Se equivocaron de víctima y ese error les ha llevado a los calabozos de la Guardia Civil en Barcelona. Ése ha sido el final para los integrantes de una supuesta banda organizada que se dedicaba a robar a narcotraficantes para así apoderarse de la mercancía. Los riesgos de ser denunciados, como indicaban ayer fuentes del Instituto Armado, son mínimos; lo que convertía cada palo en golpes perfectos en la ejecución: sin testigos ni víctimas.
Pero esta vez se equivocaron. Los hechos se remontan al mes de enero cuando un vecino de Huelva, aunque de nacionalidad marroquí, acababa de desembarcar en Tarifa. Había visitado a su familia y regresaba a su casa cuando en la A-381, a su paso por Los Barrios, fue interceptado por un vehículo que aparentemente parecía un coche camuflado de la Policía. Según relató la víctima, tras la pesadilla que le tocó vivir, el coche lucía un indicativo policial y al ponerse a su lado, sus tres ocupantes le mostraron unas placas de Policía. Esto le convenció para detener su coche, pero al instante se dio cuenta de que todo era una trampa. Uno de los falsos policías le golpeó sin mediar palabra y sin que se hubiera bajado del coche, mientras los otros dos le encañonaban con sus armas.
Un radar los pilló
Pese a encontrarse en un aparente callejón sin salida, el denunciante logró reanudar la marcha de su turismo a toda velocidad. Los agresores no se dieron por vencidos y fueron tras de él. Durante la persecución, un radar de la autovía captó a ambos vehículos que superaban con creces los límites de velocidad. Este detalle no pasó desapercibido para la víctima, quien posteriormente lo puso en conocimiento de la Guardia Civil de Cádiz.
Como no le daban alcance, los falsos policías desistieron y abandonaron la autovía no sin antes haber disparado en varias ocasiones contra el turismo del denunciante. Las fotografías captadas por el radar sirvieron para corroborar la versión de la víctima y también aportó pistas para que los agentes de Policía Judicial identificaran a los supuestos autores del asalto frustrado. Y aquí prosigue la segunda parte de la Operación cuscús.
Los tres falsos policías fueron identificados como: J P. F., I M. G. y A G. H., éste último consta como el propietario del vehículo. Al repasar sus historiales, los agentes supieron que los tres son ultras del Barça y que uno de ellos está siendo juzgado en estos momentos por una reyerta racista ocurrida en un partido de fútbol en Cataluña. Poco después de que Jonathan P. F. tildara a sus víctimas -unos futbolistas argentinos- de «nenazas» durante la vista oral que se viene celebrando en Barcelona, era detenido como uno de los tres falsos policías. Le imputan los delitos de tenencia ilícita de armas, tentativa de homicidio, lesiones y detención ilegal. Los otros miembros de la banda también fueron apresados el martes en la Ciudad Condal.
Junto a J, en el banquillo de los acusados, se sientan otros futbolistas del equipo Bada-Bing, entre los que se encuentran dos hermanos de otro implicado en el asalto a narcotraficantes: I M. G. Su hermano, que ahora se enfrenta a una acusación por una agresión racista, fue uno de los autores por el asesinato de la Villa Olímpica de Barcelona en 2000.
Pero esta vez se equivocaron. Los hechos se remontan al mes de enero cuando un vecino de Huelva, aunque de nacionalidad marroquí, acababa de desembarcar en Tarifa. Había visitado a su familia y regresaba a su casa cuando en la A-381, a su paso por Los Barrios, fue interceptado por un vehículo que aparentemente parecía un coche camuflado de la Policía. Según relató la víctima, tras la pesadilla que le tocó vivir, el coche lucía un indicativo policial y al ponerse a su lado, sus tres ocupantes le mostraron unas placas de Policía. Esto le convenció para detener su coche, pero al instante se dio cuenta de que todo era una trampa. Uno de los falsos policías le golpeó sin mediar palabra y sin que se hubiera bajado del coche, mientras los otros dos le encañonaban con sus armas.
Un radar los pilló
Pese a encontrarse en un aparente callejón sin salida, el denunciante logró reanudar la marcha de su turismo a toda velocidad. Los agresores no se dieron por vencidos y fueron tras de él. Durante la persecución, un radar de la autovía captó a ambos vehículos que superaban con creces los límites de velocidad. Este detalle no pasó desapercibido para la víctima, quien posteriormente lo puso en conocimiento de la Guardia Civil de Cádiz.
Como no le daban alcance, los falsos policías desistieron y abandonaron la autovía no sin antes haber disparado en varias ocasiones contra el turismo del denunciante. Las fotografías captadas por el radar sirvieron para corroborar la versión de la víctima y también aportó pistas para que los agentes de Policía Judicial identificaran a los supuestos autores del asalto frustrado. Y aquí prosigue la segunda parte de la Operación cuscús.
Los tres falsos policías fueron identificados como: J P. F., I M. G. y A G. H., éste último consta como el propietario del vehículo. Al repasar sus historiales, los agentes supieron que los tres son ultras del Barça y que uno de ellos está siendo juzgado en estos momentos por una reyerta racista ocurrida en un partido de fútbol en Cataluña. Poco después de que Jonathan P. F. tildara a sus víctimas -unos futbolistas argentinos- de «nenazas» durante la vista oral que se viene celebrando en Barcelona, era detenido como uno de los tres falsos policías. Le imputan los delitos de tenencia ilícita de armas, tentativa de homicidio, lesiones y detención ilegal. Los otros miembros de la banda también fueron apresados el martes en la Ciudad Condal.
Junto a J, en el banquillo de los acusados, se sientan otros futbolistas del equipo Bada-Bing, entre los que se encuentran dos hermanos de otro implicado en el asalto a narcotraficantes: I M. G. Su hermano, que ahora se enfrenta a una acusación por una agresión racista, fue uno de los autores por el asesinato de la Villa Olímpica de Barcelona en 2000.
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