Hubo un perdedor honorable en la final de la Champions, el sábado en el Stade de France: el Liverpool ante el Real Madrid. Y otro derrotado, no en el césped sino en el exterior del estadio de Saint-Denis, y no tan honorable: las autoridades, políticas y deportivas, responsables del buen funcionamiento de la final.
Millones de telespectadores en todo el mundo descubrieron en vivo, en sus pantallas y teléfonos, cómo Francia y la UEFA se revelaban incapaces de organizar en condiciones el principal evento futbolístico del año. Por ahora, nadie asume la responsabilidad. El Gobierno francés culpa a los hinchas ingleses. La UEFA apunta a los propietarios de billetes falsificados. El Liverpool juzga “inaceptable” el trato que recibieron sus seguidores y exige una investigación.
Representantes del Gobierno francés, de la policía y la UEFA se reunirán este lunes en París “para abordar los disfuncionamientos de anoche [por el sábado] y sacar lecciones para [los] eventos deportivos”, anunció el domingo la ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra.
“La fiesta arruinada”, titula el diario deportivo L’Équipe. “Noche caótica”, decía Le Parisien. Francia, que en 2023 organiza la Copa del mundo de rugby y en 2024 los Juegos Olímpicos de verano, se pregunta qué falló. No hay una respuesta clara.
El fiasco de París puede explicarse por una conjunción de factores: los sucesivos controles policiales en los accesos a las gradas del Liverpool, la presencia de hinchas y jóvenes del barrio con billetes falsos o sin billete, o la contundencia de la policía francesa para dispersar a la multitud que quería entrar en el estadio. Que hubiera huelga en los trenes de cercanías pudo contribuir a las aglomeraciones. Y que Francia y la UEFA solo tuviesen tres meses para preparar la final en París, tras anularse la sede inicial en San Petersburgo, seguramente tampoco ayudó. El inicio del partido, que ganó el Real Madrid por 1 a 0, se acabó retrasando 36 minutos.
Los incidentes no ocurrieron solo junto al Stade de France, en Saint-Denis. También hubo una carga policial cerca de la zona de fans habilitada para los hinchas del Liverpool en el este de París. A la salida del partido, en Saint-Denis, varios asistentes a la final denunciaron robos y agresiones y una sensación de inseguridad. Al final de la noche, el balance fue de 68 detenidos, 39 de los cuales pasaron a disposición judicial, y 174 heridos leves, según Le Parisien.
Cerca de siete mil policías y gendarmes se habían desplegado en París ante la llegada de las decenas de miles de merengues y reds. Pero no era un partido de alta tensión. Algo falló.
“Fue sorprendente lo que ocurrió, porque, desde el punto de vista de la seguridad, era un partido fácil de organizar”, dice el historiador Sébastien Louis, autor del libro Ultras. Les autres protagonistes du football (Ultras. Los otros protagonistas del fútbol). “Era un partido sin verdadera tensión entre hinchas rivales: era un evento festivo y comercial.”
El ministro francés del Interior, Gérald Darmanin, tiene claro quiénes son los responsables. “Miles de hinchas británicos, sin billete o con falsos billetes, forzaron las entradas y, a veces, violentaron a los empleados del estado”, denunció en la red social Twitter. “Gracias a las muy numerosas fuerzas del orden movilizadas esta noche en un contexto difícil”.
La UEFA, en un comunicado, explica, en la misma línea, que “antes del inicio del partido, las entradas en las graderías del Liverpool quedaron bloqueadas por miles de fans que habían comprado billetes falsos y que no funcionaban para entrar”. El comunicado señala también la actuación policial con gases lacrimógenos. Y promete “estudiar estas cuestiones con urgencia junto a la policía y las autoridades francesas, y junto a la Federación francesa de fútbol”.
El Liverpool niega, en contra de lo que sugiere el Gobierno francés, la responsabilidad de sus seguidores: “Los hinchas nunca habrían tenido que experimentar las escenas que hemos presenciado esta noche. Hemos pedido oficialmente una investigación formal sobre las causas de estos problemas inaceptables”.
El historiador Louis, que ha estudiado la cuestión de la seguridad en los estadios, apunta un problema que va más allá de la final del sábado: la falta de preparación de las fuerzas del orden para gestionar eventos deportivos masivos. No ha ayudado la práctica, habitual en Francia, consistente en prohibir a los seguidores de un club desplazarse a los partidos en otras ciudades: se ha perdido la habilidad, según el historiador, para gestionar situaciones de tensión.
“Claramente, en Francia hay una ausencia de anticipación ante los partidos”, dice Louis. Y a esto, en su opinión, se añaden las prácticas de la policía francesa, muy criticadas, por excesivas, durante la revuelta de los chalecos amarillos en 2018 y 2019, y que el sábado muchos seguidores experimentaron en carne propia antes y después de la final. “El estadio es un espejo deformante de nuestra sociedad: lo que vemos en el estadio es lo que se ve en la sociedad”, afirma el historiador. Y añade: “El sábado se vieron policías sin formación para mantener el orden en situaciones de tensión”.
La campeona olímpica de boxeo en 2016, Estelle Mossely, denunció en la red social Twitter mientras esperaba para entrar: “Es un escándalo lo que ocurre en el Stade de France. Bloqueada de hace más de una hora, gaseada, empujada”.
Un policía británico que acompañaba a los seguidores del Liverpool escribió: “Solo puedo describir esto como el peor partido en el que he trabajado o que he experimentado. El comportamiento de los fans en la entrada fue ejemplar en circunstancias chocantes”.
El problema, según varios testimonios, fue, por un lado, que los controles policiales antes de la llegada al estadio crearon cuellos de botella donde los aficionados británicos tuvieron que esperar durante horas. Una vez superados los controles, ya cerca de las vallas de acceso al estadio, y ante un nuevo control, jóvenes franceses, que no pertenecían a ninguna de las dos aficiones, intentaban saltar la valla.
“Era bandas de golfos que conocemos de este departamento fuera de control en materia de seguridad”, dijo, en la cadena RTL, la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen, en alusión al departamento (provincia) de Seine-Saint-Denis, en la periferia norte de París. Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda, declaró en la cadena BFM-TV: “Vemos claramente que no estamos preparados para acontecimientos como los Juegos Olímpicos o el Mundial de rugby.” Mélenchon denunció “un fracaso completo de la estrategia policial”.
El caos organizativo es un toque de atención a Francia y a París a dos años de los JJ OO, el macroevento deportivo por excelencia que, cada cuatro años, pone a prueba la capacidad organizativa del anfitrión. La imagen ha quedado maltrecha esta vez, pero es difícil extrapolar una final única a un acontecimiento como los Juegos Olímpicos.
Sébastien Louis explica: “En los Juegos Olímpicos el público es muy comercial y no es un público potencialmente turbulento. Además, hay menos interés: sin duda habrá un mercado negro, pero al haber un número increíble de eventos, es distinto que una final de la Champions, que es el paroxismo del fútbol mundial. No habrá este tipo de problemas”.