El estadio del Espanyol, inaugurado hace dos temporadas, y el impacto de visitantes y comercio que ha generado concentra todas las preocupaciones de los vecinos del barrio de Riera y también del centro de Cornellà. El impacto que ha tenido un campo de fútbol de primera división con capacidad para 40.000 personas en un barrio con apenas 6.000 habitantes desbordó todos los pronósticos. La mejora urbanística ha sido notable y es elogiada por la mayoría de los vecinos. Los comerciantes aplauden que el nuevo estadio ha dinamizado económicamente una zona con pocas tiendas pero los residentes recelan del estadio.
El principal temor generado por la nueva actividad deportiva es una minoría de grupos radicales que se concentran cada 15 días en los bares cercanos. Los gritos, el consumo de alcohol callejero y los cánticos de unos 100 miembros de las Brigadas Blanquiazules han encendido los ánimos de los residentes más cercanos al campo. «Ha habido peleas graves en la vía pública y hasta han amenazado de muerte a una vecina. Necesitamos un mayor control sobre ellos porque muchos vecinos están atemorizados», explicó un residente que pidió no ser identificado por temor a represalias.
Aunque la gran mayoría de aficionados del Espanyol respeta a los vecinos y no genera molestias, la presencia continua de los grupos de radicales motivó varias caceroladas vecinales. El ayuntamiento y los Mossos prometieron mayor vigilancia sobre estos grupos y la alteración fue amainando. Pese a ello, la mayoría considera hoy que los dispositivos de seguridad son insuficientes.
Los responsables municipales ya había recordado a los vecinos que la competencia en la seguridad es de los Mossos y que el ayuntamiento siempre ha reclamado acciones más contundentes para controlar a los incívicos y violentos. Pero los Mossos d'Esquadra han optado por una táctica de vigilancia cercana y de no intervención directa para evitar enfrentamientos que podrían ocasionar disturbios.
Otra de las preocupaciones vecinales se centra en las grietas que produjeron los trabajos de construcción del estadio, levantado sobre terrenos fangosos por los que discurría el río Llobregat antes de su desvío. «En mi finca hay varios vecinos que tuvieron grietas en los pisos y ahora están reclamando que les paguen los daños», explicó Milagros Silleno, de 82 años.
Los problemas de aparcamiento y las retenciones de tráfico que se producen a la salida de cada encuentro también son preocupaciones recurrentes los días de partido.
MEJORA URBANÍSTICA /
El principal temor generado por la nueva actividad deportiva es una minoría de grupos radicales que se concentran cada 15 días en los bares cercanos. Los gritos, el consumo de alcohol callejero y los cánticos de unos 100 miembros de las Brigadas Blanquiazules han encendido los ánimos de los residentes más cercanos al campo. «Ha habido peleas graves en la vía pública y hasta han amenazado de muerte a una vecina. Necesitamos un mayor control sobre ellos porque muchos vecinos están atemorizados», explicó un residente que pidió no ser identificado por temor a represalias.
Aunque la gran mayoría de aficionados del Espanyol respeta a los vecinos y no genera molestias, la presencia continua de los grupos de radicales motivó varias caceroladas vecinales. El ayuntamiento y los Mossos prometieron mayor vigilancia sobre estos grupos y la alteración fue amainando. Pese a ello, la mayoría considera hoy que los dispositivos de seguridad son insuficientes.
Los responsables municipales ya había recordado a los vecinos que la competencia en la seguridad es de los Mossos y que el ayuntamiento siempre ha reclamado acciones más contundentes para controlar a los incívicos y violentos. Pero los Mossos d'Esquadra han optado por una táctica de vigilancia cercana y de no intervención directa para evitar enfrentamientos que podrían ocasionar disturbios.
Otra de las preocupaciones vecinales se centra en las grietas que produjeron los trabajos de construcción del estadio, levantado sobre terrenos fangosos por los que discurría el río Llobregat antes de su desvío. «En mi finca hay varios vecinos que tuvieron grietas en los pisos y ahora están reclamando que les paguen los daños», explicó Milagros Silleno, de 82 años.
Los problemas de aparcamiento y las retenciones de tráfico que se producen a la salida de cada encuentro también son preocupaciones recurrentes los días de partido.
MEJORA URBANÍSTICA /
Pero el estadio del Espanyol no solo ha generado los inconvenientes y molestias lógicas de un campo de esas dimensiones en un barrio pequeño, sino que también ha permitido mejorar una zona olvidada. La concentración de una decena de equipameintos deportivos que incluyen también el futuro campo de fútbol de Cornellà, el complejo deportivo Parc Riu Llobregat, las canchas de la Federació Catalana de Tenis y el campo municipal de rugbi y atletismo. «Acabo de mudarme al barrio y estoy encantado porque puedes ir a los centros comerciales, a la piscina o al parque a pie», explica Dani Navas, de 33 años. La mayoría cree que es urgente terminar las conexiones directas con la autopista y reforzar el transporte público pare reducir el impacto negativo de la afluencia de hasta 40.000 visitantes en el barrio de Riera.
La preocupación por la seguridad también es un asunto mencionado entre los comerciantes. Algunos de ellos han sufrido robos con violencia en los últimos meses, lo cual ha comenzado a levantar cierta inquietud en un barrio tradicionalmente tranquilo.
La preocupación por la seguridad también es un asunto mencionado entre los comerciantes. Algunos de ellos han sufrido robos con violencia en los últimos meses, lo cual ha comenzado a levantar cierta inquietud en un barrio tradicionalmente tranquilo.
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