EL tema es recurrente. Cuando el pasado viernes el azar emparejó al Athletic con el Nápoles en la previa de la Champions League, muchos aficionados bilbainos, al margen de destacar el potencial del conjunto dirigido por Rafa Benítez, es probable que relacionaran al rival de los rojiblancos con el mal endémico que persigue y da mala fama a la ciudad del sur de Italia que el próximo martes acogerá el partido de ida. La Camorra es un auténtico poder en la sombra a las orillas del Vesubio. Es una realidad. Los tentáculos de la mafia controlan desde la recogida de basuras, pasando, como no, por la venta de todo tipo de sustancias ilegales. El negocio es variopinto. Una influencia y presión, al mismo tiempo, de la que no se libra el equipo de fútbol. Los dirigentes del Nápoles, con su presidente Andrea Laurentiis a la cabeza, no se cansan de repetir que sus aficionados son pacíficos, que no tienen nada que ver con el hampa, pero solo hay que tirar de hemeroteca para poner en entredicho esta afirmación.
Basta con remontarse al pasado mes de mayo, en la final de la Copa de Italia que enfrentó al conjunto napolitano con la Fiorentina en el Olímpico de Roma. Los aficionados más radicales del equipo romano -enemistados históricamente con los del Nápoles- recibieron a palos en la calle a los tifosi sureños. La emboscada se saldó con tres heridos de bala. Dentro del estadio, la noticia corrió como la pólvora, y los ultras del próximo rival del Athletic se empeñaron en que la final no se disputara. El césped del Olímpico se llenó de bengalas y petardos. Una escena poco deportiva que se solucionó, para sonrojo de los millones de italianos que en ese momento seguían en directo el partido por la televisión, de la forma más surrealista posible. Marek Hamsik, el capitán eslovaco del Nápoles, se acercó a la grada para negociar con los cabecillas de los aficionados más radicales la reanudación de la final. La petición de la estrella napolitana surtió efecto y el lanzamiento de todo tipo de objetos cesó. Al día siguiente, en las portadas de todos los periódicos, Hamsik apareció inmortalizado hablando con Gennaro de Tommaso, conocido como El Carroña, hijo de un conocido miembro de la Camorra que controla -como quedó demostrado- a parte de los ultras del Nápoles.
Años antes, en otra demostración de fuerza de los tifosi napolitanos, después de una serie de malos resultados del equipo, un grupo de ultras decidió impedir la salida del autobús de la primera plantilla. Acusaban a los jugadores de salir demasiado por la noche. No desbloquearon la salida hasta que el presidente se comprometió a que los futbolistas, como exigían los ultras, se fueran de concentración. Dicho y hecho.
LA ‘COCA’ Y EL ROLEX
Los jefes de los diferentes clanes de la mafia que operan en la ciudad del Vesubio veneran a los jugadores del Nápoles. Y desde la época de Diego Armando Maradona, no han dudado en buscar su amistad. El astro argentino llegó a fotografiarse con los hermanos Giuliano, capos de la Camorra, en la bañera en forma de concha dorada que uno de estos delincuentes tenía en su casa. “Me hice muy amigo de Maradona, que venía a menudo a mi casa, pero solo porque decía que se lo pasaba bien conmigo y solo en un par de ocasiones me pidió si le podía procurar cocaína para uso personal”, desveló durante un proceso también Salvatore Lo Russo, uno de los poderosos jefes de la mafia napolitana y ahora colaborador de la justicia.
Otro que sabe cómo se las gastan en Nápoles es Ezequiel Lavezzi, que antes de recalar en el PSG, fue citado como testigo por la fiscalía napolitana por su relación con el propietario de una cadena de restaurantes que servían como tapadera para blanquear dinero. Al delantero de la albiceleste le preguntaron por el origen de unos relojes que fueron encontrados en la casa del mafioso. El que sabe mucho de relojes es Marek Hamsik. Hace unos meses le robaron un Rolex valorado en 25.000 euros. El eslovaco se quejó amargamente y los ultras del Nápoles no tardaron en recuperarlo tras dar el aviso en los bajos fondos. Algo parecido le ocurrió a Andrea Russotto, que recuperó su BMW tras las pertinentes gestiones.
Aunque no juega en el Nápoles, otra cara conocida que ha tenido contactos con la Camorra es Mario Balotelli. Genio y figura, el actual ariete del Milan se dio un paseo en compañía de algunos camorristas. Balotelli se defendió al asegurar que únicamente quería conocer el barrio de Scampia, famoso por el tráfico de drogas, después de ver la película Gomorra, pero que no sabía quiénes eran sus acompañantes.
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