Varias decenas de seguidores del club de fútbol Zenit de San Petersburgo fueron apaleados con bates de béisbol por un grupo de desconocidos en el autobús que les llevaba a Moscú desde la región de Tver, informaron las autoridades policiales.
El autobús había salido desde la región de Tver, a medio camino entre San Petersburgo y la capital rusa, cuando fue bloqueado en carretera por un gran número de coches, explicó un portavoz de la policía, citado por la agencia Interfax. De los coches salieron varios jóvenes que se subieron al autobús y apalearon a los seguidores del Zenit con palos de béisbol. "Varias personas han sido hospitalizadas con heridas de diversa consideración", explicaron las autoridades. Algunos de los agresores han sido detenidos, informa RIA Novosti.
El Zenit se enfrenta el sábado al Spartak de Moscú, en el estadio Luzhniki de la capital rusa. Más de 60.000 seguidores acudirán al campo, mientras que la seguridad en el estadio y en las calles de la ciudad antes y después del partido estará en manos de 2.500 policías.
Casi todos los seguidores del Zenit que no acabaron en el hospital lo hicieron en comisaría al llegar a Moscú. Los hinchas fueron retenidos por la policía a su llegada a la capital rusa por encontrarse en estado de embriaguez, informaron las autoridades. "El refuerzo de las medidas de seguridad ante el partido Spartak-Zenit está dando resultados. A la entrada del estadio Luzhnikí se han incautado ingentes cantidades de alcohol a los seguidores que llegaron en autobuses", explicó a la agencia Interfax la portavoz de la policía de Moscú, Zhanna Ozhímina.
Según la policía, la mayoría de los seguidores del club de la ciudad del río Neva llegaron a Moscú en estado de embriaguez. "En estos momentos están siendo retenidos", dijo Ozhímina, que añadió que ningún seguidor que haya consumido alcohol podrá entrar en el campo.
Un estudio afirma que la violencia en Rusia dentro de los estadios ha aumentado un 50% durante el último año. Las autoridades del país trabajan desde hace tiempo en la elaboración de un plan para poner freno a los altercados en el fútbol, donde la pasión y los rublos marchan muy por delante de la ley y las medidas de seguridad. Las medidas a aprobar incluyen algo tan básico como la instalación de un circuito cerrado de cámaras dentro de los recintos o la implicación de los clubes en la seguridad de sus estadios, hasta ahora delegada siempre en la policía.
La diferencia con otros países europeos con más experiencia en lidiar con el 'fenómeno ultra', como el Reino Unido, Italia o España, es que en Rusia son capaces de unirse contra la autoridad competente. Así lo hicieron seguidores del Zenit, el Spartak y el CSKA, los grupos más numerosos e influyentes, cuando el pasado junio decidieron dejar vacías las gradas en la segunda parte del encuentro entre Rusia y Armenia. Protestan, dicen, porque tanto el Gobierno como la federación no han contado con ellos a la hora de redactar la nueva ley. Después de unirse por una causa común, cada uno por su lado, y cuanto más lejos, mejor.
La policía aún no ha podido confirmar que el ataque provenga de hinchas del Spartak de Moscú, que en su página web, Fratria.ru, sugieren que los primeros que deben cambiar son los policías en lugar de culpar tanto a los 'ultras'. Así de claro. Lo único cierto hoy es que Rusia ha tratado de subirse en marcha al el negocio del fútbol de alta velocidad sin haber reparado en su lado más oscuro, u obviándolo. Hoy trata de ponerle remedio, pero se le ha escapado de las manos.
La sombra de los amaños
No iba a escapar el país de Putin de las apuestas ilegales, los amaños de partidos y otras formas de corrupción. Aleksandr Bubnov, internacional con la URSS y jugador del Dynamo y el Spartak en los 80, es hoy una de las voces autorizadas en el fútbol ruso. Según él, el reciente partido entre el Anzhi -el club más rico del país, con sede en Majachkalá, un lugar perdido en el Daguestán, donde sobresale la figura magnífica de Suleyman Abusaidovich Kerimov, dueño de la cuarta fortuna más grande de Rusia, riqueza labrada entre minas de oro, plata, pozos de petróleo, bancos o fertilizantes potásicos que le permiten fichar a Roberto Carlos o Eto'o- y el Terek Grozny, el derbi del Cáucaso, no fue un partido de fútbol.
"Más bien fue una comedia barata", denuncia Bubnov. "No quiero comentar nada de este partido. "La manera en cómo se anotaron los goles y de jugar en defensa del Anzhi... nunca he visto algo así. El nivel de intensidad y emocional de los jugadores de Daguestán fue varias veces inferior de lo habitual. Como consecuencia, sus propios aficionados les abuchearon". El partido finalizó con empate a un gol, ambos marcados en el tiempo de descuento. "Este partido debería ser estudiado y analizado", concluye Bubnov.
No es la primera vez que se relaciona al Anzhi con el arreglo de encuentro. El pasado junio, el Lokomotiv de Moscú, Yury Krasnozhan, fue destituido tras alinear un equipo plagado de suplentes ante el equipo de Eto'o, que ganó el partido.
