato Mauro Formica: Pana, te vamos a matar, no te va a salvar ni la Federal, era uno de sus gritos de guerra.
Y el antecedente violento más cercano al atentado de anoche fue el disparo en la pierna derecha que recibió el custodio Sebastián González, de 27 años y vinculado al grupo de la barra brava opositora, el 14 de noviembre en la puerta del bar Athípyco, de Balcarce 215, en el barrio Pichincha del macrocentro rosarino.
Fueron el Panadero (Diego Ochoa) y el Pollo (Luis Bassi), declaró luego Matías Pera, quien aseguró que Ochoa disparó y su lugarteniente Bassi conducía la moto tipo Enduro o Cross esa noche.
Luego el Panadero se presentó ante la Justicia y aportó un video de las cuatro cámaras instaladas en su casa de Pueyrredón al 3700, en el barrio Alvear, con el que intentó probar que permaneció en su domicilio entre las 22 del 13 de noviembre y las 9.45 del día siguiente, ante lo que el juez de Instrucción número 15, Jorge Baclini, tomó una decisión salomónica: lo excarceló pero le prohibió acercarse al bar Athípyco.
A su turno, el juez de Instrucción Juan Carlos Vienna prohibió el ingreso al estadio rojinegro de unos 120 barrabravas "leprosos", una medida que prorrogó la semana pasada, pero que parece limitada ante la escalada de violencia que adquiere la guerra por el control de la barra brava de Newells.
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