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Los días previos a la final esperado estuvieron invadidos por la supuesta preocupación del SUBSEF (el órgano controlador de la seguridad en espectáculos deportivos) para que todo marchara por sus carriles normales: pues, eso no sucedió, porque centenares de hinchas terminaron por ingresar a la cancha. A uno, incluso, se le incautó un arma de fuego.
Hubo 900 policías destinados al dispositivo de control, lo cual significa una gran erogación de dinero para el club que hace de escenario. Dinero derrochado entonces, para Vélez, porque el personal de seguridad no pudo evitar que jugadores locales y visitantes, dirigentes y otras mieles, estuvieras "a la buena" de los delincuentes.
Apenas si se limitaron a clausurar puertas -cuando los hinchas ya habían entrado, por cierto-, y luego se llevaron varios detenidos y unos cuantos detenidos.
Deberán reveer todos los actores del fútbol argentino, léase AFA, organismos de seguridad, jugadores, dirigentes y demás, algunas cuestiones que son evitables. Todo, claro, si es que verdaderamente se pretende un fútbol mejor.
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