El partido estaba siendo una fiesta. Había ocasiones, ritmo, velocidad y polémica arbitral, todos los ingredientes necesarios para ello. Pero ahí estaban los de siempre, los ultras, para estropear el magnífico ambiente de fiesta que se vivía en el estadio Ruiz de Lopera. Y es que los seguidores de la peña Supporters Gol Sur no dejaron de insultar a Alberto Quintero, que entró al campo en el minuto 75, con gritos racistas cada vez que el panameño tocaba la pelota. Nadie se lo recriminó, ni en el campo ni en la grada, donde incluso encontraron aliados esos energúmenos que no merecen pisar un recinto deportivo. Pero lo hacen cada domingo. En cualquier campo de España. Y todo el mundo mira hacia otro lado.
Lejos queda aquel partido en La Romareda en el que, cansado de escuchar gritos racistas, el ex barcelonista Samuel Eto'o amenazó con abandonar el campo. Algo parecido le volvió a pasar en el campo del Getafe poco tiempo después. Pero sigue ocurriendo en muchos campos y nadie parece querer hacer nada para acabar con una costumbre vergonzosa, que deja al fútbol nacional en muy mal lugar, como quedó ayer una hinchada, la del Betis, que casi todo el mundo cree ejemplar.
Xenofobia
El caso es que Quintero, que entró por Lafuente, tuvo que escuchar como todo el fondo sur del viejo Villamarín emulaba la onomatopeya del mono cuando tocaba la pelota. Pino Zamorano, quien no tuvo su mejor mañana, sí acertó a la hora de parar el juego y avisar al delegado de campo de que tomaría medidas si no cesaban los insultos xenófobos contra Alberto Quintero.
El speaker del Betis, de mala gana, pidió al público que no humillara al panameño Quintero por ser negro (es curioso, Emaná y Odonkor, del Betis, son también de raza negra), con un desafortunado final de alocución: «¡Yo digo lo que me dicen!», exclamó el speaker ante el abucheo de la gente.
Los gritos racistas continuaron y sólo acabaron, al final del partido, convertidos en resignación por el empate del Betis. Una parte de los aficionados locales esperaron a que Pino Zamorano abandonara el campo para tirar objetos. Otros muchos se fueron, dejando el campo desangelado, mientras los 400 cartageneros que disfrutaron de una mañana histórica en Sevilla aplaudían con fuerza a los futbolistas del Cartagena.
A partir de hoy, los servicios jurídicos de la entidad verdiblanca tendrán que lidiar con la afirmación recogida en el acta arbitral, donde Pino Zamorano dice: «En el minuto 78 detuve el partido para que se activase el protocolo antiracista por insultos al jugador número 15, Alberto Quintero». El club verdiblanco se expone a una sanción dura de Antoviolencia. El comportamiento de sus ultras, que ya la armaron hace unas semanas en el Rico Pérez, merece un castigo ejemplar.
Desaparecen los balones
Tampoco anduvieron nada finos los técnicos del Real Betis cuando, a falta de diez minutos para acabar el partido, ordenaron a todos los recogepelotas que retiraran todos los balones de detrás de las porterías. Las cámaras de Canal + (notable retransmisión) cazaron las órdenes a los niños. «¡Que no haya ningún balón en el campo!», era la orden de un individuo que lucía un polo del Betis.
Esa acentuada picardía de los verdiblancos no gustó nada a los cientos de cartageneros que -una vez más en esta Liga- llenaron los bares de la ciudad para seguir el partido. Ni la lluvia fue ayer capaz de acabar con la nueva ola que inunda Cartagena: es la Efesemanía. El sábado, con nuevo horario, lo normal es que muchos más se suman a ella.
Lejos queda aquel partido en La Romareda en el que, cansado de escuchar gritos racistas, el ex barcelonista Samuel Eto'o amenazó con abandonar el campo. Algo parecido le volvió a pasar en el campo del Getafe poco tiempo después. Pero sigue ocurriendo en muchos campos y nadie parece querer hacer nada para acabar con una costumbre vergonzosa, que deja al fútbol nacional en muy mal lugar, como quedó ayer una hinchada, la del Betis, que casi todo el mundo cree ejemplar.
Xenofobia
El caso es que Quintero, que entró por Lafuente, tuvo que escuchar como todo el fondo sur del viejo Villamarín emulaba la onomatopeya del mono cuando tocaba la pelota. Pino Zamorano, quien no tuvo su mejor mañana, sí acertó a la hora de parar el juego y avisar al delegado de campo de que tomaría medidas si no cesaban los insultos xenófobos contra Alberto Quintero.
El speaker del Betis, de mala gana, pidió al público que no humillara al panameño Quintero por ser negro (es curioso, Emaná y Odonkor, del Betis, son también de raza negra), con un desafortunado final de alocución: «¡Yo digo lo que me dicen!», exclamó el speaker ante el abucheo de la gente.
Los gritos racistas continuaron y sólo acabaron, al final del partido, convertidos en resignación por el empate del Betis. Una parte de los aficionados locales esperaron a que Pino Zamorano abandonara el campo para tirar objetos. Otros muchos se fueron, dejando el campo desangelado, mientras los 400 cartageneros que disfrutaron de una mañana histórica en Sevilla aplaudían con fuerza a los futbolistas del Cartagena.
A partir de hoy, los servicios jurídicos de la entidad verdiblanca tendrán que lidiar con la afirmación recogida en el acta arbitral, donde Pino Zamorano dice: «En el minuto 78 detuve el partido para que se activase el protocolo antiracista por insultos al jugador número 15, Alberto Quintero». El club verdiblanco se expone a una sanción dura de Antoviolencia. El comportamiento de sus ultras, que ya la armaron hace unas semanas en el Rico Pérez, merece un castigo ejemplar.
Desaparecen los balones
Tampoco anduvieron nada finos los técnicos del Real Betis cuando, a falta de diez minutos para acabar el partido, ordenaron a todos los recogepelotas que retiraran todos los balones de detrás de las porterías. Las cámaras de Canal + (notable retransmisión) cazaron las órdenes a los niños. «¡Que no haya ningún balón en el campo!», era la orden de un individuo que lucía un polo del Betis.
Esa acentuada picardía de los verdiblancos no gustó nada a los cientos de cartageneros que -una vez más en esta Liga- llenaron los bares de la ciudad para seguir el partido. Ni la lluvia fue ayer capaz de acabar con la nueva ola que inunda Cartagena: es la Efesemanía. El sábado, con nuevo horario, lo normal es que muchos más se suman a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario