La afición del Dépor desplazada a Sevilla no ha podido disfrutar del pase a la ronda final por el ascenso como merecía la ocasión, porque ha tenido que dedicarse a protegerse de las agresiones de un nutrido grupo de aficionados sevillistas. Ultras a los que el club del Nervión no sólo ha dejado hacer a sus anchas, sino que poco menos que los ha alentado.
En un vergonzoso final del partido, ya muchos ultras del equipo local, los inefables "Biris", han protagonizado algunas invasiones de campo intentando agredir al portero y a algún jugador morado. Pero lo peor estaba por llegar. Tras el pitido final, alrededor de 400 ultras sevillistas han acosado a los apenas 80 alcarreños desplazados, y que se habían ubicado en un rincón del estadio, la Ciudad Deportiva del Sevilla.
Primero han tratado de agredirles físicamente, y ha sido la Policía la que ha tenido que proteger a los alcarreños, practicando algunas detenciones de aficionados locales. Luego un grupo -y no precisamente pequeño- de estos ultras se han encaramado a las gradas superiores, justo encima de donde se ubicaba la afición del Dépor, y han lanzado numerosas piedras de gran tamaño. Afortunadamente, ninguna ha impactado de lleno en los seguidores guadalajareños, que en todo momento han mantenido un comportamiento modélico.
La situación ha extrañado a la afición morada, porque durante el fin de semana vivido en Sevilla no habían detectado hostilidad de los aficionados locales. Ante la tensión vivida, los aficionados no han podido salir por la puerta, y la Policía ha tenido que desalojarles por el césped, reteniéndoles junto a los vestuarios más de una hora, mientras los agentes trataban de disolver a la caterva de radicales que seguía esperando a la salida a los alcarreños.
La actitud de los responsables del club de Nervión no ha podido ser más irresponsable. En primer lugar, han abierto de par en par las puertas de acceso al estadio para tratar de llenar el campo con aficionados agresivos. En segundo lugar, han pasado toda una semana alentando a sus seguidores a hacer del campo una "olla a presión", o un "infierno", en una actitud similar a la que el Dépor ya padeció hace 5 años, cuando se jugó un ascenso en Granada. Finalmente, ante las protestas de los aficionados morados a los responsables del Sevilla, estos se limitaban a encogerse de hombros y justificar lo sucedido. Entre estos "justificadores" destacó la figura del propio hijo del presidente del club, José María del Nido.
Pero no sólo los aficionados alcarreños han pasado miedo: También la prensa de Guadalajara desplazada a Sevilla ha vivido un auténtico calvario. La Policía ha retenido a los periodistas de Guadalajara, porque también a ellos les estaban esperando fuera del campo. Durante media hora, los redactores y fotógrafos alcarreños han permanecido en sus cabinas, a la espera de que los agentes del orden les dieran permiso para salir.
Varios aficionados locales han insultado, amenazado y abucheado a los redactores, y los miembros del club local han llegado a quitar acreditaciones a algunos medios de Guadalajara, entre otras muchas trabas puestas para impedir el normal desarrollo de la labor informativa.
Tras toda la tensión vivida, todos los guadalajareños han logrado salir del campo sin más sobresaltos, pero con auténtico miedo en el cuerpo.
En un vergonzoso final del partido, ya muchos ultras del equipo local, los inefables "Biris", han protagonizado algunas invasiones de campo intentando agredir al portero y a algún jugador morado. Pero lo peor estaba por llegar. Tras el pitido final, alrededor de 400 ultras sevillistas han acosado a los apenas 80 alcarreños desplazados, y que se habían ubicado en un rincón del estadio, la Ciudad Deportiva del Sevilla.
Primero han tratado de agredirles físicamente, y ha sido la Policía la que ha tenido que proteger a los alcarreños, practicando algunas detenciones de aficionados locales. Luego un grupo -y no precisamente pequeño- de estos ultras se han encaramado a las gradas superiores, justo encima de donde se ubicaba la afición del Dépor, y han lanzado numerosas piedras de gran tamaño. Afortunadamente, ninguna ha impactado de lleno en los seguidores guadalajareños, que en todo momento han mantenido un comportamiento modélico.
La situación ha extrañado a la afición morada, porque durante el fin de semana vivido en Sevilla no habían detectado hostilidad de los aficionados locales. Ante la tensión vivida, los aficionados no han podido salir por la puerta, y la Policía ha tenido que desalojarles por el césped, reteniéndoles junto a los vestuarios más de una hora, mientras los agentes trataban de disolver a la caterva de radicales que seguía esperando a la salida a los alcarreños.
La actitud de los responsables del club de Nervión no ha podido ser más irresponsable. En primer lugar, han abierto de par en par las puertas de acceso al estadio para tratar de llenar el campo con aficionados agresivos. En segundo lugar, han pasado toda una semana alentando a sus seguidores a hacer del campo una "olla a presión", o un "infierno", en una actitud similar a la que el Dépor ya padeció hace 5 años, cuando se jugó un ascenso en Granada. Finalmente, ante las protestas de los aficionados morados a los responsables del Sevilla, estos se limitaban a encogerse de hombros y justificar lo sucedido. Entre estos "justificadores" destacó la figura del propio hijo del presidente del club, José María del Nido.
Pero no sólo los aficionados alcarreños han pasado miedo: También la prensa de Guadalajara desplazada a Sevilla ha vivido un auténtico calvario. La Policía ha retenido a los periodistas de Guadalajara, porque también a ellos les estaban esperando fuera del campo. Durante media hora, los redactores y fotógrafos alcarreños han permanecido en sus cabinas, a la espera de que los agentes del orden les dieran permiso para salir.
Varios aficionados locales han insultado, amenazado y abucheado a los redactores, y los miembros del club local han llegado a quitar acreditaciones a algunos medios de Guadalajara, entre otras muchas trabas puestas para impedir el normal desarrollo de la labor informativa.
Tras toda la tensión vivida, todos los guadalajareños han logrado salir del campo sin más sobresaltos, pero con auténtico miedo en el cuerpo.
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