El autobús había salido desde la región de Tver, a medio camino entre San Petersburgo y la capital rusa, cuando fue bloqueado en carretera por un gran número de coches, explicó un portavoz de la policía, citado por la agencia Interfax. De los coches salieron varios jóvenes que se subieron al autobús y apalearon a los seguidores del Zenit con palos de béisbol. "Varias personas han sido hospitalizadas con heridas de diversa consideración", explicaron las autoridades. Algunos de los agresores han sido detenidos, informa RIA Novosti.
El Zenit se enfrenta el sábado al Spartak de Moscú, en el estadio Luzhniki de la capital rusa. Más de 60.000 seguidores acudirán al campo, mientras que la seguridad en el estadio y en las calles de la ciudad antes y después del partido estará en manos de 2.500 policías.
Casi todos los seguidores del Zenit que no acabaron en el hospital lo hicieron en comisaría al llegar a Moscú. Los hinchas fueron retenidos por la policía a su llegada a la capital rusa por encontrarse en estado de embriaguez, informaron las autoridades. "El refuerzo de las medidas de seguridad ante el partido Spartak-Zenit está dando resultados. A la entrada del estadio Luzhnikí se han incautado ingentes cantidades de alcohol a los seguidores que llegaron en autobuses", explicó a la agencia Interfax la portavoz de la policía de Moscú, Zhanna Ozhímina.
Según la policía, la mayoría de los seguidores del club de la ciudad del río Neva llegaron a Moscú en estado de embriaguez. "En estos momentos están siendo retenidos", dijo Ozhímina, que añadió que ningún seguidor que haya consumido alcohol podrá entrar en el campo.
Un estudio afirma que la violencia en Rusia dentro de los estadios ha aumentado un 50% durante el último año. Las autoridades del país trabajan desde hace tiempo en la elaboración de un plan para poner freno a los altercados en el fútbol, donde la pasión y los rublos marchan muy por delante de la ley y las medidas de seguridad. Las medidas a aprobar incluyen algo tan básico como la instalación de un circuito cerrado de cámaras dentro de los recintos o la implicación de los clubes en la seguridad de sus estadios, hasta ahora delegada siempre en la policía.
La diferencia con otros países europeos con más experiencia en lidiar con el 'fenómeno ultra', como el Reino Unido, Italia o España, es que en Rusia son capaces de unirse contra la autoridad competente. Así lo hicieron seguidores del Zenit, el Spartak y el CSKA, los grupos más numerosos e influyentes, cuando el pasado junio decidieron dejar vacías las gradas en la segunda parte del encuentro entre Rusia y Armenia. Protestan, dicen, porque tanto el Gobierno como la federación no han contado con ellos a la hora de redactar la nueva ley. Después de unirse por una causa común, cada uno por su lado, y cuanto más lejos, mejor.
La policía aún no ha podido confirmar que el ataque provenga de hinchas del Spartak de Moscú, que en su página web, Fratria.ru, sugieren que los primeros que deben cambiar son los policías en lugar de culpar tanto a los 'ultras'. Así de claro. Lo único cierto hoy es que Rusia ha tratado de subirse en marcha al el negocio del fútbol de alta velocidad sin haber reparado en su lado más oscuro, u obviándolo. Hoy trata de ponerle remedio, pero se le ha escapado de las manos.
La sombra de los amaños
No iba a escapar el país de Putin de las apuestas ilegales, los amaños de partidos y otras formas de corrupción. Aleksandr Bubnov, internacional con la URSS y jugador del Dynamo y el Spartak en los 80, es hoy una de las voces autorizadas en el fútbol ruso. Según él, el reciente partido entre el Anzhi -el club más rico del país, con sede en Majachkalá, un lugar perdido en el Daguestán, donde sobresale la figura magnífica de Suleyman Abusaidovich Kerimov, dueño de la cuarta fortuna más grande de Rusia, riqueza labrada entre minas de oro, plata, pozos de petróleo, bancos o fertilizantes potásicos que le permiten fichar a Roberto Carlos o Eto'o- y el Terek Grozny, el derbi del Cáucaso, no fue un partido de fútbol.
"Más bien fue una comedia barata", denuncia Bubnov. "No quiero comentar nada de este partido. "La manera en cómo se anotaron los goles y de jugar en defensa del Anzhi... nunca he visto algo así. El nivel de intensidad y emocional de los jugadores de Daguestán fue varias veces inferior de lo habitual. Como consecuencia, sus propios aficionados les abuchearon". El partido finalizó con empate a un gol, ambos marcados en el tiempo de descuento. "Este partido debería ser estudiado y analizado", concluye Bubnov.
No es la primera vez que se relaciona al Anzhi con el arreglo de encuentro. El pasado junio, el Lokomotiv de Moscú, Yury Krasnozhan, fue destituido tras alinear un equipo plagado de suplentes ante el equipo de Eto'o, que ganó el partido.
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