Los hooligans que animaban a Polonia en Bratislava (Eslovaquia) tomaron su fondo. Ardía entre bengalas y la locura colectiva. La fama que arrastran, la de una de las hinchadas más violentas de Europa, parecía justificada, y la policía eslovaca intervino. De repente, la foto del año: un policía apunta a la masa con una pistola. Y una reflexión: ¿cuántos partidos va a jugar la selección eslovaca fuera de su casa? Eso, al menos, se preguntan y no paran en el Vicente Calderón.
En medio de una maraña de odio, un policía eslovaco apunta con la pistola a los hooligans polacos, cuyo equipo terminó perdiendo 2-1. Las bengalas habían tomado un fondo entero, haciendo imposible celebrar cualquier espectáculo deportivo. Algo parecido había ocurrido en el Austria-Serbia (1-3), en el que los goles de los serbios se celebraban con un infierno de bengalas. El virus no parece tener fronteras.
La imagen de la pistola, en cierta forma, es histórica y revela el momento en que se encuentra el fútbol actual en los límites exteriores del césped. Sobre todo es un símbolo, una instantánea que difumina los límites en estas batallas entre ultras y policía.
Por eso, en el Vicente Calderón se preguntan cuántos partidos va a ser sancionada Eslovaquia. Qué castigo tendría que sufrir un equipo nacional cuando una pistola desenfundada por un agente del orden entra en las gradas. Y, sobre todo, abre el debate de qué hacer en determinadas situaciones en las que los acontecimientos parecen sobrepasar a todos los estamentos del fútbol.
En medio de una maraña de odio, un policía eslovaco apunta con la pistola a los hooligans polacos, cuyo equipo terminó perdiendo 2-1. Las bengalas habían tomado un fondo entero, haciendo imposible celebrar cualquier espectáculo deportivo. Algo parecido había ocurrido en el Austria-Serbia (1-3), en el que los goles de los serbios se celebraban con un infierno de bengalas. El virus no parece tener fronteras.
La imagen de la pistola, en cierta forma, es histórica y revela el momento en que se encuentra el fútbol actual en los límites exteriores del césped. Sobre todo es un símbolo, una instantánea que difumina los límites en estas batallas entre ultras y policía.
Por eso, en el Vicente Calderón se preguntan cuántos partidos va a ser sancionada Eslovaquia. Qué castigo tendría que sufrir un equipo nacional cuando una pistola desenfundada por un agente del orden entra en las gradas. Y, sobre todo, abre el debate de qué hacer en determinadas situaciones en las que los acontecimientos parecen sobrepasar a todos los estamentos del fútbol.
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