El Zenit de San Petesburgo se ha convertido en excepción europea porque no milita un solo jugador negro en sus filas. Podría atribuirse semejante situación a la casualidad o la accidentalidad, pero el contexto xenófobo en que se ha arraigado al club relaciona las estadísticas con la discriminación.
El propio míster, Advocaat, reconocía entre líneas que existe una norma no escrita según la cual el Zenit debe abstenerse de reclutar mulatos, mestizos, subsaharianos, magrebíes. Se acepta al surcoreano por razones de afinidad y porque el país aloja millones de sujetos achinados, pero cualquier pigmentación vistosa de la piel garantiza el malestar de la directiva y predispone a la iracundia de la hinchada local.
No, no existen en Europa unos ultras tan radicales e impunes como los machotes petroburgueses. Que se lo digan a los futbolistas del Olympique de Marsella, colectivamente estupefactos cuando observaron a los hooligans disfrazados con las máscaras del Ku Klux Klan. Algunos de ellos arrojaron bananas al césped. Otros exhibieron un simio de peluche con la indumentaria marsellesa y anudado en el cuello con una soga de verdugo.
Sucedió el pasado 12 de marzo, aunque la UEFA ha dejado hacer y autoriza la excepción porque el Zenit es el símbolo futbolístico de Gazprom y porque no conviene disturbar a la satrapía postsoviética.
Vuelve a demostrarse que los estadios alojan toda clase de claves para la comprensión sociológica. Exacerban de tal modo los comportamientos que el mismo exceso permite reconocer la conducta larvada de la sociedad. Bien lo saben los negros que tienen el valor o la necesidad de vivir en Rusia. Se exponen a la vejación cotidiana y se juegan la vida cuando cometen la imprudencia de toparse con una cuadrilla de valientes.
Cuestión de estadísticas. En 2007 se produjeron 86 asesinatos racistas, mientras que las cifras de 2008, aún oficiosas, hacen presuponer que podría terminarse el año con un centenar de negros convenientemente ajusticiados. Ya dicen los hinchas desmadrados del Zenit que la pureza de la raza les diferencia de la sangre corrupta en los clubes moscovitas. Algunos futbolistas negros militan en las escuadras de la capital, pero el estadio Petrovsky se mantiene en pie como la última fortaleza de la raza aria. ¿Qué piensa al respecto Michel Platini?
El propio míster, Advocaat, reconocía entre líneas que existe una norma no escrita según la cual el Zenit debe abstenerse de reclutar mulatos, mestizos, subsaharianos, magrebíes. Se acepta al surcoreano por razones de afinidad y porque el país aloja millones de sujetos achinados, pero cualquier pigmentación vistosa de la piel garantiza el malestar de la directiva y predispone a la iracundia de la hinchada local.
No, no existen en Europa unos ultras tan radicales e impunes como los machotes petroburgueses. Que se lo digan a los futbolistas del Olympique de Marsella, colectivamente estupefactos cuando observaron a los hooligans disfrazados con las máscaras del Ku Klux Klan. Algunos de ellos arrojaron bananas al césped. Otros exhibieron un simio de peluche con la indumentaria marsellesa y anudado en el cuello con una soga de verdugo.
Sucedió el pasado 12 de marzo, aunque la UEFA ha dejado hacer y autoriza la excepción porque el Zenit es el símbolo futbolístico de Gazprom y porque no conviene disturbar a la satrapía postsoviética.
Vuelve a demostrarse que los estadios alojan toda clase de claves para la comprensión sociológica. Exacerban de tal modo los comportamientos que el mismo exceso permite reconocer la conducta larvada de la sociedad. Bien lo saben los negros que tienen el valor o la necesidad de vivir en Rusia. Se exponen a la vejación cotidiana y se juegan la vida cuando cometen la imprudencia de toparse con una cuadrilla de valientes.
Cuestión de estadísticas. En 2007 se produjeron 86 asesinatos racistas, mientras que las cifras de 2008, aún oficiosas, hacen presuponer que podría terminarse el año con un centenar de negros convenientemente ajusticiados. Ya dicen los hinchas desmadrados del Zenit que la pureza de la raza les diferencia de la sangre corrupta en los clubes moscovitas. Algunos futbolistas negros militan en las escuadras de la capital, pero el estadio Petrovsky se mantiene en pie como la última fortaleza de la raza aria. ¿Qué piensa al respecto Michel Platini?
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