Porque cada vez que el bombo de una competición europea empareja a un equipo español con uno balcánico (la última fue el Villarreal-Dinamo Zagreb de la Europa League en 2010), viene a la memoria aquella visita de la selección española de fútbol a Belgrado en vísperas del Mundial 78. La Champions League 2011-2012 ha vuelto a hacerlo.
Por no hablar de los míticos partidos de competiciones europeas de baloncesto en los que cada visita de Real Madrid y Barcelona a territorio exyugoslavo eran casi sinónimo de escándalo y lo habitual ver cómo jugadores y árbitros tenían que abandonar las instalaciones protegidos para no recibir los impactos de monedas, mecheros e incluso sillas.
Es posible que ahora no haya monedas y posiblemente tampoco botellas como la que acertó en la cabeza de Juanito en aquella visita de 1977. Sin embargo, se admiten apuestas al número de bengalas que aparecerán en el fondo que ocupan los Bad Blue Boys, el grupo radical que anima al Dinamo de Zagreb, uno de los más violentos del fútbol mundial.
Sus integrantes, divididos en dos facciones (los 'Udruga navijača Dinama' y los 'Klub navijača Bad Blue Bos'), son de ideología ultranacionalista y muchos participaron en los movimientos que dieron lugar a la guerra de los Balcanes en 1991. Franjo Tuđman, primer presidente croata, es un habitual del Estadio Maksimir e intentó que se cambiara el nombre del club a "NK Croatia" tras la independencia, lo que le costó que el grupo radical se volviera contra él y le reciba con enormes pitadas en cada partido que presencia 'in situ'.
Capaces de lo mejor y de lo peor. Los Bad Blue Boys se ganaron el respeto de la prensa inglesa por sus cánticos apoyando a su equipo cuando perdían ante el Tottenham por 4-0 en un partido de la Europa League, pero también han provocado gravísimos disturbios por media Europa. De triste recuerdo son sus problemas con la policía en Praga en 2008, cuando los radicales se enfrentaron en una batalla campal con las fuerzas de seguridad checas, o en Timisoara una temporada después, cuando la policía rumana tuvo que actuar con contundencia.
Aunque la UEFA se planteó su expulsión de las competiciones europeas, al final se les castigó con el cierre de su estadio por dos partidos. Ahora, dos años despuésn de su última gran actuación, parece que los radicales andan un poco más calmados, pero la repercusión que puede ofrecerles la visita del Real Madrid es el mejor (o peor, según se mire) caldo de cultivo posible para que vuelvan los problemas. Ojalá no sea así.
Por no hablar de los míticos partidos de competiciones europeas de baloncesto en los que cada visita de Real Madrid y Barcelona a territorio exyugoslavo eran casi sinónimo de escándalo y lo habitual ver cómo jugadores y árbitros tenían que abandonar las instalaciones protegidos para no recibir los impactos de monedas, mecheros e incluso sillas.
Es posible que ahora no haya monedas y posiblemente tampoco botellas como la que acertó en la cabeza de Juanito en aquella visita de 1977. Sin embargo, se admiten apuestas al número de bengalas que aparecerán en el fondo que ocupan los Bad Blue Boys, el grupo radical que anima al Dinamo de Zagreb, uno de los más violentos del fútbol mundial.
Sus integrantes, divididos en dos facciones (los 'Udruga navijača Dinama' y los 'Klub navijača Bad Blue Bos'), son de ideología ultranacionalista y muchos participaron en los movimientos que dieron lugar a la guerra de los Balcanes en 1991. Franjo Tuđman, primer presidente croata, es un habitual del Estadio Maksimir e intentó que se cambiara el nombre del club a "NK Croatia" tras la independencia, lo que le costó que el grupo radical se volviera contra él y le reciba con enormes pitadas en cada partido que presencia 'in situ'.
Capaces de lo mejor y de lo peor. Los Bad Blue Boys se ganaron el respeto de la prensa inglesa por sus cánticos apoyando a su equipo cuando perdían ante el Tottenham por 4-0 en un partido de la Europa League, pero también han provocado gravísimos disturbios por media Europa. De triste recuerdo son sus problemas con la policía en Praga en 2008, cuando los radicales se enfrentaron en una batalla campal con las fuerzas de seguridad checas, o en Timisoara una temporada después, cuando la policía rumana tuvo que actuar con contundencia.
Aunque la UEFA se planteó su expulsión de las competiciones europeas, al final se les castigó con el cierre de su estadio por dos partidos. Ahora, dos años despuésn de su última gran actuación, parece que los radicales andan un poco más calmados, pero la repercusión que puede ofrecerles la visita del Real Madrid es el mejor (o peor, según se mire) caldo de cultivo posible para que vuelvan los problemas. Ojalá no sea así.
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