Los 'ultras' del París Saint Germain provocaron ayer peleas y destrozos en el centro de Bilbao y agredieron a varios aficionados del Athletic horas antes del partido, que ya había sido declarado de 'alto riesgo' por la Comisión Antiviolencia de la UEFA. Los radicales del PSG, muchos de ellos vetados en su propio estadio, rompieron la tranquilidad de la ciudad a puñetazos y protagonizaron una serie de incidentes que se saldaron con varios heridos rojiblancos. Uno de ellos, con una herida en la cabeza, fue trasladado al hospital de Basurto. La Ertzaintza tuvo que intervenir y practicó nueve detenciones antes del comienzo del choque. Uno de los agentes precisó asistencia médica tras recibir el impacto de una silla, que le abrió una ceja, pero los efectivos de la policía autonómica identificaron al agresor y procedieron a su arresto. Según Interior, se le imputará un delito de atentado contra la autoridad.
Los primeros altercados se produjeron pocos después de las seis de la tarde en el pleno corazón de la ciudad. Un grupo de 'ultras' franceses enfiló la calle Licenciado Poza, lugar donde acostumbran a concentrarse los aficionados del Athletic antes de los partidos, y provocó una pelea con varios hinchas rojiblancos. El incidente se desarrolló en las inmediaciones de la tienda 'Ibéricos Gallardo', esquina Licenciado Poza con Areilza, y todavía había restos de sangre en el suelo cuando la ambulancia se llevó a los heridos. «Si esto ocurre ahora qué pasará después», se preguntaba una empleada del establecimiento, que repartía la publicidad del local. Varios bares cercanos, entre ellos el Mugi, tampoco esquivaron la furia de los radicales galos. Cristales rotos y desperfectos en fachada hablaban de la barbarie que los violentos habían traído a la ciudad.
A su paso tiraban petardos y sillas, todo lo que se encontraban por el camino, y buscaban a gente que vestía de rojo y blanco. En sus mentes violentas y primitivas, enemigos. Un aficionado del Athletic estaba en una de las terrazas tomando algo cuando se le acercaron por detrás y le golpearon en la cabeza. «Han venido unos diez. Tengo una brecha y no puedo mover el hombro», decía a elcorreo.com mientras esperaba que llegara la ambulancia. Varias dotaciones de la Ertzaintza se personaron en el lugar de los hechos y, tras practicar varias detenciones y calmar el ambiente, escoltaron al resto de los aficionados del PSG hasta San Mamés. La temperatura ambiental descendió, aunque se notaba la tensión en la calle.
El foco de atención se trasladó a los alrededores de San Mamés, donde algunos hinchas rojiblancos esperaban a los 'ultras' del PSG con la intención de vengarse. La Ertzaintza montó un fuerte dispositivo de seguridad y puso bajo vigilancia a un nutrido grupo de aficionados galos, que aguardaban la entrada al campo. Volaron algunas piedras y botellas y hubo varias familias que optaron por echar a correr para poner a salvo a sus niños. «No hay derecho, esto es una vergüenza», decía una mujer presa del pánico, con su marido agarrándola de la mano. Justo al lado, a escasos veinte metros, cuatro agentes procedían al arresto de otro radical. Ropa negra y cabeza rapada. Tras revisar sus papeles, le metieron en uno de los coches, que salió a gran velocidad. Hubo algún que otro conato de agresión, pero la situación se mantuvo bajo control.
Amagos en la grada
Ya en el campo, con el Athletic volcado sobre la portería del PSG, la mayoría de los aficionados franceses ocupó la tribuna sur alta. Se hicieron notar en los primeros minutos e incluso quisieron acceder a la zona inmediatamente inferior, poblada de camisetas rojiblancas, aunque pronto se calmaron con la presencia de la Ertzaintza. Los agentes aplacaron cualquier atisbo de agresión y, además, los galos retiraron de las vallas todas sus banderas y pancartas. Pasaron del grito y apoyo vehemente a su equipo al silencio y la indolencia, y contemplaron atónitos cómo el Athletic se marchaba en el marcador. La grada rojiblanca, mientras tanto, disfrutaba con el juego de sus hombres y no quería saber nada de los que hablan el lenguaje de la violencia.
