La mareona se comió a la mareína. Y eso que hizo ruido, y mucho, la afición del Dépor, entre cuyas filas, especialmente entre las de los Riazor Blues, la facción radical de los chicos de Lotina, se protagonizó algún altercado en las horas previas al partido. No parecían ayer los gallegos y los asturianos primos hermanos. Y eso que había cita para intercambiar, en El Molinón, placas de hermandad entre las federaciones de peñas. Pero mientras los presidentes se daban la mano y sonreían ante los flashes, los ultras del equipo visitante tenían que ser escoltados para acceder al campo. Empezaba la tarde caldeada a la vera del Piles y acabó con saeta de goles del Sporting y sus casi 22.000 aficionados celebrando victoria, mientras los cerca de tres mil que viajaron con su club desde La Coruña volvían a casa tras ver a su equipo sucumbir de nuevo ante el once de Preciado.
Después del 0-3 de la ida, que tanto dolió en Riazor, los blanquiazules y sus seguidores regresaron a Galicia con un 3-2 que reabrió la herida. Una herida latente en El Molinón desde el segundo gol que marcó Barral de penalti en el minuto 51. No había torturado tanto el primero, tres minutos antes, de Luis Morán, y ya para el tercero, que penetraba la portería de Aranzubía un limpísimo toque de José Ángel, no quedaban en las gradas del Dépor ni entusiasmo ni ganas de pelear por su equipo.
Entre la afición entonces sólo había silencio. Y eso que pudieron vivir un momento de esperanza cuando Sergio desbordó los palos de Lafuente, también de penalti, logrando el 2-1, el gol que les devolvió por unos minutos la creencia de que no todo estaba perdido. Pero al ver, a cinco minutos del final, subir el tercero al marcador del anfitrión, los gallegos sabían que volverían a casa con la cabeza baja, pues no pudieron los chicos del 'dicharachero' Miguel Ángel Lotina regalarles la victoria que contestaría todas las energías puestas en ellos.
Quería el Dépor hacer cuentas con el Sporting que les venció en la ida, pero no pudo ser para bien de los asturianos, que además de compartir vecindad con los visitantes, comparten a los dos presidentes que más tiempo llevan en el cargo en Primera División: Lendoiro cumple su vigésima temporada, y Vega-Arango, la 16.
Después del 0-3 de la ida, que tanto dolió en Riazor, los blanquiazules y sus seguidores regresaron a Galicia con un 3-2 que reabrió la herida. Una herida latente en El Molinón desde el segundo gol que marcó Barral de penalti en el minuto 51. No había torturado tanto el primero, tres minutos antes, de Luis Morán, y ya para el tercero, que penetraba la portería de Aranzubía un limpísimo toque de José Ángel, no quedaban en las gradas del Dépor ni entusiasmo ni ganas de pelear por su equipo.
Entre la afición entonces sólo había silencio. Y eso que pudieron vivir un momento de esperanza cuando Sergio desbordó los palos de Lafuente, también de penalti, logrando el 2-1, el gol que les devolvió por unos minutos la creencia de que no todo estaba perdido. Pero al ver, a cinco minutos del final, subir el tercero al marcador del anfitrión, los gallegos sabían que volverían a casa con la cabeza baja, pues no pudieron los chicos del 'dicharachero' Miguel Ángel Lotina regalarles la victoria que contestaría todas las energías puestas en ellos.
Quería el Dépor hacer cuentas con el Sporting que les venció en la ida, pero no pudo ser para bien de los asturianos, que además de compartir vecindad con los visitantes, comparten a los dos presidentes que más tiempo llevan en el cargo en Primera División: Lendoiro cumple su vigésima temporada, y Vega-Arango, la 16.
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