Los Super Dragões, los hinchas más violentos del Oporto, como pudo comprobar en 2006 su entrenador de entonces, Co Adriaanse -tras empatar con el Río Ave, cayó en una emboscada de los radicales de su club, que le destrozaron el coche-, se la tienen "jurada" a Paulo Assunção desde que el pasado verano fichó por el Atlético. "Un día de mayo, al salir del entrenamiento, en plenas negociaciones porque sólo tenía un año más de contrato, me abordaron cuatro hombres con la cara tapada y me amenazaron con un tiro en una rodilla si no renovaba", recuerda el centrocampista brasileño (Várzea Grande, 29 años).
Respetado en el vestuario rojiblanco "por su habilidad para cortar el juego del contrario y repartir, si es necesario, los palos que sea con una sonrisa", sólo se pone serio cuando le preguntan por los fantasmas del pasado. "Prefiero pensar que no eran seguidores de verdad", aduce el pulmón del Atlético, que ha ganado peso entre sus compañeros tras "pararles los pies" a los creadores del Barça y el Madrid.
Lejos de arrugarse, Assunção, mirada al frente, replicó a los ultras: "Las cosas no se hacen de esta forma". Después, tras denunciar lo ocurrido ante la policía y contratar los servicios de una empresa de seguridad privada, rescindió sus servicios amparado por el artículo 17 de la FIFA, referido a los traspasos y conocido popularmente como doctrina Webster, que desde el año pasado permite que un futbolista anule unilateralmente su contrato tras haber jugado al menos tres temporadas en un mismo equipo o, si es mayor de 28 años, dos. "Assunção pagó la parte proporcional de su salario hasta la finalización del mismo, unos 600.000 euros, y le recibimos con los brazos abiertos", explica un directivo del Atlético.
La marcha del cortafuegos suramericano cayó como una bomba en el vestuario del Oporto y en la grada. "Su forma de jugar me daba libertad de movimientos, me protegía siempre. Además, recuperaba muchas veces el balón y fallaba pocos pases", se lamentó Lucho González. "Era de extrema importancia para nosotros, Hacía el trabajo sucio entre líneas como nadie. Era crucial, valiente, el más importante", añade Lisandro.
El mensaje es similar en el Atlético. "Nos aporta mucho equilibrio. Es como una hormiguita que no para de trabajar en todo el partido", considera el cuerpo técnico.
Respetado en el vestuario rojiblanco "por su habilidad para cortar el juego del contrario y repartir, si es necesario, los palos que sea con una sonrisa", sólo se pone serio cuando le preguntan por los fantasmas del pasado. "Prefiero pensar que no eran seguidores de verdad", aduce el pulmón del Atlético, que ha ganado peso entre sus compañeros tras "pararles los pies" a los creadores del Barça y el Madrid.
Lejos de arrugarse, Assunção, mirada al frente, replicó a los ultras: "Las cosas no se hacen de esta forma". Después, tras denunciar lo ocurrido ante la policía y contratar los servicios de una empresa de seguridad privada, rescindió sus servicios amparado por el artículo 17 de la FIFA, referido a los traspasos y conocido popularmente como doctrina Webster, que desde el año pasado permite que un futbolista anule unilateralmente su contrato tras haber jugado al menos tres temporadas en un mismo equipo o, si es mayor de 28 años, dos. "Assunção pagó la parte proporcional de su salario hasta la finalización del mismo, unos 600.000 euros, y le recibimos con los brazos abiertos", explica un directivo del Atlético.
La marcha del cortafuegos suramericano cayó como una bomba en el vestuario del Oporto y en la grada. "Su forma de jugar me daba libertad de movimientos, me protegía siempre. Además, recuperaba muchas veces el balón y fallaba pocos pases", se lamentó Lucho González. "Era de extrema importancia para nosotros, Hacía el trabajo sucio entre líneas como nadie. Era crucial, valiente, el más importante", añade Lisandro.
El mensaje es similar en el Atlético. "Nos aporta mucho equilibrio. Es como una hormiguita que no para de trabajar en todo el partido", considera el cuerpo técnico.
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