Cuando el árbitro pitó el final del partido, San Mamés se puso de pie para aplaudir a sus jugadores. Ellos, los violentos, seguían callados en sus asientos, custodiados por las fuerzas de seguridad. Las gradas se vaciaron con rapidez, pero los hinchas galos continuaban sin moverse. El dispositivo montado impedía su salida hasta que las calles no estuvieran totalmente despejadas, desiertas. Estuvieron controlados por un nutrido número de agentes y, casi 50 minutos después de la conclusión del choque, les abrieron las puertas y les metieron en un autobús vigilado por la Ertzaintza. Al filo de la medianoche dejaron por fin 'La Catedral'.
Los primeros altercados se produjeron pocos después de las seis de la tarde en el pleno corazón de la ciudad. Un grupo de 'ultras' franceses enfiló la calle Licenciado Poza, lugar donde acostumbran a concentrarse los aficionados del Athletic antes de los partidos, y provocó una pelea con varios hinchas rojiblancos. El incidente se desarrolló en las inmediaciones de la tienda 'Ibéricos Gallardo', esquina Licenciado Poza con Areilza, y todavía había restos de sangre en el suelo cuando la ambulancia se llevó a los heridos. «Si esto ocurre ahora qué pasará después», se preguntaba una empleada del establecimiento, que repartía la publicidad del local. Varios bares cercanos, entre ellos el Mugi, tampoco esquivaron la furia de los radicales galos. Cristales rotos y desperfectos en fachada hablaban de la barbarie que los violentos habían traído a la ciudad.
A su paso tiraban petardos y sillas, todo lo que se encontraban por el camino, y buscaban a gente que vestía de rojo y blanco. En sus mentes violentas y primitivas, enemigos. Un aficionado del Athletic estaba en una de las terrazas tomando algo cuando se le acercaron por detrás y le golpearon en la cabeza. «Han venido unos diez. Tengo una brecha y no puedo mover el hombro», decía a elcorreo.com mientras esperaba que llegara la ambulancia. Varias dotaciones de la Ertzaintza se personaron en el lugar de los hechos y, tras practicar varias detenciones y calmar el ambiente, escoltaron al resto de los aficionados del PSG hasta San Mamés. La temperatura ambiental descendió, aunque se notaba la tensión en la calle.
El foco de atención se trasladó a los alrededores de San Mamés, donde algunos hinchas rojiblancos esperaban a los 'ultras' del PSG con la intención de vengarse. La Ertzaintza montó un fuerte dispositivo de seguridad y puso bajo vigilancia a un nutrido grupo de aficionados galos, que aguardaban la entrada al campo. Volaron algunas piedras y botellas y hubo varias familias que optaron por echar a correr para poner a salvo a sus niños. «No hay derecho, esto es una vergüenza», decía una mujer presa del pánico, con su marido agarrándola de la mano. Justo al lado, a escasos veinte metros, cuatro agentes procedían al arresto de otro radical. Ropa negra y cabeza rapada. Tras revisar sus papeles, le metieron en uno de los coches, que salió a gran velocidad. Hubo algún que otro conato de agresión, pero la situación se mantuvo bajo control.
Amagos en la grada
Ya en el campo, con el Athletic volcado sobre la portería del PSG, la mayoría de los aficionados franceses ocupó la tribuna sur alta. Se hicieron notar en los primeros minutos e incluso quisieron acceder a la zona inmediatamente inferior, poblada de camisetas rojiblancas, aunque pronto se calmaron con la presencia de la Ertzaintza. Los agentes aplacaron cualquier atisbo de agresión y, además, los galos retiraron de las vallas todas sus banderas y pancartas. Pasaron del grito y apoyo vehemente a su equipo al silencio y la indolencia, y contemplaron atónitos cómo el Athletic se marchaba en el marcador. La grada rojiblanca, mientras tanto, disfrutaba con el juego de sus hombres y no quería saber nada de los que hablan el lenguaje de la violencia.
Cuando el árbitro pitó el final del partido, San Mamés se puso de pie para aplaudir a sus jugadores. Ellos, los violentos, seguían callados en sus asientos, custodiados por las fuerzas de seguridad. Las gradas se vaciaron con rapidez, pero los hinchas galos continuaban sin moverse. El dispositivo montado impedía su salida hasta que las calles no estuvieran totalmente despejadas, desiertas. Estuvieron controlados por un nutrido número de agentes y, casi 50 minutos después de la conclusión del choque, les abrieron las puertas y les metieron en un autobús vigilado por la Ertzaintza. Al filo de la medianoche dejaron por fin 'La Catedral'.
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