«Estos no van a ver la pelota», bromeaba una mujer que contemplaba, desde la otra acera, a los seguidores holandeses hacinados en el exterior de la cafetería Estadio, en la calle Manuel Murguía. Iban bien fermentados, y lo más seguro, sí, es que después viesen tres o cuatro pelotas sobre el césped. Pelotas, pero de goma, les lanzaron los agentes de la Unidad de Intervención Rápida del 091 en la calle Juan Canalejo, zona de copas en la que se concentraron buena parte de los incidentes diurnos y nocturnos.
«La han montado en bastantes bares», resumió un policía nacional mientras los seguidores visitantes accedían a su localidad, en la esquina de Pabellón más próxima a Preferencia. Ya la liaron de madrugada en el Orzán, sobre todo en aquellos locales en los que no les permitieron el acceso, que fueron varios. En otros se hicieron fuertes, y no había quien los echase, como en un pub de Panaderas.
Ya de día, a las doce de la mañana, un grupo formado por cuarenta seguidores se dio a la cerveza (en algunos casos combinada con coñac y ginebra) en la terraza acristalada del bar Verdura, en la plaza de María Pita. Cuentan los testigos que estuvieron tranquilos hasta que se presentó la policía. Entonces tomaron una mesa y la espetaron contra un cristal, con el resultado de los dos elementos rotos. En ese local se bebieron en cuatro horas ocho cajas de cerveza. Como cada una tiene 25 botellas, así que cayeron 192; divididas entre 40 individuos, arrojan una media de casi cinco por garganta. Ese grupo, ya con más elementos incorporados, se desplazó a un pub con terraza situado en la confluencia del paseo marítimo con pasadizo del Orzán. Acabaron peleándose entre ellos. Los hosteleros decidieron cerrar el bar. La policía hizo acto de presencia y realizó una leve carga.
En el entorno de esta zona se produjeron numerosos altercados. Hubo motos tiradas en San Andrés, sillas voladoras en otros locales y una mujer fue arrollada por un grupo de holandeses a la carrera, quizá los que escapaban de las bolas de goma policiales. Enfrente del estadio, el control fue mayor: más de cien policías y un helicóptero sobrevolando la zona. Pese a ello, volaron mesas en la cafetería Estadio, y algún agente fue bañado en cerveza. Fueron varios los holandeses que ofrecieron pelea a los seguidores locales: «Solo miras, ¿no quieres luchar?», le preguntaron a un joven deportivista.
La diseminación en numerosos grupos de los más de mil seguidores (800 con entrada controlada por las fuerzas de seguridad) impidió un control absoluto, pese a que se desplazaron a la ciudad policías holandeses y personal de seguridad del Feyenoord.
Ya en el campo, los holandeses la siguieron montando. Arrancaron sillas de la grada en la que estaban ubicados y las arrojaron al vacío. Al menos una impactó en un policía nacional. Los agentes cargaron.
La UEFA acaba de cerrar el Vicente Calderón porque en un partido de Champions los hinchas del Olympique lanzaron asientos y exhibieron bengalas y pancartas prohibidas. Entonces se produjo una carga policial que la UEFA juzgó excesiva y que el club francés catalogó como «salvaje». En su informe, el delegado de la entidad europea acusó a la policía de «causar problemas» por quitar «de forma injustificada una pancarta», lo que a su entender «fue la causa de los problemas».
«La han montado en bastantes bares», resumió un policía nacional mientras los seguidores visitantes accedían a su localidad, en la esquina de Pabellón más próxima a Preferencia. Ya la liaron de madrugada en el Orzán, sobre todo en aquellos locales en los que no les permitieron el acceso, que fueron varios. En otros se hicieron fuertes, y no había quien los echase, como en un pub de Panaderas.
Ya de día, a las doce de la mañana, un grupo formado por cuarenta seguidores se dio a la cerveza (en algunos casos combinada con coñac y ginebra) en la terraza acristalada del bar Verdura, en la plaza de María Pita. Cuentan los testigos que estuvieron tranquilos hasta que se presentó la policía. Entonces tomaron una mesa y la espetaron contra un cristal, con el resultado de los dos elementos rotos. En ese local se bebieron en cuatro horas ocho cajas de cerveza. Como cada una tiene 25 botellas, así que cayeron 192; divididas entre 40 individuos, arrojan una media de casi cinco por garganta. Ese grupo, ya con más elementos incorporados, se desplazó a un pub con terraza situado en la confluencia del paseo marítimo con pasadizo del Orzán. Acabaron peleándose entre ellos. Los hosteleros decidieron cerrar el bar. La policía hizo acto de presencia y realizó una leve carga.
En el entorno de esta zona se produjeron numerosos altercados. Hubo motos tiradas en San Andrés, sillas voladoras en otros locales y una mujer fue arrollada por un grupo de holandeses a la carrera, quizá los que escapaban de las bolas de goma policiales. Enfrente del estadio, el control fue mayor: más de cien policías y un helicóptero sobrevolando la zona. Pese a ello, volaron mesas en la cafetería Estadio, y algún agente fue bañado en cerveza. Fueron varios los holandeses que ofrecieron pelea a los seguidores locales: «Solo miras, ¿no quieres luchar?», le preguntaron a un joven deportivista.
La diseminación en numerosos grupos de los más de mil seguidores (800 con entrada controlada por las fuerzas de seguridad) impidió un control absoluto, pese a que se desplazaron a la ciudad policías holandeses y personal de seguridad del Feyenoord.
Ya en el campo, los holandeses la siguieron montando. Arrancaron sillas de la grada en la que estaban ubicados y las arrojaron al vacío. Al menos una impactó en un policía nacional. Los agentes cargaron.
La UEFA acaba de cerrar el Vicente Calderón porque en un partido de Champions los hinchas del Olympique lanzaron asientos y exhibieron bengalas y pancartas prohibidas. Entonces se produjo una carga policial que la UEFA juzgó excesiva y que el club francés catalogó como «salvaje». En su informe, el delegado de la entidad europea acusó a la policía de «causar problemas» por quitar «de forma injustificada una pancarta», lo que a su entender «fue la causa de los problemas».
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