Lunas de autocares rotas, piedras que vuelan, sillas que caen sobre los aficionados. Tampoco faltaron las bengalas, lanzadas desde uno de los fondos ocupados por hinchas del Deportivo y que obligaron al árbitro a interrumpir en dos ocasiones el encuentro. El repertorio de desastres que acompañan al clásico es otro clásico. De nada valió el despliegue policial que acompañó al partido desde primeras horas de la mañana. El autocar del Celta tuvo que ser reparado con urgencia para emprender el viaje hacia Vigo porque tenía varios cristales resquebrajados y algunos espectadores de la grada de Preferencia de Riazor tuvieron que ser atendidos tras sufrir el golpe de alguna silla lanzada por aficionados del Celta en los instantes en los que paladearon el empate.
Ya de buena mañana un grupo de aficionados deportivistas acudió a la Avenida de Alfonso Molina, principal vía de acceso en una ciudad peninsular, para enarbolar una pancarta sobre uno de los pasos elevados. "Después de cuatro años en Segunda, hoy conoceréis el infierno". La policía nacional acudió rauda a retirarla mientras llegaba a la ciudad, incesante, el goteo de aficionados del Celta. Más de 2.000 cruzaron Galicia, la mayor parte en autocares. Algunos de ellos tuvieron problemas mientras transitaban por el centro de la ciudad herculina porque sufrieron emboscadas en las que volaron piedras y algunas bengalas. Varios testigos aseguraron que algunas personas levantaron un contenedor y lo empotraron contra la luna de uno de los vehículos. "No tengo constancia de nada", solventó el presidente deportivista por lo sucedido lejos de Riazor. Pero el autocar del Celta también resultó dañado por varios objetos cuando hora y media antes del inicio del partido trataba de llegar al coliseo coruñés en medio de una marea blanquiazul. Poco después la policía se vio obligada a realizar una carga para disolver a un grupo de aficionados deportivistas.
Dentro del estadio hubo el habitual intercambio de gruesas consignas y alguna pancarta jocosa como la que recordaba a la afición celeste que la Plaza de América, punto de encuentro para las celebraciones en Vigo, no sería nada sin el Deportivo. "Gracias Valencia", respondió el paño más mostrado desde el sector celtista, que tuvo un comportamiento aceptable hasta que Orellana marcó el tanto del empate. Entonces cayó de todo sobre los aficionados deportivistas situados bajo ese graderío, una zona de seguridad en la que al final, debido a la afluencia de público, se ubicaron unas 300 personas. Recibieron los golpes de varias sillas arrancadas de cuajo a modo de extraño rito tras el gol.
Ya de buena mañana un grupo de aficionados deportivistas acudió a la Avenida de Alfonso Molina, principal vía de acceso en una ciudad peninsular, para enarbolar una pancarta sobre uno de los pasos elevados. "Después de cuatro años en Segunda, hoy conoceréis el infierno". La policía nacional acudió rauda a retirarla mientras llegaba a la ciudad, incesante, el goteo de aficionados del Celta. Más de 2.000 cruzaron Galicia, la mayor parte en autocares. Algunos de ellos tuvieron problemas mientras transitaban por el centro de la ciudad herculina porque sufrieron emboscadas en las que volaron piedras y algunas bengalas. Varios testigos aseguraron que algunas personas levantaron un contenedor y lo empotraron contra la luna de uno de los vehículos. "No tengo constancia de nada", solventó el presidente deportivista por lo sucedido lejos de Riazor. Pero el autocar del Celta también resultó dañado por varios objetos cuando hora y media antes del inicio del partido trataba de llegar al coliseo coruñés en medio de una marea blanquiazul. Poco después la policía se vio obligada a realizar una carga para disolver a un grupo de aficionados deportivistas.
Dentro del estadio hubo el habitual intercambio de gruesas consignas y alguna pancarta jocosa como la que recordaba a la afición celeste que la Plaza de América, punto de encuentro para las celebraciones en Vigo, no sería nada sin el Deportivo. "Gracias Valencia", respondió el paño más mostrado desde el sector celtista, que tuvo un comportamiento aceptable hasta que Orellana marcó el tanto del empate. Entonces cayó de todo sobre los aficionados deportivistas situados bajo ese graderío, una zona de seguridad en la que al final, debido a la afluencia de público, se ubicaron unas 300 personas. Recibieron los golpes de varias sillas arrancadas de cuajo a modo de extraño rito tras el gol.
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