Holanda recuperó este lunes la sonrisa perdida tras la derrota sufrida frente a España en la final del Mundial, gracias a los miles de aficionados que inundaron y animaron de nuevo las calles de Ámsterdam vestidos de naranja para celebrar la vuelta a casa de la selección.
Desde la mañana, un reguero incansable de hinchas ataviados con pulseras, camisetas, gorros y bufandas del color que viste la selección tomó posiciones a lo largo de los canales, formando un reguero naranja que devolvió el pulso a la capital holandesa.
"Welkom" (Bienvenidos), "Feliciteert" (Felicidades) y "Bertje!" son las palabras que más sonaron en boca de los aficionados: "Bertje es el apodo que le damos al seleccionador (Bert van Marwijk), es una broma porque en holandés decimos "Biertje" (cerveza) antes de dar un buen trago", explicó Addy, uno de los hinchas.
Otro gran protagonista de la fiesta fue el árbitro Howard Webb, encargado de pitar la final, que aparecía estampado en varias camisetas dentro de un cartel de "se busca". "Sacó tarjeta roja a Holanda y no se atrevió a hacer lo mismo con Puyol, así que ahora es enemigo número uno en el país", apuntó Patrick, otro aficionado.
Comienzan a oirse gritos de emoción, suenan las vuvuzelas y el humo naranja de las bengalas recibe a la barcaza en la que navega la escuadra holandesa canal abajo, momento en que el furor se desató entre los hinchas que festejan a su selección.
No sólo los 23 tulipanes se dieron un baño de multitudes, sino que los aficionados más animados no dudaron en darse un chapuzón a la salud de los subcampeones del mundo en este caluroso día.
Los alrededores de la céntrica Plaza de los Museos llevaban horas colapsados por las miles de personas que protagonizaron una explosión de emoción ante la llegada de los futbolistas, momento en el que dio comienzo una verdadera fiesta en la que miles de gargantas coreaban a un tiempo "Holanda, Holanda".
Jugadores y afición recuperaron la sonrisa; todos menos el mister, que se mantuvo serio y en silencio tras su escuadra en un discreto segundo plano.
Rodeado por sus compañeros, que lucían al cuello sus medallas de plata, el capitán del equipo, Giovanni van Bronckhorst, tomó el micrófono para agradecer a los seguidores su incondicional apoyo pese al chasco del domingo, mientras que Sneijder repartía cervezas entre los jugadores.
La música electrónica puso el broche final a una fiesta que marca el final de tres días de emociones fuertes en Holanda, pero no de los sueños del país "oranje" de conquistar la escurridiza Copa del Mundo.
Desde la mañana, un reguero incansable de hinchas ataviados con pulseras, camisetas, gorros y bufandas del color que viste la selección tomó posiciones a lo largo de los canales, formando un reguero naranja que devolvió el pulso a la capital holandesa.
"Welkom" (Bienvenidos), "Feliciteert" (Felicidades) y "Bertje!" son las palabras que más sonaron en boca de los aficionados: "Bertje es el apodo que le damos al seleccionador (Bert van Marwijk), es una broma porque en holandés decimos "Biertje" (cerveza) antes de dar un buen trago", explicó Addy, uno de los hinchas.
Otro gran protagonista de la fiesta fue el árbitro Howard Webb, encargado de pitar la final, que aparecía estampado en varias camisetas dentro de un cartel de "se busca". "Sacó tarjeta roja a Holanda y no se atrevió a hacer lo mismo con Puyol, así que ahora es enemigo número uno en el país", apuntó Patrick, otro aficionado.
Comienzan a oirse gritos de emoción, suenan las vuvuzelas y el humo naranja de las bengalas recibe a la barcaza en la que navega la escuadra holandesa canal abajo, momento en que el furor se desató entre los hinchas que festejan a su selección.
No sólo los 23 tulipanes se dieron un baño de multitudes, sino que los aficionados más animados no dudaron en darse un chapuzón a la salud de los subcampeones del mundo en este caluroso día.
Los alrededores de la céntrica Plaza de los Museos llevaban horas colapsados por las miles de personas que protagonizaron una explosión de emoción ante la llegada de los futbolistas, momento en el que dio comienzo una verdadera fiesta en la que miles de gargantas coreaban a un tiempo "Holanda, Holanda".
Jugadores y afición recuperaron la sonrisa; todos menos el mister, que se mantuvo serio y en silencio tras su escuadra en un discreto segundo plano.
Rodeado por sus compañeros, que lucían al cuello sus medallas de plata, el capitán del equipo, Giovanni van Bronckhorst, tomó el micrófono para agradecer a los seguidores su incondicional apoyo pese al chasco del domingo, mientras que Sneijder repartía cervezas entre los jugadores.
La música electrónica puso el broche final a una fiesta que marca el final de tres días de emociones fuertes en Holanda, pero no de los sueños del país "oranje" de conquistar la escurridiza Copa del Mundo.
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